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Todas las estaciones de monitoreo del Valle de Aburrá que controla el Siata amanecieron este domingo en amarillo (contaminación moderada), mucho mejor en comparación a los días de la semana pasada donde amanecían siempre en rojo (dañina a la salid) o este sábado donde habían algunas en naranja.
Justo el pasado viernes Medellín y el Valle de Aburrá cumplieron siete semanas de contingencia ambiental. A los problemas de la calidad del aire se sumó otra realidad: la emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus, que incidió para que las medidas tomadas en anteriores ocasiones, como el pico y placa ambiental, no surtieran el mismo efecto, ni lograran reducir la contaminación en la atmósfera.
“Las lluvias del viernes y sábado limpiaron la atmósfera y como no ha habido casi transporte y prácticamente las calles están vacías reducimos las emisiones de nosotros, por eso tenemos las estaciones en amarillo. Necesitamos que llueva por fuera del Valle de Aburrá para que apague los incendios que se vienen registrando y que se acabe de lavar la atmósfera”, afirmó Carmen Elena Zapata, directora del Laboratorio Calaire de la Facultad de Minas de la U. Nacional.
El Siata explica que al norte de Sudamérica hay unos ciclos anuales de incendios producidos por el verano que alcanzan su pico máximo entre marzo y abril, justo la época en la que el Valle de Aburrá vive su primera contingencia ambiental del año. Este 2020, sin embargo, las autoridades reportan un número de incendios que ha superado el promedio anual histórico.
El último reporte conocido evidencia que más de 5 mil incendios permanecen activos. Sus efectos, juntos, son transportados por ráfagas de viento no solo hacia al Aburrá. Ciudades como Bogotá también han reportado inusuales concentraciones de material particulado y una duración mucho más larga de contingencias ambientales.
La población, además, se ha visto enfrentada a una emergencia excepcional provocada por la expansión del coronavirus. Las autoridades se debaten entre mantener las restricciones de movilidad por el pico y placa ambiental o tomar otras decisiones que parecen en franca contradicción pero que se explican debido a la emergencia sanitaria.