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Con la llegada de las toallas higiénicas desechables, alrededor del año 1895, las mujeres que tenían acceso a ellas ya no tenían que faltar a clases o a la iglesia ni perderse de reuniones o salidas, lo que les otorgó mayor libertad y fue un paso para la revolución femenina. Sin embargo, al ser desechables, con ellas se comenzó también a contribuir a un problema que ahora tiene consecuencias globales: la contaminación ambiental.
Esto se debe a que, en el mundo, 49,5 % de la población son biológicamente mujeres, de acuerdo con el Banco Mundial, lo que equivale a cerca de 3.712 millones de personas. Cada una, sin alguna condición externa, llega a menstruar durante 38 a 40 años al menos cinco días cada mes (2.400 días en total) y se puede cambiar de toallas o tampones al menos veinte veces por ciclo.
Así, mensualmente, y según los mismos cálculos de Unicef, utilizan entre 25 y 35 productos y al año la cifra llega a ascender hasta 300 o 400 que son desechados. Estos pueden tardar en descomponerse alrededor de 500 años, de acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Nacional de Colombia. Todo lo anterior sin tener en cuenta otros complementos, como los plásticos en los que están envueltos o pañitos húmedos.
El gerente de Negocio de Cuidado de la Mujer del Grupo Familia, Victor Huro Sarmiento, contó a EL COLOMBIANO que Nosotras, en Colombia, vende más de 1.000 millones de piezas de toallas y protectores diarios anualmente.
El Instituto Real de Tecnología de Estocolmo determinó en un estudio que, en el caso de estos desechos sanitarios, el impacto mayor sobre el calentamiento global se debe al procesamiento de polietileno (plástico) de baja densidad que acompaña a las compresas y tampones, y que la producción de la fibra de algodón requiere de agua, pesticidas, fertilizantes y otros agrotóxicos que contaminan y deforestan.
Por eso, para hacer frente a esta situación, hay diferentes productos y alternativas para que las personas con ciclos menstruales tengan periodos amigables con el ambiente.
asds
Copa menstrual
La copa es una alternativa que se ha popularizado debido a que no genera infecciones o irritaciones, tiene un ciclo de vida de más de cinco años y puede utilizarse sin vaciar durante máximo 12 horas seguidas. Sus precios normalmente van desde $ 60.000 hasta $ 150.000 y ya hay muchas marcas colombianas que las fabrican. Una mujer que opta por la copa puede ahorrar más de $ 200.000 anualmente y más de $ 8 millones en todo el ciclo reproductivo de 40 años.
“A diferencia de las toallas y los tampones, no genera ningún residuo en la vagina, así que disminuye el riesgo de infecciones”, cuenta la ginecóloga obstetra Alejandra Muriel.
Mariana Arias Castillo, fundadora de la marca de copas @IshaColombia, explicó que son realizadas con silicona de grado médico, material hipoalergénico, biocompatible que no genera irritaciones ni infecciones si se usa correctamente. Agrega que el diseño es cómodo, con dureza media (ni muy rígida ni muy blanda) para que no sea incómoda pero no genere fugas.
Volver a lo de antes
La copa no es para todas. Hay personas que, por razones psicológicas o físicas, decidieron no usarla. Mujeres con condiciones como vaginismo (contracción involuntaria de los músculos del suelo pélvico que producen cierre parcial o total de zona íntima); o que consideran que esto afecta su virginidad (aunque no es cierto, explican ginecólogos); o que tienen alguna condición o enfermedad en su sistema reproductivo optan por buscar otras alternativas. ¿Qué pasa si, aún así, quieren ayudar al medio ambiente?
Pensando en estos nichos de mercado, las diferentes marcas de productos de higiene íntima han recurrido al pasado, antes de que existiera lo desechable, y crearon líneas de productos reutilizables y lavables.
Sarmiento contó que Nosotras lanzó el año pasado una línea de panties que se puede usar hasta por 50 lavadas y que se usa como la ropa interior. Agrega que la marca le apuesta a tener soluciones para diferentes grupos de consumidoras y que de acuerdo con las ventas, el mercado está orientado al uso de productos no invasivos.
Arias menciona también que entiende que cada mujer es diferente, tiene temores, deseos y necesidades únicas, así que una opción no es suficiente. “Incursionamos en otras alternativas, como toallas y protectores reutilizables y panties. Estos los puede usar cualquier persona, incluso las que preferimos la copa y un día sentimos que no queremos usarla”.
Copa menstrual
La copa es una alternativa que se ha popularizado debido a que no genera infecciones o irritaciones, tiene un ciclo de vida de más de cinco años y puede utilizarse sin vaciar durante máximo 12 horas seguidas. Sus precios normalmente van desde $ 60.000 hasta $ 150.000 y ya hay muchas marcas colombianas que las fabrican. Una mujer que opta por la copa puede ahorrar más de $ 200.000 anualmente y más de $ 8 millones en todo el ciclo reproductivo de 40 años.
“A diferencia de las toallas y los tampones, no genera ningún residuo en la vagina, así que disminuye el riesgo de infecciones”, cuenta la ginecóloga obstetra Alejandra Muriel.
Mariana Arias Castillo, fundadora de la marca de copas @IshaColombia, explicó que son realizadas con silicona de grado médico, material hipoalergénico, biocompatible que no genera irritaciones ni infecciones si se usa correctamente. Agrega que el diseño es cómodo, con dureza media (ni muy rígida ni muy blanda) para que no sea incómoda pero no genere fugas.
Volver a lo de antes
La copa no es para todas. Hay personas que, por razones psicológicas o físicas, decidieron no usarla. Mujeres con condiciones como vaginismo (contracción involuntaria de los músculos del suelo pélvico que producen cierre parcial o total de zona íntima); o que consideran que esto afecta su virginidad (aunque no es cierto, explican ginecólogos); o que tienen alguna condición o enfermedad en su sistema reproductivo optan por buscar otras alternativas. ¿Qué pasa si, aún así, quieren ayudar al medio ambiente?
Pensando en estos nichos de mercado, las diferentes marcas de productos de higiene íntima han recurrido al pasado, antes de que existiera lo desechable, y crearon líneas de productos reutilizables y lavables.
Sarmiento contó que Nosotras lanzó el año pasado una línea de panties que se puede usar hasta por 50 lavadas y que se usa como la ropa interior. Agrega que la marca le apuesta a tener soluciones para diferentes grupos de consumidoras y que de acuerdo con las ventas, el mercado está orientado al uso de productos no invasivos.
Arias menciona también que entiende que cada mujer es diferente, tiene temores, deseos y necesidades únicas, así que una opción no es suficiente. “Incursionamos en otras alternativas, como toallas y protectores reutilizables y panties. Estos los puede usar cualquier persona, incluso las que preferimos la copa y un día sentimos que no queremos usarla”.
Estos productos de Isha funcionan igual, por absorción, duran hasta ocho horas de acuerdo con el flujo de cada mujer y se lavan con jabón neutro. “Están hechas con fibra de bambú, y con el uso adecuado pueden durar hasta tres años o más”.
Las opciones en el mercado son diversas y se acomodan a diferentes precios. Solo en panties hay otros como Leonisa, Somos Martina, Madre Selva, Selem, entre otros. En cuanto a protectores diarios lavables los hay en marcas como Veracup, La Lunera, Vul Boutique, Eva Copa Menstrual y otras.
Existen opciones menos conocidas y disponibles en el mercado colombiano, como el disco o la esponja menstrual. El primero es similar a la copa, pero se recomienta en casos de suelo pélvico debilitado o para quienes deseen mantener relaciones sexuales durante el ciclo. La segunda son las esponjas marinas, un método antiguo de fácil inserción, pero que puede causar alergias en algunas mujeres.
Al final del ciclo de vida, las copas se pueden incinerar y los demás productos se desechan como otras prendas de tela o se biodegradan. Esto, comparado con 12.000 productos desechables que usa una mujer en su vida, representa un cambio para el medio ambiente y el bolsillo.