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Hostales ‘rumberos’: el nuevo dolor de cabeza en El Poblado

Crecimiento de estas ofertas repercute en afectaciones por ruido. Se alega incumplimiento del Plan de Ordenamiento Territorial.

  • Hospedaje que causó polémica por rumba de tres días entre El Poblado y Buenos Aires. FOTOS CAMILO SUÁREZ
    Hospedaje que causó polémica por rumba de tres días entre El Poblado y Buenos Aires. FOTOS CAMILO SUÁREZ
  • Sector de Provenza, una de las zonas de El Poblado en la que habitan comercios, hoteles y residencias.
    Sector de Provenza, una de las zonas de El Poblado en la que habitan comercios, hoteles y residencias.
  • Frontera entre comercios y residencias también es escasa en Laureles. Hablan de hospedajes similares a los de El Poblado.
    Frontera entre comercios y residencias también es escasa en Laureles. Hablan de hospedajes similares a los de El Poblado.
26 de junio de 2022
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Una rumba de tres días y dos noches calentó los ánimos entre los habitantes de la Asomadera 2, en la frontera de El Poblado y Buenos Aires, la semana pasada. La música, a alto volumen, quedó registrada en varios videos que circularon por redes sociales. Cinco días de sellamiento le costó al establecimiento la sanción de las autoridades. “Nos robaron la paz”, dicen los vecinos. “Se están pasando el POT —Plan de Ordenamiento Territorial— por la faja”, se lamentan.

La indignación en la zona no es menor: el “hospedaje rumbero”, como allí le llaman, comenzó como una construcción de una vivienda familiar. “Cuando empezaron a levantarlo, de vivienda familiar se vio muy poco: montaron una barra de cócteles, piscina y, cuando estuvo listo, vinieron las rumbas”. El lugar, según confirmó la Policía Metropolitana, funciona como hospedaje mediante la plataforma “Airbnb”.

La queja fue atendida por el CAI de La Milagrosa y el Grupo de Protección al Turismo. Según el reporte oficial, el establecimiento es una vivienda sin razón social. “No tiene letrero ni nada. Funcionaba como una vivienda de alquiler y se les fue la mano con el volumen”, precisaron las autoridades. Aunque el lugar cuenta con certificación en el Registro Nacional de Turismo, “no tenía los demás permisos”.

El caso es un buen ejemplo de la transformación, no tan silenciosa, que por allí se extiende. Si bien el “adn” de El Poblado ha conversado con actividades comerciales e industriales durante años, el POT es el instrumento que reglamenta en qué zonas pueden tener lugar o no.

Eso, al parecer, se está burlando con mayor frecuencia. Además de hospedajes y hoteles con terrazas rumberas, las quejas por exceso de ruido en zonas de alta mixtura —en las que conviven residencias, comercios y hoteles— no son menores. No es que la herramienta de ordenamiento territorial —que rige desde 2014— se haya quedado corta, dicen expertos, sino que su cumplimiento no ha sido el esperado.

Dolores de cabeza

El Poblado tiene 24 barrios. Es, prácticamente, el centro económico y de entretenimiento de la ciudad. Los problemas por el uso del suelo, según Juan Sebastián Rey, presidente de la Junta Administradora Local (JAL), vienen desde hace años. “Lo que pasa es que cada vez son más los hostales”, dice. “Hay algunos donde no se respeta la ley y hasta altas horas de la noche hay fiestas; más que todo en las zonas altas”.

Las lomas de la comuna son por definición del POT de menor mixtura. Es decir, su vocación es menos variada: suele limitarse a sectores residenciales. Estas, precisamente, son las zonas en las que advierten con más recelo la escalada de los establecimientos reseñados por Rey. En las zonas bajas, como Aguacatala y Patio Bonito, más cerca del río, se ha fomentado una vocación múltiple. Esta, sin embargo, no funciona como un cheque en blanco.

“El tema se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza”, expresa José Fernando Álvarez, coordinador de la Mesa Ambiental de El Poblado. “Esto es una zona a la que todo el mundo llegó a montar negocios”. La inconformidad no es por los establecimientos, sino por las dinámicas que generan a su alrededor: el ruido, y sus efectos en la tranquilidad y salud de los vecinos, es la queja más frecuente.

Así lo confirma Sergio Rúa Álvarez, quien lideró la formulación del Plan de Acción Ambiental (Paal) para la comuna, en convenio con la Universidad de Antioquia y la Alcaldía. De 17 problemas ambientales que allí tienen lugar, los conflictos asociados a la contaminación por ruido comienzan a posicionarse como los más traumáticos para los residentes. “La causa es el manejo inadecuado del ruido por parte de los establecimientos y la poca vigilancia y control de los hoteles”, dice Rúa.

Entre los estudios ejecutados para constituir el Paal de El Poblado se contó con una encuesta de percepción de ruido, una novedad entre los estudios de este tipo que ya se han ejecutado en otras comunas de la ciudad.

Fueron 200 los encuestados, con la posibilidad de calificar entre cero (nula) y cinco (máxima) la afectación por este tema. El promedio que arrojó el ejercicio fue de cuatro puntos. “Lo más referenciado fueron las malas prácticas comerciales y los hoteles con terrazas que hacen fiestas en zonas residenciales”.

Aunque el ejercicio no alcanza a ser representativo, la insuficiencia de tecnología para la medición de decibeles —unidad de medida del ruido— dice mucho, en palabras de Rey. La comuna solo cuenta con una estación de medición en el sector del Politécnico Jaime Isaza Cadavid. “No alcanza a indicarnos la problemática real que existe en cuanto a los comercios”.

Según un análisis del Área Metropolitana, en 2020 los barrios con más contaminación nocturna de ruido en El Poblado fueron Colombia (65,2 decibeles), Astorga (62,5), El Poblado (63,7), Villa Carlota (62,5), El Castillo (60,8), Patio Bonito (61,3) y Manila (60,6).

Lo que autoriza la Resolución 8321 de 1983, emitida por el Ministerio de Salud, son máximo 60 decibeles en la noche en zonas comerciales, mientras que el máximo en las residenciales es de 45. Los barrios mencionados combinan ambas vocaciones y, sin embargo, marcaron niveles por encima de lo recomendado.

Un cambio acelerado

El Poblado carece de una actualización en su Plan de Desarrollo Local, indica Rey. Está vigente desde 2015, pero la dinámica ha cambiado de manera acelerada. “Un barrio como Provenza no tiene la misma contextura y uso que se le daba antes. Hay otros que están cambiando, caso de las zonas altas, donde más vive la gente”.

Las quejas por perturbación a la tranquilidad debido a hoteles con terrazas nocturnas u hospedajes llegan hasta la Asociación Hotelera y Turística de Colombia (Cotelco), comenta Sandra Restrepo, directora de su capítulo Antioquia. “La gente llama a decir que le pasa eso en el edificio. En apartamentos están apelando a malos usos, como rentarlos por días. Pero Cotelco no es un ente regulador”.

Para que un establecimiento pueda constituirse en hotel o prestar servicios de alojamiento debe cumplir, además de los registros turísticos, con lo que ordena el POT en cuanto a usos del suelo. La responsabilidad de autorización y vigilancia en ese frente la tiene el Municipio, reitera Restrepo, por lo que este debe “mirar qué autorizaciones entrega. Se supone que estas son para sectores de alta mixtura y no residenciales”.

Las salidas para los afectados por estos casos no son muchas: se puede acudir a la Policía y presentar el reporte o, en caso de que no funcione, pedir apoyo de la Superintendencia de Industria y Comercio.

Pero la tranquilidad no es lo único que pierden quienes se quejan por el ruido. Si bien es clave que la ciudad avance en ser un territorio mixto (ver recuadro), cuestión que han visto de manera acelerada los 130.000 habitantes de El Poblado, los desbarajustes en este proceso pasan facturas en términos de valorización.

“Algunos vecinos han visto caer los precios de sus viviendas o propiedades. Pasó con los del Parque Lleras: por inmuebles residenciales de $2.000 millones ahora ofrecen $800 millones”.

¿Y las autoridades?

Pese a que compartimos un cuestionario con la Alcaldía de Medellín, hasta el cierre de esta edición no se recibió respuesta. Eso preocupa, y más cuando urge la implementación de los protocolos ambientales urbanísticos que se fijaron en el POT.

De nada sirven mecanismos como el Paal que formularon en El Poblado, cuando en otras comunas se han adelantado ejercicios similares que, por falta de financiación, se quedaron en el papel.

No hay que ir muy lejos, dice Juan José Pérez, integrante de la JAL de Laureles. “Somos un territorio de alta mixtura, pero cada vez confluyen más hoteles y actividades comerciales en zonas que eran residenciales”.

De por medio, insiste Rúa, un común denominador: el ruido. “Es una problemática que avanza desde hace años, pero ha sido invisible: no salta a la vista, cosa que sí ocurre con los residuos y las aguas contaminadas”.

Esa fue la gota que rebosó la copa entre los vecinos de la Asomadera 2 hace una semana. Jorge Luis Castro, uno de los afectados, expresó: “Convirtieron una casa residencial en un supuesto hotel, pero la realidad es que es un punto de alquiler clandestino para la rumba seguida que perjudica a todo un barrio residencial”.

Aunque tratamos de ubicar a los representantes del hospedaje que desató la polémica y le abrimos las puertas de este diario para compartir su versión, no logramos contactarlos. Lo cierto es que no es el único caso y, según el Observatorio de Participación de la Personería, un grupo de ciudadanos ya prepara una acción popular para buscar acciones de fondo sobre este tema.

60
decibeles es el máximo de ruido para zonas comerciales; 45 para residenciales.
24
barrios componen El Poblado. Los más afectados por ruido son Colombia y Astorga.

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