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En la primera fase de la pandemia, cuando todo era nuevo y se creía que duraría poco, muchos aprendieron a hacer postre de limón, se inscribieron a diferentes cursos gratuitos, compraron libros de mandalas y descargaron aplicaciones para meditar o aprender inglés.
Con los meses llegó la desesperanza y el hastío. Ya estaban cansados de bailar las mismas canciones con la trapeadora, de hacer maratones de Netflix, y de las clases virtuales de baile, yoga y cocina se fueron dejando en el olvido.
Otros, en cambio y a pesar del temor al contagio, decidieron arriesgarse e inscribirse en instituciones, escuelas y academias para aprender algo que los hiciera olvidarse, por momentos, del coronavirus.
Todos estos comportamientos son normales, según explicaron...