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El Puente de Occidente, la primera obra paisa que podría ser Patrimonio de la Humanidad

En su momento, el Puente de Occidente fue uno de los más largos del mundo. Todavía presta servicios a la comunidad.

  • El Puente de Occiedente fue una de las grandes obras del siglo XIX antioqueño. Foto: Julio Herrera.
    El Puente de Occiedente fue una de las grandes obras del siglo XIX antioqueño. Foto: Julio Herrera.
27 de diciembre de 2025
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Desde siempre la genialidad ha sido uno de los enigmas de la humanidad. Uno no entiende muy bien por qué —por ejemplo— un niño de una vereda de Sopetrán podía resolver de un vistazo operaciones matemáticas que a sus mayores le tomaban varios minutos. Sin piedad, la naturaleza del genio —sus dones excepcionales— nos confronta a los demás con las limitaciones de nuestro intelecto. De momento, no se me ocurre mejor manera de comenzar esta historia de la genialidad de José María Villa —la mente detrás del Puente de Occidente— que contando un diálogo sostenido por sus familiares.

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El arquitecto Juan Villa recuerda la conversación que sostuvo siendo un niño con su papá. Pongamos en contexto: en su familia las anécdotas sobre José María eran contadas a menudo. Entonces, Juan, desde pequeño, estuvo al tanto de la genialidad de su ancestro. Una vez, movido por la curiosidad de los niños, le preguntó a su papá si él —Juan— también sería un genio. El papá no se complicó con el asunto, al menos en el relato del arquitecto. Le dijo que no. “Mijo, de usted espero que con disciplina y estudio, salga adelante. Pero genio no eres, como tampoco lo soy yo”.

Los genio son luces que no se pueden esconder. José María Villa fue adoptado intelectualmente por su tío, Juan Nepomuceno Villa. Este le enseñó “el idioma inglés, el francés, la lectura de los clásicos de su biblioteca, como Ética, de Baruch Spinoza, y la interpretación del violín”, cuenta Juan. Sin embargo, muy pronto, el maestro cayó en la cuenta de que el niño necesitaba otros aires más estimulantes para su intelecto. Según Juan, José María fue el alumno más joven en ser admitido a la Universidad de Antioquia. Luego, fue el profesor más joven en ser nombrado en dicha institución educativa. Y así continuó hasta que Antioquia misma le quedó pequeña. Fue enviado a los Estados Unidos, donde estudió con las mentes brillantes de su generación, participó en la construcción del puente de Brooklyn y estuvo en el taller de Thomas Alva Edison.

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El viaje a los Estados Unidos lo hizo gracias al respaldo de las élites económicas de Antioquia. Esta práctica de los ricos de enviar a los talentos de la tierra a formarse al extranjero se repitió en los casos de Francisco Antonio Cano, de Blanca Uribe y de quién sabe cuántos más. El hecho es que ese mecenazgo comprometió a José María a volver a Antioquia. Incluso, ahora, Juan se pregunta cuál habría sido el destino de su ancestro si se hubiera quedado en Estados Unidos. Es una pregunta retórica: él mismo responde que alguien con semejantes destrezas habría alcanzado la celebridad mundial. Es decir, si José María hubiese hecho en Nueva York o en París lo que hizo en Antioquia sería uno de esos personajes cuyos nombres están en todas partes y cuyos rostros están en las enciclopedias.

Por supuesto, las especulaciones de este tipo son un delicioso material para las tertulias de café. Pensar en pasados y futuros alternativos son excusas para dar rienda suelta a la imaginación. No obstante, Juan tiene a su favor la construcción del Puente de Occidente. Construido entre 1887 y 1895, el puente fue un salto adelante en la ingeniería del país y del mundo. Sus casi trescientos metros de largo, la dificultad geográfica de la zona y las peculiaridades del río Cauca fueron desafíos que José María Villa resolvió a punta de matemática e inventiva. También se las tuvo que ver con el gran dilema de todo proyecto en América Latina: la plata.

“El presupuesto para construir el puente de Occidente se estimaba en 100.000 pesos de la época, aproximadamente. Obviamente los problemas de logística, la duración y los problemas de flujo de Antioquia hicieron que el proyecto se alargara, lo cual hizo que se acabara subiendo el costo a aproximadamente 120.000 pesos. Como quien dice, en plata de hoy, entre 8.000 y 9.000 millones de pesos”, dice Juan.

El Puente de Occidente representó un reto técnico sin precedentes para la ingeniería colombiana del siglo XIX. Su construcción, en la que participaron 400 personas, se enfrentó a la imposibilidad de levantar torres de 30 metros debido a la falta de materiales adecuados en el país. La madera disponible, el comino crespo proveniente de Liborina y Concordia, solo alcanzaba longitudes de 25 metros, lo que obligó al ingeniero José María Villa a replantear los principios conocidos de los puentes colgantes y a desarrollar nuevos cálculos matemáticos para hacer viable la obra.

A partir de esas limitaciones surgieron innovaciones estructurales que no tenían antecedentes en la ingeniería de puentes. Villa implementó un sistema de péndolas oblicuas, cables que descienden desde la catenaria principal hasta las vigas, cuando hasta entonces se utilizaban únicamente péndolas perpendiculares. Este diseño permitió dar mayor rigidez a una estructura más liviana, compensando la menor altura de las torres y logrando un comportamiento estable del puente, que reduce de manera significativa el movimiento propio de este tipo de construcciones.

Juan hace una comparación para resaltar el valor del Puente de Occidente. Cuenta que su construcción comenzó el mismo año en que iniciaron las obras de la Torre Eiffel. En ambos proyectos participaron personas de enormes talentos —genios—, que tuvieron destinos disimiles. Hoy nadie en el mundo separa la imagen de la torre de la de París: se han vuelto una. Y eso es así a pesar de que la obra no tenga utilidad práctica para los habitantes actuales de la ciudad luz. Ciento treinta años después de su inauguración, el puente de Villa es atravesado en motos, mototaxis y a pie por los residentes de Olaya y Santa Fe de Antioquia. Incluso, a pesar del peligro que representa, lo atraviesan ambulancias. En otras palabras, la Eiffel es un adorno mientras el Puente sigue vivo.

Sumado a esto, el puente hace parte del sueño Antioqueño de unir las subregiones y de comunicarse con el mar. De alguna forma, esta construcción en madera es el ancestro de los túneles que hoy vencen a las montañas y aumentan la velocidad del comercio y del transporte de Antioquia.

“Antioquia nace por segunda vez en el Puente de Occidente al poder tejer el territorio y poder hacer que lo que Pedro Justo Berrío quería hacer: llegar hasta el mar. Hoy, 130 años después, esto se está haciendo con los puertos en el Urabá. Así que el Puente de Occidente es un símbolo total que nos dice a los antioqueños desde dónde vienen nuestras luchas, desde dónde nos heredaron esos campesinos, lo que hoy podemos nosotros recoger”, dice Juan.

El Puente de Occiedente fue una de las grandes obras del siglo XIX antioqueño. Foto: Julio Herrera.
El Puente de Occiedente fue una de las grandes obras del siglo XIX antioqueño. Foto: Julio Herrera.

Dejemos de lado la retórica. Volvamos a las anécdotas. Esta es muy cinematográfica. El 27 de diciembre de 1895, día de la entrega oficial del Puente de Occidente, José María Villa caminó hasta la mitad de la estructura y tocó su violín durante el acto de inauguración. “El gesto estuvo marcado por una mezcla de tristeza y satisfacción, al considerar cumplida la misión de concluir la obra”, cuenta Juan. Durante ese momento, uno de los trabajadores se le acercó al verlo llorar y le preguntó por la razón de su emoción.

Villa respondió que las personas a quienes les había prometido la construcción del puente no estaban presentes para ver el resultado. Entre ellas mencionó a su profesor, su tío y su padre. En ese momento, el único de sus referentes que permanecía con vida era Manuel Uribe Ángel, quien se encontraba ciego y gravemente enfermo. Ante la situación, el trabajador le señaló que, aunque “esas personas no estaban, sí estaba Antioquia, en referencia al significado colectivo de la obra para el territorio”, dice Juan.

Los genios siempre protagonizan momentos estelares.

El Puente de Occidente continúa en la lista indicativa de Colombia ante la Unesco como posible Patrimonio de la Humanidad, pero el proceso para su postulación formal aún no se ha completado. De acuerdo con Juan, en la historia republicana del país no existe ningún bien constructivo reconocido como Patrimonio Mundial, ya que los casos inscritos corresponden a patrimonios naturales o a obras heredadas del periodo colonial (es el caso de las murallas de Cartagena, construidas bajo dominio del imperio español).

En ese contexto, el puente es considerado una oportunidad para que Antioquia y Colombia presenten una obra de ingeniería desarrollada en el país durante el siglo XIX.

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El antecedente más importante del proceso se remonta a 2012, cuando el arquitecto Juan Luis Londoño logró incluir el Puente de Occidente en la lista indicativa de la Unesco. En ese momento se identificó que la estructura cumplía varios de los criterios exigidos por el organismo internacional para aspirar a la declaratoria. Sin embargo, el trámite no avanzó hacia la presentación del expediente completo, por lo que la iniciativa quedó detenida durante más de una década.

Actualmente, la Corporación José María Villa impulsa nuevamente la postulación, bajo el liderazgo de un equipo de arquitectos que retoma el trabajo iniciado en 2012. Según Juan, el objetivo es consolidar un expediente técnico y patrimonial que permita presentar formalmente la candidatura ante la Unesco. Para ello, señalan que se requiere el respaldo de la Gobernación de Antioquia, así como el apoyo de la comunidad y de distintos sectores de la sociedad antioqueña, con el fin de articular esfuerzos institucionales y ciudadanos alrededor del proceso.

Juan insiste en la importancia de no relegar el legado histórico del puente ni de la ingeniería que lo hizo posible. Sostiene que las obras de infraestructura también forman parte de la memoria colectiva y del desarrollo del territorio, y que su valoración permite comprender procesos sociales, económicos y técnicos que marcaron la historia de Antioquia y del país. En ese sentido, el Puente de Occidente es un referente clave de la ingeniería nacional del siglo XIX.

Además de su papel en la conexión territorial, el entorno del puente está vinculado a otros hitos históricos. En septiembre de 1895, en una oficina asociada a este proyecto, José María Villa realizó los cálculos para la generadora eléctrica de Piedras Blancas, considerada la primera de Antioquia. Tres años después, esa iniciativa permitió la puesta en marcha del servicio de electricidad en Medellín, con la iluminación del parque de Berrío, marcando el inicio del desarrollo energético del departamento.

Juan dice que este lugar puede considerarse el origen de la historia eléctrica de Antioquia, a partir de hechos documentados y verificables. Destaca que desde allí se gestaron los cálculos y decisiones técnicas que dieron paso a un sistema energético que hoy tiene impacto nacional.

La postulación del Puente de Occidente, afirma, también busca visibilizar esa relación entre ingeniería, territorio y desarrollo.

De momento, el Puente sobrevive al tiempo en virtud de algunas reparaciones que se le han hecho. Sin embargo, ninguna institución gubernamental se ha hecho cargo de las gestiones para preservarlo.

Tal vez ese es otro de los rasgos de los genios: ni la gente de su tiempo ni la del futuro se preocupan por sus legados.

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