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Indígenas Misak tumbaron la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá, ubicada en el centro de la capital. Ya lo han hecho varias veces con la de Sebastián de Belalcázar, en Cali. Otros grupos han derribado algunas más, y seguramente caerán otras. Las estatuas van al suelo por una especie de juicio unilateral, inapelable, de colectivos que cobran culpas históricas acumuladas por los personajes desaparecidos hace siglos. Las autoridades no se deciden a activar procesos por destrucción de bienes públicos, temerosas de ser acusadas ellas mismas de racistas o cómplices de genocidas, que es el cargo incriminatorio que se les hace a los condenados a caer y besar el piso