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¿Existe el amor entre animales o es solo química?

En el día del amor y la amistad le contamos algunas prácticas “románticas” de ciertas especies.

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18 de septiembre de 2021
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Pocos animales son tan fieles como el cóndor de los Andes. Su fidelidad a la pareja que elige para toda la vida lo ha llevado a estar en peligro, sobre todo en Colombia, donde solo quedan 130 ejemplares en libertad a pesar de ser un ave emblemática.

Eligen a la pareja que los acompañará por siempre y solo con ese procrean. Su “amor” y unión es tal que ni siquiera la inseminación artificial logra una cría y, por eso, entre otras causas, sus poblaciones disminuyen.

Pareciera que se enamoraran perdidamente, que se sacrifican, pero no tanto como el escorpión macho que, en búsqueda de esa pareja, danza y pelea con la hembra hasta lograr aparearse y, al final, es devorado por la bailarina. O como el pulpo, que pierde una parte de su cuerpo en cada cópula: su tercer tentáculo.

A usted seguramente le ha pasado: se ha enamorado, ha sacrificado y ha elegido a un compañero permanente con el que quiere pasar el resto de sus días. De hecho, puede que leyendo esto alguien se le vino a la mente.

Piense en cómo se perfuma cuando va a ver a esa persona, cómo elige sus mejores ropas, se preocupa por la apariencia de su cabello o su barba y, los más osados, se atreven a comprar flores, chocolates o hasta a llevar serenata. Todo esto para enamorar, para captar la atención, para asegurarse de que esa otra persona también sienta lo mismo que usted.

Tal como en el mundo animal, aunque en el caso de los no humanos no se llame amor, y el objetivo último de ellos suela ser uno solo: aparearse para la reproducción.

Los animales también se perfuman, se le conoce como feromonas; también se peinan o se visten con sus mejores galas, con plumas llamativas y colores vibrantes; entregan regalos, algunos construyen nidos, y hay unos que incluso cantan serenatas.

Hay quienes se han atrevido a asegurar que sienten, se lamentan con la pérdida, eligen una compañía para el resto de la vida y forman familias. Sin embargo, la pregunta se mantiene: ¿lo que sienten es amor o son solo reacciones químicas?

Amor o química

David Vásquez Muriel, biólogo y divulgador del Parque Explora, explica que es importante hacer una salvedad con el lenguaje, sobre todo en temas de amor y sexualidad humana con respecto a los comportamientos de los animales. “Es raro, en el lenguaje biológico, decir que un animal se enamora, aunque sí ocurra apego o cortejo”. Dice esto, sobre todo, porque los animales no tienen las dimensiones que un humano puede tener, como la cultural. “Pueden tener códigos de comunicación, pero no una capacidad creativa de representación del mundo”.

Ana María Sánchez Zapata, bióloga y coordinadora de fauna del Parque de la Conservación de Medellín, concuerda con esto. Dice que el amor es cultural, pero que también tiene un fuerte componente fisiológico y psicológico, pero que para el caso de algunas especies, se forma un lazo fuerte mediado por la reproducción.

“Hay un instinto innato que los lleva a comportarse de cierta manera para encontrar pareja. Ese es el fundamento para pasar los genes a la siguiente generación”, agrega. Pero esto es más evidente en especies de aves y mamíferos, donde hay más contacto con las crías.

Comportamientos de cortejo

Usted, ¿cómo le habla a la persona que le atrae?, ¿cómo logra llamar su atención? En el reino animal hay diferentes mecanismos y se le llama selección natural, explica Sánchez. Dependiendo de la especie, la hembra elige al macho o viceversa en un proceso mediado por la química.

Las feromonas, señales químicas que expiden los animales (incluidos los humanos), indican a otros que se está listo para la reproducción, que se está ovulando o en celo. El otro sexo lo detecta y eso, sumado a otros comportamientos, como bailes, serenatas, regalos, sonidos, movimientos y demás, lleva a la elección.

“Gana el que hizo el nido más llamativo, el de plumaje más vibrante, el más fuerte, el de la canción más bonita o el que tiene más afinidad química”, continúa Sánchez, y suele ser con objetivos meramente reproductivos, aunque hay muchas excepciones.

Monogamia animal

Seguramente ha escuchado la historia de los pingüinos o los cóndores, que eligen una pareja y la conservan para toda la vida. Los humanos le llaman a esto monogamia y, tal como en los animales, algunos la practican. Para el caso de los animales, dependerá del grupo y la especie. En las aves, por ejemplo, se estima que 90 % de ellas son “monógamas”, de los mamíferos solo entre 3 % y 5 %, pero cerca de 27 % de los primates la practican. También ocurre la infidelidad.

Vásquez reitera la importancia de los conceptos: “Es diferente la monogamia nuestra, atravesada por la lengua y la cultura. Para las especies no humanas es la elección de una pareja única con la cual se reproducen, pero esto puede ser para siempre o para periodos específicos”, como para temporadas reproductivas anuales.

La “monogamia”, entonces, va con comillas porque, como dice Sánchez, el “para toda la vida” ocurre con unos pocos, como las loras, guacamayas o los flamencos, pero no hay una monogamia perfecta porque, si uno muere, el otro puede llegar a reemplazarlo.

Cuenta además que aunque una hipótesis para este comportamiento puede ser el ahorro energético, porque se gasta energía en todo el proceso de cortejo, es más frecuente la poligamia, sobre todo por la necesidad de la diversidad genética.

Esto quiere decir que “si logramos recombinar nuestros genes con diferentes individuos habrá mayor diversidad y, por consiguiente, más probabilidad de crías saludables”, puntualiza.

Esta diversidad resulta en poblaciones más fuertes y resilientes, por lo que la monogamia, y la infidelidad, son pura teoría, pues hay incluso especies en las que la reproducción ni siquiera requiere contacto, que consiste en solo arrojar huevos o dejarlos en algún lugar.

Al final del día, el amor, las caricias y los actos románticos entre los animales pueden ser comportamientos en búsqueda de la reproducción o una completa invención humana .

Algunos ejemplos

El rol del padre en la crianza

Amor entre animales: ¿existe o es solo química?

El caballito de mar parece el macho ideal.

Eligen a una pareja para toda la vida, literalmente, pues al mejor estilo de Romeo y Julieta, cuando uno muere, el otro permanece a su lado hasta que también fallece de hambre. En el cortejo, el ritual de apareamiento consiste en un baile, al unísono, que se prolonga por días enteros, entrelazando hocicos y colas.

Lo más curioso es su rol en la crianza. Diferente a la mayoría de los machos, estos hipocampos son los que gestan a las crías.

La hembra deposita hasta 1.500 huevos en la bolsa incubadora de él y es allí donde maduran de 14 a 28 días. Incluso sufren de contracciones. Pueden parir por la mañana y volver a gestar en la noche.

Regalos y la serenata más linda

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Las serenatas se han usado por siglos para enamorar. Sean rancheras, baladas o cualquier género, se sabe que funcionan.

Al mono gibón le va excelente con ellas.

Atraen a la hembra con elaboradas melodías que pueden oírse hasta a un kilómetro de distancia y, si alguna se siente atraída por las tonadas, acudirá al encuentro.

Son uno de los pocos primates que son monógamos, por lo que la pareja que se forme como fruto de esa canción será la que permanecerá junta para toda la vida.

Viven en grupos familiares con las crías más jóvenes que también aprenden a cantar y se ha reportado que pueden unir sus voces para cantar al mismo tiempo canciones completas.

La verdadera monogamia y sus peligros

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Otra especie monógama, esta vez en las aves, es el cóndor de los Andes. Eligen a su pareja, que conservarán por toda la vida.

Si uno de ellos muere, es muy difícil que el otro vuelva a “enamorarse”. Este comportamiento, que para algunos se ve romántico, aumenta sus riesgos de extinción y los mantiene en peligro.

Según Darwin Ruiz, zootecnista y nutricionista, la caza, deforestación, la ganadería y el envenenamiento lo agravan por el hecho de que su periodo reproductivo es extenso, pueden tener de uno a dos pichones al año, no todos sobreviven y solo se reproducen con su pareja.

Es incluso difícil que la inseminación artificial funcione. Su fidelidad los tiene en peligro.

Amor entre el mismo sexo

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En el reino animal también hay diversidad sexual, explica Sánchez. Algunas aves, como las guacamayas o las loras, pueden elegir una pareja para toda la vida y esa puede ser del mismo sexo.

También se han registrado, cuenta, cópulas entre machos con machos o hembras con hembras y puede tratarse de afinidad química y comportamental, aunque no haya reproducción.

La lagartija cola de látigo, por ejemplo, no requiere del macho para reproducirse.

Entre hembras se las arreglan para tener descendencia sin fertilización del macho en un proceso llamado partenogénesis.

También ocurre entre dragones de komodo y algunos tiburones martillo.

Más allá de la reproducción

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Los animales suelen aparearse en búsqueda de la reproducción. Sin embargo, diversos estudios señalan que algunos persiguen también el placer.

Según Gallego, este comportamiento puede deberse a la intención de crear lazos sociales o para aumentar defensas (ya que el sistema inmune se ve favorecido por las interacciones sexuales).

Los bonobos, por ejemplo, se relacionan entre sí a través del apareamiento; es así como resuelven conflictos o buscan unidad en su grupo social.

Los delfines, por su parte, suelen viajar en grupos de machos y competir con otros grupos, robando a las hembras y apareándose repetidamente con ellas.

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