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Así avanza inagotable persecución a “Otoniel”, jefe del Clan del Golfo

El capo del Clan del Golfo ha esquivado 12 operativos en 2 años. Altos oficiales, entre sus informantes.

  • Asaltos aéreos y patrullas de reconocimiento son la base de la lucha contra el Clan del Golfo, más la infiltración de agentes. FOTO cortesía policía
    Asaltos aéreos y patrullas de reconocimiento son la base de la lucha contra el Clan del Golfo, más la infiltración de agentes. FOTO cortesía policía
  • Los uniformados que se infiltran en la selva del Nudo de Paramillo deben evitar la vigilancia de los “rastrillos”. FOTO cortesía policía
    Los uniformados que se infiltran en la selva del Nudo de Paramillo deben evitar la vigilancia de los “rastrillos”. FOTO cortesía policía
28 de septiembre de 2020
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La información era de una fuente 1A. Eso dijeron los investigadores policiales de la Operación Agamenón. Por eso, los dos comandos estaban allí, camuflados entre la sofocante jungla del Nudo de Paramillo, persiguiendo al narcotraficante más buscado del continente.

Era enero de 2020 y dos hombres, expertos en la guerra de monte, ajustaban cinco días en su patrullaje de reconocimiento. Uno pertenecía a las Fuerzas Especiales del Ejército, y el otro a las de la Policía. Antes de esta misión no se conocían, pero ahora avanzaban juntos hacia el peligro.

Según los datos reunidos por las agencias de Inteligencia en los últimos meses, Dairo Antonio Úsuga David (“Otoniel”) se movía con una escolta personal de tres hombres, a lomo de mula, deambulando por las trochas de aquel insondable cruce de serranías que conectan a Antioquia con Córdoba.

Las condiciones climáticas del terreno, con barrancos escarpados y neblina impredecible, dificultan un asalto aéreo. El relieve de cañón, además, deja a los helicópteros muy vulnerables a los ataques con artillería desde las laderas.

Por eso, en el puesto de mando unificado, en la base antinarcóticos de Necoclí, decidieron que lo mejor era infiltrar a los dos comandos en la selva, para que avanzaran sigilosamente hacia el blanco.

Anillos de seguridad

“Otoniel”, al igual que los otros cuatro jefes del “estado mayor” del cartel narcoparamilitar Clan del Golfo, tiene dos anillos de seguridad externa.

El primero es vergonzoso de reconocer para las autoridades, pero es un secreto a voces entre los uniformados que han perseguido a “Otoniel” desde 2015, cuando se creó la Operación Agamenón.

“Hay un grave problema de filtración de la información. El Clan del Golfo cuenta con una red de informantes dentro de las Fuerzas Militares y de Policía, conformada por oficiales de alto grado, de capitanes para arriba”, le contó a EL COLOMBIANO uno de los agentes involucrados en la misión, quien solicitó la reserva de su identidad.

Esta es una de las explicaciones al porqué no ha sido capturado Úsuga David, pese a la fuerte inversión de recursos estatales y esfuerzos operacionales durante un lustro. Entre 2018 y 2020 hubo 12 incursiones para capturarlo, vivo o muerto, que “fracasaron porque un día o dos antes de lanzar el asalto, se filtraba la información y el objetivo se movía de lugar”, prosiguió la fuente.

La sospecha ha quedado confirmada con la incautación de varias USB, en las que se detallan los pagos a la nómina de la banda. Allí aparecen mencionados los corruptos: teniente, mayor, coronel y demás, con coimas que van de $5 a $10 millones.

Entre los capturados por esos nexos ilegales está el mayor Héctor Murillo Rojas, con 17 años de servicio, quien al momento de su arresto, en noviembre de 2017, era el jefe del Modelo Nacional de Vigilancia por Cuadrantes en el Departamento de Policía de Antioquia. Hoy purga una condena de seis años de cárcel por concierto para delinquir y prevaricato por omisión.

El segundo anillo de seguridad lo conforman “los rastrillos”: campesinos que conocen el territorio como la palma de la mano, y lo recorren a caballo sin descanso. El cartel les paga un salario mínimo para que reporten cada movimiento extraño, usando un radio de comunicación punto a punto.

El espectro de la señal es corto, de unos 300 metros, así que el mensaje viaja de “rastrillo” en “rastrillo” hasta llegar a las bases de comunicaciones improvisadas que el Clan suele instalar en la selva. Ahí cuentan con antenas repetidoras y un radiooperador enlazado con la escolta personal del cabecilla, que finalmente transmite los pormenores.

Desconfianza venenosa

La carrera delictiva de “Otoniel” comenzó en la adolescencia, cuando ingresó a las filas de la guerrilla del Epl, en su natal Urabá. Tras la desmovilización del grupo, en 1991, pasó a las Autodefensas paramilitares, hasta 2006. De ahí ingresó a la filas de las Autodefensas Gaitanistas o, como la denominan las autoridades, Clan del Golfo.

“La persecución de nosotros obligó a ‘Otoniel’ a vivir como en sus antiguos días de guerrillero. Improvisa campamentos en la maraña y no pasa más de dos noches en un mismo lugar. No volvió a ver a su esposa ni a los hijos. No confía en nadie”, narró otro de los detectives de Agamenón.

Úsuga tiene 49 años y 34 de ellos los ha pasado con un fusil terciado. Lidera una organización criminal de 3.700 hombres, entre combatientes y socios, con influencia en 20 departamentos de Colombia y células en España, Venezuela y Panamá.

Recibe dineros del narcotráfico, la extorsión, minería ilegal, lavado de activos y contrabando, entre otras rentas, pero a su alrededor no parece haber más que maleza, sin ningún palacio para regodearse en la opulencia.

Un documento de Inteligencia conocido por este diario señala que el círculo de confianza de “Otoniel” y sus comandantes está resquebrajado. La división empezó a notarse en septiembre de 2017, cuando entre el Clan y el gobierno de Juan Manuel Santos se concretaron varias reuniones para pactar el desarme de la estructura.

Úsuga les planteó la idea a sus militantes, pero muchos de ellos, que ni siquiera tenían órdenes de captura en contra, no lo secundaron. El cabecilla no pudo agrupar a toda la tropa, que no aceptó las condiciones del Gobierno, y las negociaciones se congelaron.

Dichas fracturas en la línea de mando se acrecentaron, según Inteligencia, con la muerte de su primo Darío Úsuga Torres (“Pueblo”) el pasado 14 de agosto, durante un operativo de la Fuerza Pública en Mutatá, Antioquia. El difunto comandaba el frente Carlos Vásquez, de 500 hombres, y coordinaba el despacho de rutas del narcotráfico hacia Europa, desde el golfo de Urabá.

Era un enlace clave para “Otoniel” y ha habido desacuerdos sobre quién debe reemplazarlo. Esta inestabilidad afectó el negocio de cobrarles una millonaria comisión a los narcotraficantes que quieran exportar cocaína desde Urabá, correspondiente al 25 % de sus ganancias totales con el envío.

Algunos de los narcos aliados del Clan, cansados del acaparamiento y de que gran parte del botín quede en manos de los superiores, estarían engañando a sus socios, montando una farsa con la droga.

“A los cabecillas les hacen creer que los cargamentos fueron incautados por las autoridades nacionales o internacionales, apoderándose así del valor total del envío, sin pagarles el ‘impuesto’”, reza el informe.

“Por un pelito”

Claudia Carrasquilla, exdirectora de Crimen Organizado de la Fiscalía y quien conoció de cerca el trabajo judicial y operacional contra el Clan, señaló que Agamenón merece una nueva inyección de recursos y atención por parte del Estado.

“Los resultados han sido afectados por la rotación de generales y comandantes de la Operación, eso perjudicó la continuidad del trabajo. Para lograr la captura de ‘Otoniel’, y de otros cabecillas estratégicos, se requiere una mejor coordinación entre las fuerzas y aumentar la cantidad de hombres disponibles, que bajó de 300 a 100”, señaló.

Muchos de los funcionarios de Agamenón fueron enviados a otras regiones de Colombia, a combatir diversas amenazas en operaciones similares, como “Aquiles” (Bajo Cauca), “Hércules” (Nariño), “Atenea” (Llanos Orientales) y “Esparta” (Catatumbo). Esto debilitó los esfuerzos en el Nudo de Paramillo.

El analista de seguridad Boris Castaño opinó, sobre “Otoniel”, que “al estar tan aislado su captura ya no impactaría la actividad criminal, que seguro delegó en otros cabecillas; estaríamos hablando de una captura de impacto publicitario y por honor”.

El experto agregó que para detenerlo es necesaria “la activación de una burbuja de inteligencia, que es un grupo dedicado exclusivamente a un objetivo, que trabaja aislado de los otros investigadores que atacan al resto de la banda. Esta burbuja debe tener acceso a toda la información relacionada con el objetivo y solo se concentra en él”.

EL COLOMBIANO conoció que dicha burbuja ya existe, con unidades adscritas al Comando Conjunto de Operaciones Especiales, que cada vez se aproximan más al blanco.

En la incursión de enero, la más reciente contra “Otoniel”, los dos comandos de la patrulla de reconocimiento ya estaban cerca, de acuerdo con la información que poseían.

Uno de ellos, tirador de alta precisión, esperaba tener una panorámica despejada para apretar el gatillo, tan solo un instante que valiera el sacrificio de tener que internarse en una zona donde en cualquier momento el enemigo podría liquidarlo.

De súbito, un “rastrillo” los descubrió. Los uniformados quedaron perplejos. ¿Era un campesino corriente, o uno de los cien ojos de “Otoniel” en la selva? Los radios comenzaron a chirriar entre la maleza, anunciando al cabecilla que venían por él.

Desde la base de Necoclí les ordenaron abortar la misión, para no arriesgarlos. “Otoniel” volvió a escapárseles de las manos, “por un pelito”, como dijeron los agentes a cargo del operativo, quienes a su vez prometieron volver a intentarlo las veces que sea necesario, hasta tener cara a cara a su enemigo..

5

años y medio ajusta la Operación Agamenón,

contra el Clan del Golfo.

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