¿Qué pasó ayer?, de Todd Phillips

Ni tan tonta esta tonta comedia

Por: Iñigo Montoya

Algunas comedias tontas llegan a sorprender. Hace unos años Ashton Kutcher protagonizó una titulada ¿Dónde está mi carro?, una cinta que más tonta no podía ser, sin embargo, tenía algo de excedidamente absurda y descerebrada que alcanzaba a ser divertida en más momentos de los que uno quisiera aceptar.

Con este título (aunque el original es The Hangover), esta nueva película prefiguraba algo parecido. De hecho, se trata del mismo planteamiento argumental: luego de una noche desbocada de celebración, los protagonistas siguen las pistas, de lo que parece haber sido una catastrófica noche de la que no recuerdan nada, para recuperar algo perdido. En la de Kutcher era su carro y en ésta uno de los amigos, justo el que se casará en unas horas.

Todo empieza de forma natural, un chistecito flojo allí, otro de mal gusto allá. Hasta que aparece un tigre en el baño y luego un bebé en una alacena, el mismo que, minutos más tarde, parece masturbarse en el comedor del hotel cuando uno de los hombres que lo encontraron agita su manito obligándolo a hacer el ademán. Para este momento sabemos que si bien es una comedia tonta, no tiene impedimentos para con la censura y lo políticamente correcto. Es audaz, irreverente y no le importa traspasar líneas que el cine de Hollywood tiene como tabú.

Un par de escenas más adelante aparece la constatación de que no se trata de una película ordinaria. Pues allí, en toda su rubiedad, está Heather Graham, una actriz que ha demostrado ser inteligente en la selección de sus proyectos, la misma que aceptó desnudarse en una película llena de desconocidos sobre la industria del porno, pero que luego resultó ser la portentosa Boggie Noghts, de Paul Thomas Anderson. Y si esta actriz está aquí, la película no puede ser tan tonta.

Después se nos viene Mike Tyson parodiándose a sí mismo, y luego lo que siempre hay en La Vegas: mafia, prostitución, matrimonios precipitados, streap-tease, drogras, alcohol, violencia, problemas con la ley, y ese largo etcétera que todos los gringos dicen que no debe salir de la ciudad del pecado, la ciudad cuya oficina de turismo se inventó el slogan perfecto: Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. Un principio universal que la doble moral y las reprimidas vidas de muchos de los norteamericanos han sabido cumplir.

Divertida, sin duda. Irreverente y políticamente incorrecta, que es lo más interesante y original. Una fábula moderna de la decadencia moral y cultural del imperio, pero también una salvaje arremetida contra el sistema y la vida alienada. Cine que tiene mucho de inteligente y no le teme a disfrazarse de tonto. Nada del otro mundo, pero tampoco poca cosa.

Sangriento San Valentín, de Patrick Lussier

Dos interesantes variantes del nuevo 3D

Por: Iñigo Montoya

Ésta es otra película más de asesinos en serie que matan uno a uno a adolescentes tontos o mujeres indefensas. Un gastado esquema que hemos vistos desde las sagas de Martes 13, Pesadilla sin fin y Halloween. Y para ajustar, no tiene nada de novedoso ni algún cambio significativo en su construcción, como para que siquiera los fanáticos de este tipo de cine la disfruten.

Sin embargo, la variante la tiene es por vía de la tecnología, pues se trata de una película en 3D, no la animación que sólo simula volumen, sino aquella que simula además profundidad. Ya en el último año se había visto este sistema con películas como Bolt, Coraline o La edad del hielo 3, pero se trataba de películas animadas a las que muy poco les interesaba explotar las posibilidades de efectismo con su público (seguramente porque más de un niño rompería en llanto cuando algo se saliera violentamente de la pantalla contra su blanda carita).

Esta película, en cambio, es para adultos y enmarcada en el género de horror, es decir, así como ocurrió en los años ochenta cuando hubo un nuevo apogeo de esta tecnología (cuyo uso comercial data de los años cincuenta), en esta cinta se aprovechan todas las posibilidades para causar un efecto adicional en el espectador, especialmente diseñando escenas y acciones para lanzarle objetos, entre más amenazantes o peligrosos mejor. Este efecto, sumado a los recursos propios del cine de horror, busca crear en el espectador una experiencia más intensa en la sala de cine.

Por otra parte, existe una gran diferencia entre ver películas en 3D animadas a verlas con espacios y personajes reales. Las animadas muchas veces se asemejan a un libro pop-up, de esos que se abren y se levantan los dibujos troquelados. Con imágenes reales captadas por una cámara –y no generadas por un computador- la sensación es completamente distinta. En realidad sí se trata de una nueva experiencia visual que se convierte por sí sola en la razón para ver esta película.

Seguramente llegarán más cintas con esta tecnología y lo más probable es que sean menos descerebradas (ya James Cameron está anunciando la cinta que romperá con todo lo conocido en esta área), pero de todas formas esta peliculilla de horror es pionera y la primera oportunidad que tenemos para tener una novedosa experiencia en el cine, ese arte y espectáculo que está siendo olvidado por muchos y que la industria quiere inyectarle algo de vida con la tecnología 3D.

Enemigos públicos, de Michael Mann

Cuando los villanos de confunden con héroes

Por: Oswaldo Osorio

De acuerdo con Las Uvas de la Ira (Steinbeck/Ford), los verdaderos enemigos públicos en los años treinta en Estados Unidos eran los bancos. Las crisis económicas, empezando por la Gran Depresión (la más cinematográfica de todas), siempre afectan especialmente a las clases bajas y medias, porque generalmente los bancos y corporaciones sacan provecho con su poder económico o, en el peor de los casos, se declaran en bancarrota y quedan libres de deudas.

Esta situación no sólo crea un gran resentimiento popular, como se puede ver en el libro de Steinbeck y la película de Ford, sino que propicia la proliferación de la delincuencia, en este caso también la delincuencia más cinematográfica de todos los tiempos. Por eso ésta no es la primera película sobre John Dillinger, hay ya muchas, y eso es porque es un personaje de vida extrema que realmente existió, porque su historia da un gran gusto contarla y porque era un héroe popular.

Así que buena parte del atractivo de esta cinta descansa sobre esa figura legendaria del ladrón de bancos que, indirectamente, castigaba a los poderosos y se vengaba de ellos en nombre de un pueblo llevado a la miseria. Pero además, aquí es redefinido con un aire y una actitud que llevan su perfil casi al punto de un romanticismo rebelde e idealista, lo cual potencia ese atractivo. Y esto se puede ver en su desprecio por las reglas y el sistema, su desdén por la vida normal y el futuro planificado, la libertad para vivir y su actitud siempre temeraria, así como su romántica y entregada forma de amar. Y para ajustar, es encarnado por Johnny Depp.

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VII Festival de Cine Colombiano Ciudad de Medellín

La esperanza de un cine vital

Por: Oswaldo Osorio

En un momento en que se habla de un “nuevo cine colombiano”, o al menos en un periodo de bonanza y esperanza para nuestra cinematografía, un evento que reúne la producción del último año y reflexiona sobre ella es necesario y significativo. Entre el 24 y el 29 de agosto se concentrarán en esta ciudad trece películas nacionales y una treintena de sus protagonistas, ente actores, directores y guionistas, para constatar juntos ese buen momento del cine colombiano y para tratar de hacerlo perdurar.

En esta edición el foco de atención del festival está puesto en el guión. Sin duda, uno de los pilares fundamentales para que haya una cinematografía vital y fuerte. El Festival esta vez se ha unido a la Asociación de Guionistas Colombianos, para realizar el Segundo Encuentro Nacional, que tendrá lugar en la Universidad Eafit y en el que durante cuatro días se hará una reflexión intensa sobre la creación de historias y personajes sólidos e inolvidables. Una reflexión que contará con la presencia tres de los guionistas más importantes de América Latina: Jorge Goldenberg, Beatriz Novaro y Martín Salinas.

Julio Luzardo y Óscar Campo, dos autores fundamentales de nuestra cinematografía, además de las películas colombianas estrenadas en el último año, serán los principales protagonistas de esta fiesta del cine. Julio Luzardo será el cineasta homenajeado, porque  se trata de uno de los pocos maestros que tiene el cine nacional, un autor que inspiró y formó con su cine a muchos de los cineastas del país. Óscar Campo, por su parte, es uno de los documentalistas más importantes de Colombia, si no el que más. Su obra también ha sido una inspiración y punto de referencia para quienes se dedican a este género. Buena parte de la obra de estos dos importantes autores se exhibirá durante el festival, lo cual se complementará con diálogos en los que el público podrá  indagar y confrontar su trabajo.

Como ya es habitual en este evento que no le cobra la entrada a nadie, los directores y los actores de las cintas de la Muestra Central estarán recorriendo los distintos escenarios para entablar un contacto directo con los espectadores y compartir sus experiencias. Guillermo Calle, Ciro Guerra, Spiros Stathoulopoulos, Lisandro Duque, María Cecilia Sánchez, Bernardo García, Coraima Torres, serán algunos de los nombres que durante seis días se recorrerán Medellín.

Las películas se podrán ver en distintos espacios a lo largo de la ciudad: Universidad de Antiquia, MAMM, Teatro Lido, Centro Columbo Americano, Comfama, Comfenalco, Casas de la Cultura Municipales, Parques Biblioteca, Universidad Eafit, etc. Si el público no acompaña siempre como debería al cine nacional en las salas de cine, ésta es la oportunidad de acercarse una un arte que está dando unos signos de vitalidad nunca antes vistos.

La pasión de Gabriel, de Luis Alberto Restrepo

Pastor de ovejas negras

Por: Oswaldo Osorio

Si alguien como el padre Gabriel no puede salvar a Colombia, o por lo menos a uno de sus pueblitos, entonces las esperanzas de que este país solucione sus problemas son cada vez más ilegibles. Nuevamente la ficción en el cine colombiano retoma ciertas circunstancias de la realidad, hace su versión y reflexiona sobre la compleja red de causas y actores que intervienen en el conflicto nacional. Y nuevamente Luis Alberto Restrepo plantea, con lúcida sencillez, su mirada a esa guerra que se libra en los campos y sus devastadoras consecuencias para el país.

Ya lo había hecho en La primera noche (2003), su ópera prima, una película que, con descarnada elocuencia, ponía en evidencia el fuego cruzado en medio del cual viven los campesinos colombianos, así como la más nefasta de sus consecuencias, su desplazamiento hacia un oscuro futuro en las ciudades.

Con esta nueva película complementa este enunciado y mantiene el pesimismo sobre las trágicas salidas por las que siempre opta la problemática del país. Si en La primera noche el desamor fue el conflicto íntimo a partir del cual se articuló el otro conflicto más amplio, el armado, en esta otra película el conflicto íntimo que lo articula es el apasionamiento de un sacerdote por los distintos aspectos relacionados con su vida: apasionamiento ante la injusticia social, la corrupción política, la obtusidad de la iglesia y por el amor de una mujer.

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Secretos del poder, de Kevin Macdonald

La política y el cuarto poder

Por: Íñigo Montoya

Cuando uno ve esta película es inevitable pensar en Los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), aquella mítica película donde Robert Redford y  Dustin Hoffman encarnan a la pareja de periodistas del Washington Post que destaparon el Watergate e hicieron dimitir a Richard Nixon. Una película sólida, un escándalo político sin precedentes y un buen ejemplo de investigación periodística y denuncia.

Esta nueva película, protagonizada por Russel Crowe y Ben Affleck, tiene todos esos ingredientes. Si bien su argumento parte de la ficción (está basada en una serie de la BBC del 2003), lo que plantea y denuncia no está muy alejado de la realidad. Se trata de una verdad que todos conocen y que ya Oliver Stone en JFK (1993) la ponía como el principal móvil para el asesinato del presidente Kennedy: el negocio de miles de millones de dólares que se mueve tras la industria armamentista, una de las tantas razones por las que Estados Unidos no ha parado de guerrear desde mediados del siglo pasado.

Kevin Macdonald plantea una historia envolvente y narrada con precisión, la cual, sin embargo, no consigue apasionar en ningún momento. Parece más una exposición fríamente calculada de los hechos y sus aristas, adobada con una serie de lugares comunes: el periodista talentoso, desarreglado e irreverente, la bella aprendiz, la editora con carácter recio pero al fin cómplice de los héroes de la imprenta y el blog, el político envuelto en un escándalo sexual, el asesinato que es la punta del iceberg de una gran conspiración, las forzadas secuencias de acción protagonizadas por el periodista que no tiene perfil para ello, y finalmente, los giros sorpresa para que todos queden sorprendidos y convencidos de lo fabulosa que es la película.

Será una película que seguramente le servirá a los profesores de periodismo para evadir la responsabilidad de dar clase, y tal vez algún estudiante despabilado logre inferir algunos principios de la investigación periodística y reflexionar sobre el estado actual del oficio. Pero sin duda será más provechoso que, en esas dos horas que le dedicará a esta cinta, lea un buen artículo sobre su profesión, o mejor, que se vea el clásico de Pakula, así aprenderá no sólo de periodismo, sino también de historia gringa y de cómo se hace una buena película sobre este ingrato oficio.

Harry Potter y el Prícipe Mestizo, de David Yates

Aventuras de magos adolescentes

Por: Íñigo Montoya

Confirmo con esta sexta entrega que para que a uno le guste la saga de Harry Potter es condición haber crecido con él, de lo contrario, sólo podrá ver en ella una predecible historia de fantasía, empaquetada en deslumbrantes efectos y sin fuerza alguna en sus conflictos ni originalidad en sus argumentos.

Todo en Harry Potter, y en especial en esta última, son promesas sin cumplir. Promesas de que algo horrible y peligroso pasará, pero siempre ha sido la amenaza de un nombre, Voldemort, que más bien poco hemos visto, y cuando lo vimos, no pareció tan amenazante ni malvado. En el Prícipe Mestizo sólo hacen gastar su nombre impronunciable de tanto pronunciarlo pero nunca se le ve, salvo cuando era un niñito que prometía ser malo.

Para ajustar, la nueva película se gasta casi todo su tiempo y argumento en jueguitos de adolescentes: “Si me quiere, no me quiere, si me quiere…” Los antagonistas de la película son opacados por otros conflictos a los que el relato pone más énfasis, conflictos que tienen que ver con quién besa o será novio de quién. Al final, un ridículo clímax donde, como siempre, todos hacen todo por Harry Potter, salvándolo en el último instante y los problemas se solucionan “como por arte de magia”.

No sé, ni pretendo averiguar, si lo libros son así de leves e inconsistentes narrativa y argumentalmente, pero el caso es que a un público adulto y a los espectadores inteligentes, esta saga, y en especial esta última entrega, les queda debiendo mucho, sobre todo en estos tiempos en que el cine infantil está llegando a unos grados de elaboración y complejidad impresionantes, al punto de poder satisfacer a grandes y chicos. Hay mucho más por decir de esta cinta, pero dejaré este texto en punta, justo como terminó la película, a la manera de una seriado semanal.

La vida es dulce, de Mike Leigh

Una optimista bien informada

Por: Oswaldo Osorio

El título de esta película parece una ironía, al menos así es para quienes conocen la filmografía de este director, porque sus historias y personajes casi siempre están cargando con el peso de la vida y sus adversidades.

Mike Leigh es para muchos el mejor director inglés de los últimos tiempos, desde que con su inquietante y reveladora  Naked (1993) ganara la Palma de Oro en Cannes. Y en adelante, con títulos como Secretos y mentiras, Chicas de carrera, todo o nada y Vera Drake, descargó sobre el público algunos de los más intensos dramas que se hayan visto en el cine reciente, todos ellos afincados en un realismo que tiene como protagonistas a personas comunes y corrientes en medio de su cotidianidad. Por eso esta nueva película sorprende tanto, porque el personaje y la visión del mundo que nos propone está en las antípodas de sus devastadores y, al mismo tiempo, entrañables dramas.

La vida es dulce (los genios que rebautizan las películas en español no se enteraron que ya en 1990 Leigh hizo un filme con este mismo nombre) tiene como título original Happy-go-Luky, una expresión que hace referencia a una persona que ve la vida con optimismo y siempre está feliz y tranquila. No podría haber una mejor forma de describir a Poppy, la protagonista de esta cinta, una maestra de escuela a quien le debe doler la cara cuando no está sonriendo y que va por el mundo tan contenta como es posible serlo.

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Río helado, de Courtney Hunt

La marginalidad congelada

Por: Oswaldo Osorio

Desde el mismo título esta película se conjura contra el estado de ánimo y la felicidad de sus personajes. El título es sólo un indicio de ese paisaje físico que rodea y condiciona el otro paisaje, el emocional, que se percibe tan bajo como la temperatura de aquella zona fronteriza en que viven, una zona marginada por el clima y la distancia. Es en estas circunstancias que se desarrolla esta historia, modesta pero con una fuerza conmovedora, una historia sobre la marginalidad a todos sus niveles: geográfica, económica, racial, sentimental y hasta de género.

Porque ésta es una historia de mujeres, que además son pobres y abandonadas, y para ajustar, cargando con el peso, también material y emocional, de la descendencia. De un lado está Ray, una mujer con dos hijos y abandonada por un esposo jugador que se llevó el dinero de la casa de sus sueños, y del otro está Lila Littlewolf, una joven de origen mohawk sin futuro que vive dándose tumbos contra el mundo.

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La propuesta, de Anne Fletcher

Matrimonio por conveniencia

Por: Iñigo Montoya

Rara vez una comedia romántica, y en general una película de género, podrá sorprenderlo a uno. Ésta no es la excepción. Se trata del esquema de siempre: chico encuentra chica, uno o ambos mienten u ocultan algo y al final terminan felices. Así mismo, el argumento es el de “matrimonio por conveniencia”, que ya tanto hemos visto antes y cuyo mejor ejemplo, y aún sin superar, es la película con ese título protagonizada por Gerard Depardieu y Andy McDowell.

Pero si bien se trata de una historia que poco sorprende, esto no es obstáculo para que, en general, termine siendo una película entretenida y divertida. Si lo general no es original –no siempre es necesario serlo-, son los detalles y la particularidad de las situaciones lo que hace de esta comedia romántica una historia con chispa e ingenio.

Sandra Bullock demuestra nuevamente su total entrega para hacer el ridículo, y aún así, verse bella y simpática, incluso sensual. Con esta película queda demostrada la naturaleza incombustible de las comedias románticas, eso claro, si sus realizadores saben mezclar bien sus ingredientes, como efectivamente ocurre en esta cinta.