Ningún mandato de altos tribunales nacionales o internacionales ha logrado, pese a sus fallos de estricto cumplimiento, una política estructural que detenga la desnutrición y el hambre en La Guajira, región que ha visto morir, en lo que va de 2016, a 65 niños por esos males. Algunos ni siquiera alcanzan a nacer porque mueren en el vientre de sus madres, igual afectadas por hambre. El último bebé pereció luego de cumplir 18 meses, en Jeyusirra, caserío de Manaure, población con grandes minas de sal. El hambre guajira es histórica, como lo es la corrupción que ha saqueado los recursos para que los niños tengan una vida digna.
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