El fin de los tiempos, de M. Night Shyamalan

Ensayo de apocalipsis

Por: Oswaldo Osorio


El director de El sexto sentido vuelve con una historia con características similares a las de sus otros filmes, aunque sin el mismo impacto y efectismo, y esto es lo que muchos no le perdonan. Gracias a su gran sentido para el suspenso y su habilidad para contar historias, se le ha llamado el nuevo Hitchcock y el nuevo Spielberg, juntos, lo cual no es nada desdeñable si se tiene en cuenta que esta última es apenas su séptima película. Se trata de una cinta con muchas de las cualidades que han definido su obra, aunque menos vistosa y contundente. Aún así, es una pieza más de una de las carreras más interesantes del Hollywood reciente.

Sus historias son protagonizadas por seres comunes y corrientes y generalmente nobles; la presencia de niños y/o la inocencia, al tiempo que aumenta la tensión, suele ser la fuente de la solución del conflicto; además, son relatos cruzados por un gran misterio, en el cual se basa buena parte de la intriga y el suspenso; y por último, siempre hay una moraleja de fondo, una idea de tono humanista, a veces con tintes espirituales, que termina dándole el sabor final a lo que parecía un simple thriller de puro entretenimiento. A todas sus películas se les puede aplicar este esquema: Señales, El protegido, la aldea y La dama en el agua.

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Muerte sí, tetas no

La torpe e irrespetuosa censura a la que el canal RCN sometió a sus dos películas de un sábado en la noche, es una prueba de dos de los tantos males de Colombia: la doble moral y la mala televisón.

 

 

Un país en donde, en los más o menos veinte noticieros diarios que emiten los distintos canales, es moneda corriente ver historias de asesinatos, masacres, secuestros y violaciones a menores, resulta absurdo cómo la censura parroquiana y de doble moral se empeña en no permitir imágenes relacionadas con el sexo, ya sea desde una teta, pasando por una mujer semidesnuda sobre una cama llena de dólares, hasta -mucho menos- un menage a trois con coito masculino de por medio.

La censura siempre ha existido en el cine y la televisión, pero como ocurrió en el Hollywood del Código Hays,  ésta llegó incluso a servir para aguzar el ingenio de los realizadores al decir y mostrar lo innombrable de las más estimulantes formas. Sin embargo, la censura que mutila la obra original es la de peor calaña, como cuando en la España franquista cambiaban los diálogos en el doblaje o cuando en Cinema paraíso el cura tocaba la campana para condenar al fuego purificador los fotogramas obscenos o lascivos.

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A través del universo, de Julie Taymor

Todo lo que necesitas es amor

Por Oswaldo Osorio 

Ésta es una película para los amantes de The Beatles, pero también para quienes se entusiasman por los idealismos y luchas de los años sesenta, así como para los que gustan de un cine colorido, apasionado y estimulante. No se trata tampoco de una obra maestra del lenguaje cinematográfico, de hecho, más bien es una pieza imperfecta en su elaboración, sobre todo en su guión y construcción de los personajes, pues tanto el uno como los otros están condicionados por las letras de la música del cuarteto de Liverpool. Pero es justamente esta música y la época que la produjo, la razón por la que un cinéfilo, más aún si es melómano, debería ver esta cinta.

 

Con esta descripción, por supuesto, se está hablando de un musical, pero uno realmente singular, porque está precedido por un mito casi tan grande y popular como el cine mismo, la banda más famosa de la historia del rock, tan famosa como Jesucristo, como alcanzaron a afirmar ellos mismos en su momento y, de paso, a escandalizar a susceptibles ciudadanos que corrieron a quemar sus discos.

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4 meses, 3 semanas, 2 días, de Cristian Mungiu

Los límites de la imagen

 
Por: Oswaldo Osorio

Nuestra cartelera de cine ciertamente es sensacionalista. Que una película gane el máximo galardón del cine mundial, la Palma de Oro del Festival de Cannes, no es condición suficiente para que llegue a los circuitos de exhibición del país. Esto es posible si, además del premio, es un filme rumano sobe el aborto y tratado de forma dura y casi descarnada. Podría decirse, entonces, que una película con un tema polémico, así como su tratamiento y perteneciente a una cinematografía exótica para nuestro medio, tiene más posibilidades de ser traída, como efectivamente ocurrió con ésta.

 

Esta introducción es más por el resentimiento con que, inevitablemente, se debe ver la caprichosa distribución de cine en Colombia, que por la falta de virtudes de la película  de Cristian Mungiu. Porque se trata sin duda de una cinta con una propuesta importante, sobre todo por la forma como plantea su tema y por lo que dice del contexto en que se desarrolla su historia. Aunque de hecho, no es una película fácil, incluso se puede antojar tediosa hasta para los espectadores cinéfilos. Seguramente el boca a boca, la más eficaz de la formas de promoción de un filme, no la beneficiará mucho.

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LOS FOTOGRAMAS HABLAN

 

Empezamos por el fin esta sección. O mejor con The End, esa palabra que ya hace parte de la nostalgia del cine porque nunca se volvió a ver. Esa palabra que, al mismo tiempo, era la última imagen que veíamos de una película, el último fotograma después del cual sólo quedaba levantarse de la butaca y salir felices o abatidos del teatro. 

El fin de El Fin llegaría, durante la década del sesenta, con la decadencia de los grandes estudios, los cuales se acostumbraron a dar sólo algunos créditos al principio de la película y terminar la historia con el redundante The End, que incluso llegaba a ser contradictorio cuando se trataba de un final abierto.

Ahora es posible ver, al finalizar cada película, una larga lista donde se encuentra hasta el nombre del último carpintero. Y esperamos a que pase, con las luces ya encendidas y ante la impaciencia del proyeccionista, para ver los temas musicales o terminar de escuchar la canción final. Pero en realidad también nos impacienta la infinita lista, y es ahí cuando anhelamos aquella época en que todas las películas acababan, de un tajo, con la imponente imagen que decía The End

O.O

Perro come perro, de Carlos Moreno

Carne cruda y corrupción

Por: Oswaldo Osorio

Cuando el cine colombiano ha querido consolidarse como industria, ha apelado a la comedia populista y al cine de género. En el primer caso, con Nieto Roa y Dago García se han visto unos buenos resultados en la taquilla, aunque no siempre en su aporte cinematográfico; mientras que con el cine de género, el asunto ha sido más azaroso, su éxito de público y buen nivel han sido irregulares, en gran medida debido a la dificultad de adaptar esquemas foráneos a nuestro cine y a nuestra realidad. Pero cuando se trata de un thriller, como es el caso de Perro come perro, todo está servido para hacer un producto que se ajuste al público, a la afortunada adaptación del esquema y a la realidad del país.

Como muchos thrillers, la opera prima de Carlos Moreno parte de un botín tras el que todos están. Además de esto, su premisa básica está contenida en el título, esto es, la corrupción (que es el término clave en todo thriller) y la falta de escrúpulos en el mundo del hampa. Se trata de la ética del  “todos contra todos”, que es un denominador común de las historias  del cine colombiano y que tiene en La gente de La Universal (Aljure, 1993) su más contundente ejemplo. Pero la recurrencia de estos tópicos y la simpleza de su premisa no necesariamente se deben tomar como defectos de este filme, pues es sabido que la coincidencia de elementos y recursos en el cine de género es lo que lo definen y lo que importa es cuál es el uso que de ellos se hace.

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Sin lugar para los débiles, de Joel Coen

No Country for old men

Toda violencia pasada fue mejor

Por: Oswaldo Osorio

La lista de películas que empiezan con una maleta llena de dinero es larguísima. Pero en las buenas películas, lo que menos importa es esa maleta, pues ésta resulta ser lo que se conoce como Mcguffin, que no es otra cosa que una excusa argumental en función del desarrollo de la historia y los personajes. Los hermanos Coen son expertos en usar este recurso en sus filmes, aunque por su pericia narrativa y el vistosismo de sus imágenes, muchos se quedan apreciando sólo la trama de acción, atentos al Mcguffin, pero lo que subyace en estas historias, aparentemente formalistas, es mucho más profundo y poderoso.

Quienes empezaron como realizadores un poco marginales y con una concepción del cine ciertamente fuera de lo común, ahora resulta que, aún sin cambiar su estilo, son bien recibidos por el gran público y la Academia de Hollywood. Aunque Joel siempre firma como director y Ethan como productor, lo cierto es que lo suyo es una sociedad creativa que ya ajusta una docena de películas y que da cuenta de una concepción del cine como pocos realizadores la tienen en la actualidad.

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El sabor de la noche, de Won-Kar Wai

El Sabor de la noche (My blueberry nightsDe amor, desamor y soledades

Por: Oswaldo Osorio

Esta película es la historia de lo que tarda una mujer en cruzar una calle. No es cualquier calle, por supuesto, es la calle que la separa de la casa de su novio, con quien debe arreglar los problemas que tiene su relación afectiva. Pero si bien la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, eso no descarta la posibilidad de dar un largo rodeo para llegar al mismo sitio. Y efectivamente, Elizabeth cruza el país para llegar al otro lado de la calle, entre tanto, piensa en lo que va a hacer con su relación y con su vida, pero también experimenta y es testigo de desamores y soledades.

Esta película, además, es un acontecimiento. Tanto como lo puede ser la primera película norteamericana de uno de los más originales y fascinantes autores cinematográficos de nuestro tiempo: el director hongkonés Won-Kar Wai. Esa visita al reino de la industria del cine ha significado en demasiadas ocasiones un bache en la carrera de importantes directores del mundo, pero con Won-Kar Wai esto no ocurrió. Su cine intimista y su narrativa no convencional mantienen el mismo tono y los mismos universos visuales y emocionales, aún con personajes y paisajes norteamericanos.

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