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La soledad es una de las consecuencias que trae la covid-19. Además del confinamiento, quienes resultan contagiados deben aislarse incluso en sus hogares. La situación empeora para quienes terminan hospitalizados o en una Unidad de Cuidados Intensivos: las visitas están totalmente prohibidas y el contacto se reduce a lo virtual.
Aunque los pacientes que no son positivos para coronavirus sí pueden recibir visitas, la dinámica ha cambiado. Si antes se realizaban hasta cuatro visitas simultáneas, eso quedó en el pasado. Hoy se asignan turnos de acompañamiento de hasta doce horas, está prohibido el ingreso de comida, flores y dulces, y los visitantes deben estar todo el tiempo con tapabocas y, muchas veces, con guantes.
María Alejandra Bohórquez, jefe de Atención al Usuario de la Clínica CES, asegura que dadas las restricciones es indispensable generar nuevos lazos de comunicación entre pacientes y familia. “Tenemos un primer contacto por medio de una videollamada. Es muy difícil para las dos partes no tener compañía, el paciente necesita atención y el familiar ver a su ser querido, sentir que lo acompaña en un momento tan complicado”.
Sin embargo, todo depende de las condiciones de cada paciente. Si por ejemplo permanece intubado, bocabajo, el contacto con la familia se hace imposible por videollamada —a veces los mismo seres queridos no soportan tal imagen—, así se hace a través de cartas, videos o audios. “Nuestra estrategia también consiste en mantener contacto con la familia y nos preocupamos por capacitarla en distintos temas”, agrega Bohórquez.
En algunos casos, el acompañamiento busca no dejar solo a un ser querido en los últimos momentos de su vida y el coronavirus lo ha impedido. También ha afectado el proceso de duelo, pues las familias no pueden cumplir con la sepultura tradicional. Para casos como este, en la clínica CES crearon el Código Lila, una estrategia para familiares que tienen pacientes con coronavirus. “Cuando vemos que el paciente va a fallecer le notificamos a la familia, los acompañamos en ese momento de dolor, incluso estamos empezando a contar con la ayuda de un sacerdote que pueda aplicar los santos óleos, con todos los protocolos de bioseguridad”.
Convivir con la enfermedad en medio del aislamiento y asimilar el luto sin tener contacto alguno, son algunos de los cambios a los que nos debemos acostumbrar.