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El uso masivo de tapabocas desechables se ha convertido en símbolo de la lucha contra el covid-19 y, a su vez, en un problema ambiental.
Como cualquier elemento fabricado con plástico, los tapabocas tienen componentes tóxicos que pueden contaminar tierras, aguas, afectar la fauna y el equilibrio ambiental. Además, tardan hasta 450 años en degradarse.
Con el objetivo de encontrar alternativas para desecharlos, un grupo de investigadores colombianos busca en los hongos unos posibles aliados. Estos microorganismos ayudarían a degradar específicamente los compuestos contaminantes.
El proyecto colombiano es apoyado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y realizado por la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad de los Andes y la Universidad del Rosario.
Los descubrimientos y el proyecto
Luis David Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Javeriana y uno de los investigadores de este proyecto, comenta que, entre otras cosas, analizaron de qué están hechos los tapabocas. “Es un tejido de plástico, principalmente de polietileno y, en algunos casos, de polipropileno. Este es el mismo material de las bolsas plásticas o de los frascos de champú, pero dada su composición, y sobre todo su uso, no es un material que se pueda reciclar”.
El proyecto consta de tres etapas: en la primera, a cargo de la Universidad del Rosario, se buscarán varios hongos con potencial para degradar compuestos complejos.
Entre ellos los más opcionados son los hongos de la podredumbre blanca, unos microorganismos que crecen sobre la madera en descomposición y la blanquean. Por esta característica son usados en la producción de papel.
“Lo que tratamos de hacer desde el semillero es buscar estrategias fisicoquímicas para facilitarle a los microorganismos la degradación de este tipo de materiales. Es como darle un pedazo de bocadillo a un bebé: le será muy difícil morderlo, pero si se lo damos en forma de jalea de guayaba le será más fácil consumirlo”, explica el experto.
En la segunda etapa, que está a cargo de la Universidad de los Andes, se producirán nanopartículas de dióxido de titanio, material que usó el profesor Gómez en su tesis doctoral para degradar láminas de polietileno bajo exposición de luz ultravioleta, las cuales se mezclaran con los tapabocas para ser sometidos a un proceso de foto-degradación, denominado fotocatálisis.
La tercera etapa estará a cargo de la Universidad Javeriana y consistirá en crear microcosmos, ambientes de laboratorio que recrean condiciones naturales y exponer los tapabocas pretratados con fotocatálisis a los hongos seleccionados. Allí se hará monitoreo y seguimiento a su biodegradación a través de análisis físicos y químicos.
“Es claro que no vamos a llegar a que desaparezca el tapabocas, pero sí estamos aportando en la búsqueda de una estrategia para que ese material se degrade más fácilmente y en menos tiempo”, finaliza Gómez.
La ONU ha alertado que la mala disposición de estos elementos podría llevar a que el 70 % termine en los océanos y hasta un 12% de ellos sea quemado causando, en ambos casos, graves impactos por contaminación.