La versión de mi vida, de Richard J. Lewis

Triunfos y derrotas de un hombre común

Por: Oswaldo Osorio


El cine de autor ha sido uno de los cánones con los que se han juzgado las películas en el último medio siglo. Pero normalmente cuando se habla de cine de autor, se piensa y tiene que ver con unas cualidades y características por las que se reconoce a un director que tiene un estilo y un universo propios. No obstante, en esta película hay una variación significativa, y es que ese universo reconocible es el de un actor, Paul Giamatti, a quien se le ve en un rol que parece importado de otros filmes, como Entre copas, Esplendor americano o La dama en el agua.

Es cierto que, por efectos del Star system (cuando el público va a ver una película por la mera presencia de una estrella en el rol protagónico), un Tom Cruise siempre hace de Tom Cruise en las películas. Pero cuando se trata de un actor que suele participar de cintas que no están obligadas por las reglas de la industria, como es el caso de Giamatti, parece contradictorio que se le vea a menudo –en  especial si es protagonista- haciendo el mismo papel, lo cual nos lleva a pensar que también existe un Star system del cine independiente, cine arte, o de ese cine con mayores pretensiones artísticas, como se le quiera llamar.

La cuestión es que un espectador más o menos asiduo al cine ve a este actor y, de inmediato, sabe que será un hombrecito cargado de defectos, con un cinismo y una falta de tacto que lo definen, con un cierto éxito profesional y una ética ambigua, la cual le granjea tanto amigos como enemigos, pero que, muy en el fondo, siempre será una persona noble y sentimental.

Cualquier película donde este actor es protagonista, tendrá estas características. La versión de mi vida, basada en la novela homónima de Mordecai Richler, naturalmente, no es la excepción. Y si toda la historia está en función de estas características del personaje, pues ya tenemos bien definida la película.

En otras palabras, es el mismo personaje que hemos visto antes, pero con unas variantes fundamentales, como sus tres matrimonios, la historia de amor que parece darle sentido a todo y esa terrible enfermedad que marca sus días finales, como si fuera un castigo por sus culpas.

En esa medida, no es una cinta especialmente atractiva o reveladora, porque su tesis parece ser que quiere dar cuenta de la vida de un hombre “común y corriente” que vive una vida llena de triunfos y derrotas. Sin embargo, lo que importa en ella son los detalles, algunos gestos y los pequeños momentos.

Es ahí donde se puede encontrar algo fascinante y revelador: un productor de televisión que parece odiar a su estrella, pero secretamente paga para que la prensa la elogie; una tumba con el nombre de una pareja como el sentido final de la vida; o una pelota de colores que es recogida por un hidroavión para revelarnos un misterio que se planteó desde el principio.

Nada del otro mundo, solo pedazos de vida retratados por medio de un actor que habituamente hace el mismo papel… y aún sí, puede funcionar y decirnos algo más esencial que ver a Tom Cruise haciendo siempre de Tom cruise.


10 cortos colombianos bajo la lupa


Por: Oswaldo Osorio

El cortometraje casi nunca tiene la posibilidad de que se le haga una crítica. Sin espacios de exhibición y, consecuentemente, sin público, resulta poco estimulante ocuparse de ellos. Intentando pagar esta deuda, aquí están las reseñas críticas de diez cortos colombianos de la última década. No es un conteo ni una rigurosa selección, es solo un grupo de buenos y significativos trabajos de los que siempre quise escribir.

Alexandra Pomaluna (Gloria Nancy Monsalve, 2000)

Una película imperfecta en algunos aspectos de su factura pero de gran fuerza en la construcción de su historia y en las implicaciones éticas y sociales del universo que propone. La influencia del realismo de Víctor Gaviria se hace evidente en esta alumna aventajada. La historia ya ha sido escrita, cantada y contada por el cine, pero no por eso su adaptación a la violencia de los barrios marginales de Medellín es menos eficaz. El travesti que monta una peluquería es tratado igual que las prostitutas del cuento de Maupassant, la canción de Chico Buarque o la película de John Ford. Es víctima de la injusticia y la violencia de su tiempo, pero sobre todo, de la doble moral de una sociedad que más fácil repudia a un hombre con maquillaje que al asesino del barrio.

Od, el camino, (Martín Mejía, 2003)

Aunque pareciera hecha por un europeo discípulo de Tarkovski, esta película es el trabajo de grado de un estudiante de cine de la Universidad Nacional. Su arrobamiento por el tratamiento de la imagen es el principio que rige esta cinta, simple como relato pero de compleja elaboración en su concepción estética. Es un día en la vida de un campesino que tiene su hijo enfermo. Como una mística peregrinación que salvará a su vástago, el hombre recorre fríos paisajes abrazados con impasibilidad por la niebla, los recorre como si fuera un héroe mítico que ha sido enviado en busca de los ingredientes para preparar una pócima milagrosa. Las suaves y logradas texturas son cómplices de esta sugerente cinta, en la que nada grita ni desentona, ni visual ni sonoramente. Porque en ella el sonido es también tan sutil y elaborado como la imagen, creando ambos una experiencia estética delicada y llena de sensibilidad.

La cerca (Rubén Mendoza, 2005)

En el cine nacional, el conflicto que ha vivido el país es un tema tan habitual que suele tratarse de forma muy obvia o directa. Sin embargo, en esta película, sin dejar de llamar las cosas por su nombre, las implicaciones de esa violencia y sus raíces políticas son llevadas mucho más lejos, tanto como las más intrincadas relaciones familiares o como las honduras del subconsciente. El odio que se tienen los protagonistas de este corto, padre e hijo, solo es comparable con el odio que ha habido históricamente en Colombia entre rojos y azules, entre guerrilleros y paras o simplemente entre vecinos. Apenas a partir de unas convincentes actuaciones, un largo diálogo y la alusión a un par de sueños, este relato revela con lucidez y contundencia todo ese odio que explica tantos males en el país, y toda esa historia que ha estado condicionada por este sentimiento. Revestida de una macabra poesía y un muy sutil humor, este cortometraje es uno de los trabajos más inteligentes, sólidos y maduros del cine nacional. http://www.youtube.com/watch?v=rtvUnAXMLeo

Juanito bajo el naranjo (Juan Carlos Villamizar, 2006)

Una bella y divertida fábula sobre la culpa desde la perspectiva de un niño, esa culpa que, por el travieso robo de una naranja, es alimentada por los miedos y amenazas que  acosan a los campesinos colombianos. Sin ser explícitamente una historia sobre el conflicto armado, es evidente su presencia en la cotidianidad del país, al punto de meterse hasta en los sueños de un inocente niño. Este doble conflicto propuesto por la película, es decir, la culpa del niño y el temor de perder a su familia a causa de la violencia en el país, está planteado en un relato de perfecta factura en su puesta en escena e inteligente manejo del color, la luz y el paisaje.

http://www.youtube.com/watch?v=VXRt_dT67pQ

Ciudad crónica – Collar de perlas (Klych López, 2006 – 2007)

La precisión narrativa y el dominio de la técnica cinematográfica son la marca de fábrica de este director. También sus temas serios y problemáticos, tratados con sentido crítico,  desalentadora ironía y fuerza dramática. Todas estas características/virtudes se pueden ver en estos dos cortometrajes. El primero, es sobre la ética periodística y la forma en que pierde gravedad la muerte en un país como el nuestro. Un amargo relato de tristes personajes que deja mal parado a todo el mundo, y que, además,  juega con un doble final muy sugestivo para la reflexión sobre el tema. Collar de perlas, por su parte, en “colombiano” significa collar bomba. Unos criminales, una mensajera y una víctima, provista de este adorno autóctono, son los ingredientes para una historia macabra y paródica, inspirada en la crueldad nacional.

Como todo el mundo (Franco Lolli, 2007)

Es pasmosa la naturalidad y fuerza que consigue este cortometraje con economía de recursos. Un adolescente de clase alta lidia con su madre ante la precariedad financiera en la que se encuentran, mientras trata de llevar una vida social normal con sus amigos. Santiago Porras, actor natural, y la siempre enérgica actriz Marcela Valencia, consiguen un impecable registro de la tensión que puede haber entre madre e hijo. El talento y buen criterio del director no es menor, porque, primero, tiene la lucidez de identificar en unas situaciones cotidianas sus implicaciones dramáticas y hasta sociológicas, y segundo, es capaz de concebir una puesta en escena deslumbrante por su espontaneidad y perfecta ejecución. El espectador se olvida de que son actores y, con toda certeza, logra una inmediata identificación con ellos y se le revela un mundo, con todos sus matices y detalles, que empieza a existir después de ver esta película.

Sin decir nada (Diana Montenegro García, 2007)

Un amor juvenil cruzado por el miedo al rechazo afectivo y a los prejuicios sociales. Una joven oculta su timidez en su afición por la fotografía, la cual le sirve también para espiar e idealizar a su amor platónico, una compañera de clase. Su propia voz  nos cuenta sobre sus sentimientos y emociones, mientras que las imágenes se aventuran a buscar la intimidad, primero de cada una de ellas y luego de ambas juntas. Un relato sin sutilezas en la construcción del  universo malvado que puede ser un colegio femenino, pero también lleno de sensibilidad para con una historia de amor atípica, audaz y en principio imposible. http://www.youtube.com/watch?v=4PirD59DwqY

La serenata (Carlos César Arbeláez, 2008)

Las aventuras de un par de mariachis en la noche medellinense son contadas aquí con una mezcla de realismo y picaresca. La dura vida del rebusque se enfrenta con la frustración de un futuro incierto y una ciudad hostil y llena de trampas. Clientes que no pagan, gente que les dispara a los músicos, billetes falsos y marginalidad en la calle, toda esa carga dramática y de problemática social, si no se tiene una visión reflexiva sobre la historia, puede pasar desapercibida por lo que hay en primer plano: un par de músicos quejumbrosos, divertidos y viviendo una mala racha. Uno de ellos es interpretado por Favio Restrepo, quien de nuevo compone otro arquetipo del paisa con soltura y convicción. Una cinta divertida, reflexiva y recreada con espontaneidad.

Eskwe quiere decir colibrí (Mónica María Mondragón, 2010)

Hermosa y dolorosa historia sobre una niña indígena que, literalmente, vaga por un prostíbulo mientras su madre trabaja. La sola enunciación de esa imagen ya tiene una enorme carga visual, dramática, social y sicológica. Su directora sabe responder a esta carga y construye un relato que, casi sin argumento,  está hilado por el recorrido y la mirada de esta niña, a partir de los cuales es capaz de dar cuenta de un universo turbio y vivaz al mismo tiempo, y tan lleno de soledades como de personas. Por otra parte, es sorprendente como la película, por la forma en que mira la cámara y maneja la luz,  es capaz de encontrar la belleza en ese ambiente derruido, sucio y decadente.

Publicado en la  Revista Kinetoscopio No. 94, abril – Junio de 2011.

Kinetoscopio 95

Acaba de salir la edición 95 de una de las revistas más importantes de cine en América Latina. Este veraderamente es un número especial, pues todo está dedicado al maestro del suspenso Alfred Hitchcock. Los editores y escritores de la revista se olvidaron de todos los temas del cine que no tuvieran que ver con su querido Hitch. Por eso prácticamente la totalidad de las 120 páginas están dedicadas a su vida, genio y obra. Más información: 513 44 44 – 110 / www.colomboworld.com

El páramo, de Jaime Osorio Márquez

Con el miedo adentro

Por: Oswaldo Osorio


La industria de cine se soporta sobre los géneros cinematográficos. Esto porque es un cine de fácil identificación para el público y, por lo tanto, muy popular. Y entre los géneros que más gustan están el thriller y el horror. Esta película parece estar a mitad de camino entre ambos, que se diferencian por la naturaleza del conflicto o de la amenaza que se cierne sobre los protagonistas, pues mientras en el thriller esa amenaza es representada por el hombre mismo, en el horror se trata de fuerzas sobrenaturales.

Justamente la premisa de esta película está en crear la duda sobre si se trata de un thriller o de una película de horror. Es decir, si de lo que se tienen que defender esos nueve soldados es del mal que proviene de los hombres o de inexplicables y misteriosas fuerzas. El problema es que para hablar de esta cinta hay que despejar esa duda, y saber esto puede dañar la expectativa para quienes no la han visto.

El primer elemento que proporciona el relato se decanta por un cuento de horror: el espacio donde se desarrolla la historia, una base militar perdida entre la niebla de un páramo se convierte en el protagonista indispensable por vía de uno de los principales esquemas del género, el de la “casa –base- embrujada”. Son las características de este lugar y el misterio que rodea lo que ocurrió en él, lo que dispara los miedos de los protagonistas y la permanente aprensión del espectador.

La fotografía, naturalmente, sabe sacarle provecho a este espacio y a las circunstancias definidas por el miedo de estar sitiados. La blanca espesura de la niebla es registrada por planos amplios en los que se pierden y confunden las figuras, convirtiéndose así, al mismo tiempo, en angustia y amenaza; mientras que al interior de las instalaciones los planos se cierran, se juega permanentemente con el desenfoque y la luz escasea, todo esto para enfatizar la atmósfera claustrofóbica y la idea del “sin escape” que pesa sobre todos. Así mismo, una cámara siempre nerviosa y en movimiento lo registra todo en  tono documental, para darle más realismo, y con planos subjetivos, para hacer sentir las emociones de los personajes de forma más vívida.

Pero el relato avanza y, concretamente, solo se puede ver a un misterioso y turbador personaje que luego desaparece, dejando a esos hombres con la sugestión de una oscura amenaza que los acecha. Y ahí es cuando se desata el verdadero infierno, pero es el infierno que estos hombres llevan por dentro, el cual es en buena parte consecuencia de sus acciones y del remordimiento que estas les producen. Además, en este sentido el filme deja ver de fondo una acusación sobre los desmanes de la milicia en este país. Aunque es claro que su intención principal no es la de elaborar una historia con un trasfondo muy profundo ni complejo, sino apelar a la emoción directa del espectador por vía del cine de género.

La esperanza desaparece entre la niebla, la moral se va desmoronando y la paranoia se apodera de todos. Cuando ninguna amenaza exterior se manifiesta y la cordura de los soldados progresivamente se despedaza, nos damos cuenta de que el thriller sicológico se apoderó del relato, que aquí el hombre es un lobo para el hombre y que en adelante todo será una sola hecatombe.

La gran virtud de esta película es que en ningún momento la tensión que crea sobre el público desaparece. Primero, con su bien elaborado engaño para hacer creer que se trata de un cuento de horror, y luego, con la descarnada forma en que va transformando a sus personajes y se va deshaciendo de ellos uno a uno, algunos de forma angustiante y otros de manera cruel, incluso truculenta.

De manera que esta cinta cumple a cabalidad su cometido, que no es otro que producir en el espectador emociones fuertes por medio de los recursos del horror y el thriller. Y esto lo hace gracias a un guión simple pero bien elaborado, a unos actores de gran fuerza y contundencia en la encarnación de esos duros personajes y a la hábil construcción de un espacio dotado de un ambiente lleno de tensión y de zozobra, como la película misma.


Póker, de Juan Sebastián Valencia

Apostar toda la vida a una carta

Por: Oswaldo Osorio


Hay quienes se juegan la vida en una partida de póker. O al menos es lo que nos ha enseñado el cine. Aunque, por supuesto, sabemos que eso también ocurre en el mundo real. La diferencia, sobre todo con películas como esta, es que en el cine las vemos cargadas de estilización en su narración, sus imágenes y construcción de personajes.

Por eso, de acuerdo con el tema y el género al que apela (el thriller), los referentes de esta película están más en el cine mismo que en la vida, lo cual no es ningún problema, siempre y cuando se juegue acertadamente con las necesarias variaciones que exigen el tema y el género para que diga algo nuevo o de forma inédita. En tal sentido, esta cinta lo logra por momentos, pero en otros no. Aunque el balance tiende a ser más positivo que negativo.

La historia plantea el encuentro de cinco vidas (y una sexta tangencialmente) en una mesa de póker, cada una de las cuales está signada, ya por la adversidad, por la debilidad de sus vicios o por el peso de sus circunstancias. De ahí que lo que más se destaca en el filme es su estructura narrativa. Más allá de que los relatos fragmentados y discontinuos estén de moda, es un recurso que se justifica si la historia así lo exige, como efectivamente ocurre en este caso.

Porque tal vez no había otra forma de contar la historia de estas cinco almas, sino a partir de viajes al pasado, por medio de flashbacks, del uno y del otro. Con eficacia de recursos, esto es, escogiendo muy bien los momentos que debían dar cuenta de la vida y caracterizar a cada personaje, el relato construye un bosquejo preciso pero sin muchos detalles de cada uno de ellos.

Pero el primer gran problema de la película se deja ver, justamente, con la elección de algunos personajes y sus características, porque, como decía, uno está muy sensible a los referentes cinematográficos y en ese sentido molesta un poco la forma en que esta cinta recurre parcial o totalmente a lugares comunes.

El cura cínico y vicioso es el más grande de ellos, pues la caricatura que muchas películas hacen de este tipo de religioso (que sin duda los hay, pero de ninguna manera son la mayoría) es tan obvia como torpe. Tal vez también es un lugar común la presencia de un sicario y hasta del padre modelo viudo y con un hijo con una grave enfermedad. Es cierto que la fuerza dramática depende mucho de estas cosas, pero justo ahí es donde el guion debe apelar a la novedad y a las variaciones ingeniosas, como en cierta medida lo hizo con otro cliché: la madre soltera producto de una violación, pero cuya historia nos es contada con ingenio y fuerza visual.

De todas formas, la expectativa es la palabra clave en esta cinta. La forma como está planteada la narración confía en ella para crear la tensión y suspenso que, sin duda, son la principal intención del filme, lo cual consigue con eficacia muchas veces, pero no siempre. Aunque es una expectativa que empieza por otro lugar común narrativo: iniciar el relato por el clímax, que si bien funciona muy bien, no deja de ser un recurso que ya está muy gastado.

De todas formas, estamos ante un ejercicio cinematográfico de buen nivel en su propuesta narrativa, la cual, además, está sustentada en una concepción visual con estilo propio e intachable factura. Una película imperfecta en su construcción, pero que cuenta con las suficientes virtudes para ser tenida en cuenta y disfrutada por el espectador.

De dioses y hombres, de Xavier Beauvois

Del humanismo que se resiste a la sinrazón

Por: Oswaldo Osorio


Se puede hacer una película sobre religión pero sin hacer proselitismo sobre una en particular, se puede hablar de terroristas musulmanes pero sin satanizar al islam. También se puede contar una historia sobre lo peor y lo mejor de los hombres sin sucumbir a tratamientos maniqueos. Esta cinta da cuenta de ese poder del cine, hablando con lucidez en su visión de la naturaleza humana y de manera sosegada con su narración y sus imágenes.

El Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 2010 fue para esta cinta francesa, la cual está basada en hechos reales ocurridos a un grupo de monjes cistercienses del Monasterio del Atlas, en Argelia, a mediados de la década del noventa. El relato retoma el periodo en que este enclave religioso, en medio de una comunidad musulmana, es presionado por la violencia de extremistas y hasta de los militares corruptos.

Pero estas circunstancias no son aprovechadas por su director para hablar de política o para comparar el islamismo con el catolicismo. La película va más allá, porque se concentra en lo esencial del conflicto, esto es, la naturaleza humana, las pruebas de la fe, la fuerza de las convicciones y la posición de cada uno de los protagonistas ante esta situación extrema y ante la sinrazón y arbitrariedad de la violencia.

Y es que los difíciles momentos que viven estos ocho hombres los somete a dilemas que van más allá de su fe. Porque preservar la propia vida puede ser más importante que la misión que llevan a cabo en aquella comunidad. Pero al mismo tiempo, para qué la vida y el compromiso que hicieron con su fe si no se puede defender las convicciones, si se permite que los atropellos de la fuerza se impongan como la única lógica que domina la sociedad.

Con este imperativo dilema de fondo, cuya solución pasa por disquisiciones terrenales y religiosas, esta película reconstruye la vida cotidiana en este monasterio, así como la personalidad de cada uno de los monjes. Pero a pesar de la inminente amenaza, el director no se decide por un relato en clave de suspenso, donde se impondría la acción, sino que opta por una mirada contemplativa, a esa vida y a esos hombres, deteniéndose en la reflexión que hacen sobre los serios asuntos que los cuestiona.

De manera que en el relato y la concepción visual se impone un tono de calma y sosiego que propicia tal reflexión. Esa narración contenida, llena de momentos cotidianos y de silencios, logra transmitir la espiritualidad y sabiduría de estos monjes, en especial del abad y el médico. Así mismo, el manejo de la luz juega un importante papel en la creación de unas atmósferas que refuerzan el misticismo de aquel lugar y sus moradores.

Sostenida en gran medida por la convincente interpretación de sus actores, esta película es un alegato contra la intolerancia y la sinrazón de los hombres, sin echar discursos ni con filiaciones ideológicas. Su única ideología es el humanismo y la razón asistida por la fe. Por eso es una película que habla con calma y claridad, como lo haría un hombre sabio.


Película recomendada: This Is England

Las aventuras del niño skinhead

Una bella película inglesa ambientada en los duros años de Margaret Tatcher y la guerra de las Malvinas. Un niño que perdió a su padre en esa guerra encuentra en un grupo de skinheads una familia que lo acoge. Pero la carga ideológica llena de violencia e intolerancia racial y nacionalista, pone en peligro el futuro y la estabilidad del niño, quien tendrá que apelar a su autodeterminación frente a ese nuevo universo que lo seduce y lo reta. Pero no es un duro drama lleno de violencia, por el contrario, es una historia colorida y divertida, llena de personajes entrañables, momentos emotivo y muy buen rock inglés de aquella época. Shane Meadows. 2006.