viernes
7 y 9
7 y 9
Lucas Saldías es un bogotano de 33 años que nunca ha abierto una cuenta en Facebook. “Nunca le encontré el sentido. Cuando pensé en abrirla me dio pereza sentarme a ver fotos de la vida los demás. Veía a la gente perdiendo el tiempo ahí”.
Sin embargo sí tiene un perfil en Instagram en el que publica de vez en cuando, pero aun así, insiste en que después de ver veinte imágenes se aburre, y que no es amante de las redes sociales.
Paradójicamente, Lucas acaba de terminar un curso de mercadeo digital y reconoce que para su trabajo (venta de automóviles) las redes sociales son una herramienta bastante útil, por ejemplo, para captar clientes potenciales y para conocer opiniones de la gente, como lo hacen sus compañeros, afirma.
“A veces he pensado en abrir Facebook, pero no me queda tiempo. Cuando llego a mi casa tengo la opción de hacer eso o de estar con mi hija; obviamente, la balanza se inclina hacia ella”, explica Lucas y agrega que conoce gente que le dice que quisiera no tener Facebook pero que les parece un ‘mal necesario’.
¿Se pierde de algo?
Marcela Duque, de 26 años, renunció a ese ‘mal’ en 2013 después de tenerlo por algún tiempo. “Pensé mucho para hacerlo porque sabía que podría perder contacto con muchas personas. De hecho una vez lo volví a abrir durante un mes para organizar un encuentro con unas compañeras de gimnasia artística del colegio, ya que fue la única manera de contactarnos”, cuenta esta profesora de Filosofía en un colegio de Medellín.
Una de las razones que tuvo para cerrar su perfil en esta red fue sentirse aburrida después de navegar allí, pues tenía la sensación de que había perdido mucho tiempo mirando cosas que no le interesaban o viendo la manera en la que sus contactos mostraban su vida: “A veces muy rosa o muy envidiable. A pesar de que sabía que en el fondo no era cierto, preferí dejar de sentir envidia por la vida de los demás y vivir la mía”.
¿Cómo ha sido su vida después de salirse de Facebook? Marcela dice que nota algo que ella cree que no es lo suficientemente valorado: más silencio interior. También menos sensación de estar perdiéndose de algo, menos ansiedad de estar pendiente de las actualizaciones, más tranquilidad. “Creo que incluso pienso menos en la superficialidad de las relaciones, que era algo en lo que pensaba mucho cuando estaba allí”, agrega.
No en vano, esta profesora, así como Lucas, también es activa en otra red social: “Creo que Twitter es diferente. Tú escoges a quién seguir. No los llamas amigos. A la mayoría de personas que sigo en Twitter no las conozco y son perfiles concretos, me aportan pensamientos provocadores, links interesantes, citas sabias, buena música”.
En su trabajo, Marcela Duque reconoce que ve cómo algunos colegas suyos se comunican con los estudiantes a través de grupos; viendo eso, dice que quizá en algún momento ella vuelva a abrir su perfil, pero antes de eso, “creo que hay tener muy claro el qué y el para qué (tendría que aclarar primero eso en el perfil que quiero), por ahora disfruto de cierta libertad que siento sin Facebook”, concluye.
Redes: solo herramientas
Para la psicóloga Sandra Restrepo, docente, investigadora y especialista en farmacodependecia de la universidad Luis Amigó, las decisiones de Lucas y Marcela se basan en malas experiencias y alejarse de lo que genera incomodidad o disgusto está bien y es apenas normal, como ocurre en el resto de los ámbitos.
Restrepo recalca que se debe tener en cuenta que la tecnología hace parte de nuestras vidas. “Con este tema uno no se puede poner a jugar a los buenos y los malos, hay que buscar en el medio, en la gama de grises, pues las redes sociales y la internet en general pueden tener usos beneficiosos, así como inadecuados”.
Para enfrentarse a un plano de interacción social como las redes sociales, sin que se vuelva una situación angustiante, la psicóloga recomienda pensar en que son apenas una alternativa para relacionarse con las personas.
“Son canales, no el fin en sí mismo. Ese ha sido el error: que dejan de tomarse como herramientas y se cree que la vida pasa ahí”, aclara.
Por último, Sandra Restrepo afirma que también es importante reconocer que en las redes sociales solo mostramos un lado de nuestras vidas, “el bueno”, en la mayoría de veces. Entenderlo nos lleva a interpretar que también existen otros estados de ánimo y facetas de nuestros contactos y que, por eso, para conocer verdaderamente a alguien es necesario pasar tiempo por fuera del mundo digital.