¡Hola, maestros y maestras! Les damos la bienvenida al Programa Prensa Escuela El Colombiano. Los invitamos a registrarse diligenciando el formulario enlazado a la imagen para que conozcan las actividades e información que genera el Programa.
Los invitamos a navegar en el blog de Prensa Escuela para que descubran toda la información que el Programa tiene para ofrecerles.
Bienvenidos profesores, bibliotecarios y padres de familia, los invitamos a utilizar la información de actualidad en el ámbito escolar, en la biblioteca y en el hogar. Aquí, les proponemos algunas ideas que pueden aplicar y transformar de acuerdo con los intereses de los estudiantes, usuarios o hijos. Disfruten de la multiplicidad de temas que les proponemos, generando una conversación permanente entre adultos, niños y jóvenes.
En esta oportunidad les proponemos compartir con sus hijos, usuarios y alumnos la edición de El Taller 2022, una publicación anual de Prensa Escuela El Colombiano, la UPB y la USB en donde se recopilan los mejores relatos escritos por los estudiantes que pertenecen al programa.
Esta estrategia, por ser la última del año, queremos que sea de largo aliento. Te invitamos a disfrutar de la lectura de los textos escritos por los estudiantes y talleristas participantes del programa El Taller, que se realiza con estudiantes de diversas I.E. de la ciudad de Medellín. Exploren sus relatos y disfruten de la alegría que produce compartir una buena historia.
Antes de iniciar con los relatos, queremos hacer un breve contexto de lo vivido durante los talleres realizados con estudiantes de varias I.E. de Medellín. Este año, se tejió una alianza con el Programa Adopta un Autor, en el marco de los Eventos del Libro. La escritora adoptada fue Sara Jaramillo Kinkert, a partir de la lectura de sus textos, los estudiantes se acercaron con curiosidad y sensibilidad a otras personas, para reconocerlas en toda su humanidades y narrarlas a partir del uso de los sentidos. Además, de vivir sus textos, los estudiantes escribieron los propios. La publicación que les proponemos para finalizar el año, es el resultado de varios ejercicios de sensibilización y escritura que nos permiten escuchar la voz de los jóvenes de nuestra ciudad.
Para descargar el PDF de El Taller haz clic en el enlace
Lea el artículo antes de presentarlo a los niños o jóvenes.
Explore el artículo en elcolombiano.com para verificar si contiene enlaces a otras noticias que se relacionan con el tema.
Determine cómo va a dar a conocer el contenido de la información: lectura en voz alta, narración de las partes más significativas o lectura silenciosa por parte de los niños o jóvenes.
Presente la página completa o el sitio web donde está ubicado el artículo. Sugerimos no recortar la noticia, pues el espacio que ocupa y la ubicación en la página, también ofrecen elementos de análisis.
Aproveche todas las partes del artículo: textos, gráficos, ilustraciones, fotografías y videos, en el caso de Internet.
Permita que niños y jóvenes exploren el periódico o el sitio web para identificar su estructura: los tipos de historias y la manera como las presentan.
EXPLORA EL PERIÓDICO PARA QUE TE INSPIRES Y REALICES OTRAS ACTIVIDADES A PARTIR DE ÉL
Les presentamos la publicación digital de la edición de El Taller 2022. Aquí podrán leer los textos de algunos de los estudiantes y talleristas que participaron en los encuentros de los últimos cuatros meses. Los invitamos a explorar sus relatos y a contagiarse de la alegría que produce compartir historias. También, podrán encontrar nuestro pódcast “Realidades Mutantes” en el que les compartimos nuestras perspectivas sobre algunos de los aspectos que consideramos relevantes en los procesos de formación.
*Haz clic en la imagen para visitar la publicación.
Santo Domingo es un lugar encantador, cálido y tropical, con amaneceres, atardeceres y anocheceres perfectos, pájaros volando por los cielos, una gran variedad de árboles, flores y personas maravillosas. Pero siempre en todo lo bueno hay algo malo y mi barrio no es la excepción.
El colegio Antonio Derka Santo Domingo está ubicado en medio de tres barrios, entre los cuales existen fronteras invisibles que han impuesto las bandas que venden incontables cantidades de drogas, mandan en cada uno de esos territorios y que son muy violentas, por esto, los integrantes de cada una de ellas no pueden cruzar hacia el territorio de las demás.
Eran las 5:00 de la mañana del primero de agosto de 2022. Me levanté como era usual para ir a estudiar. Tenía bastante frío, entonces me tomé un chocolate con galletas. Procedí a bañarme, me puse el uniforme y me terminé de organizar para salir hacia el colegio. Parecía un día normal. Estuve en clase de matemáticas, el profesor nos dejó tarea en parejas y las demás clases pasaron sin novedades.
A las 12:00 en punto sonó el timbre y me fui a la casa de una de mis compañeras a terminar la tarea. La hicimos tan rápido que antes de las 2:00 p.m. yo ya iba camino a mi casa. Era un día normal por lo que caminaba sin prisas, ya no tenía ningún pendiente. Pasé de nuevo por mi colegio y vi a un integrante de una de las bandas parado justo donde no tendría por qué estar: entre las fronteras invisibles. Todo pasó muy rápido. Otra persona, quien sí pertenecía a la banda que controlaba dicho territorio, agredió con un machete al hombre como si se tratara de un visitante indigno, de un ser prohibido, así llegó a sacarlo, ya que con su voz no fue capaz y, con la mirada vacía, huyó sin volverse ni una sola vez.
Ese momento me partió el alma. Yo quería ayudarlo, quería hacer algo, pero solo me alejé; empecé a caminar con más rapidez, la paciencia con la que iba me abandonó, ahora me tenía agarrada el miedo y me llevaba corriendo. Entré a mi casa y ya no salí más. Dormí toda la tarde, me desperté a las 7:30 y salí hacia la casa de mi mejor amiga, Sofía. El piso estaba húmedo y las calles se cubrían cada vez más de neblina. Ya no era un día normal, era una noche triste. Apenas llegué, le pregunté a Sofía cómo se sentía y su respuesta fue que no se sentía bien. Lo que yo presencié en la calle, ella también lo vio, aunque desde dentro del colegio. Justo cuando ella estaba en descanso, vio cómo empezaron a bajar por una escaleras del barrio muchos hombres armados con machetes y piedras porque su amigo, el joven al que yo vi en esa esquina, no sobrevivió. Ellos bajaban en busca de venganza y se hicieron justo al frente del otro barrio para enfrentarse con la otra banda.
Ese día que empezó como cualquier otro se volvió todo un caos. La policía llegó, disparó tres tiros al aire como aviso para que las personas no salieran de sus casas y, a su vez, los tipos que estaban armados huyeron del lugar. A partir de ese día militarizaron los barrios y los llenaron de policías.
Yo me devolví a mi casa y, mientras caminaba, noté que las personas estaban afuera como si nada hubiera pasado. Al llegar encontré un mensaje del coordinador del colegio que decía que las clases estaban suspendidas hasta nuevo aviso; también, que cuando se retomaran era importante que fuéramos con el uniforme todos los días porque esto era lo único que nos podría proteger. Y es que nosotros portábamos el uniforme no porque fuera lo normal o lo adecuado, sino porque era lo que nos podía salvar de aquellos que dicen mandar en el territorio que es de todos, aquellos que normalizan la muerte, que están volviendo a los jóvenes drogadictos y violentos. Me causa tristeza y me pregunto: ¿por qué no respetan a las familias? ¿Por qué se creen los dueños de algo que nos pertenece a todos? ¿Por qué?
El comienzo del alba se impone en todo su esplendor; y como aquella molesta pero necesaria alarma que solemos escuchar por la mañana, suena el canto de las aves. Él, se levanta, sale de su acogedora casa y, al inhalar, percibe el rocío de la mañana, ese característico olor que sabe que indica: “Hoy será un gran día”. Entonces, exhala. Se viste, primero abotona la camisa con una precisión increíble y se pone su pantalón ligeramente sucio; por tierra y pigmentos de frutas y verduras. Luego se pone sus botas y aquel sombrero que ha llevado por años, ese fiel amigo que por mucho tiempo lo ha protegido del sol. Es hora de salir de la casa, hace mucho frío, pero el instinto promete que habrá calor más tarde.
Emiro Arciniegas, se encuentra en su tan amada finca, con sus hijos que están dentro de la casa, y sus nietos quienes lo acompañan en su travesía de recoger y cultivar aguacates. Él atiende a los niños con una gran paciencia y tranquilidad, les explica paso a paso lo que va a hacer y sigue la magia… Toma entre sus manos una ‘bajadora’ que en un momento usará para los aguacates de su árbol preferido y se dirige hacia el espacio donde se encuentra dicho árbol. Antes de cualquier cosa, en una inmensa forma de respeto, se dispone a hablar con él, a pedirle permiso para tomar sus frutos, a decirle cuán bello e importante y lo maravillosos y exquisitos que van a ser sus frutos…
Ya en este punto, Emiro, con todo el cariño, toma la herramienta y en plena muestra de suavidad, baja uno por uno los hermosos y únicos frutos que provee este extraordinario árbol, agarra uno de esos aguacates y lo acaricia entre sus delicadas, cansadas pero acogedoras manos, que emanan amor, mientras viene a su mente una palabra fugaz, la cual pronuncia en voz alta: ‘Mantequilla’. Va a ser un aguacate delicioso, ‘mantequilludo’, como suelen decir.
Siente alegría y orgullo al saber que todo es resultado de su esfuerzo y dedicación. Es un trabajo que parece sencillo, pero nadie se percata del esfuerzo que llevó todo el proceso de cosechar esos aguacates, el simple hecho que por más de una década Emiro estuvo teniendo bajo su cuidado a ese árbol que, por muy lento que pareciera su crecimiento, llegó a lo que en un principio se quería, y no solo cultivó aguacates sino cientos de historias, y todo gracias a que Emiro, un campesino entregado a lo que ama, colocó sobre ese suelo, una pepa de aguacate. Él como muchas personas siguen cultivando y resguardando la naturaleza, pues a fin de cuentas somos parte de ella. Es nuestra familia.
Emiro Arciniegas fue un campesino toda su vida, aprovechó cada instante que pudo para cultivar y trabajar la tierra. Esta rutina la repitió periódicamente, por varios años, a veces solo o a veces acompañado, dejando ese espacio impregnado de amor, hasta su último aliento. El 8 de julio de 2019 partió de este mundo, tranquilo, sabiendo que había cumplido con su propósito, que desde un principio había sido proteger el lugar que le dio la vida, la Tierra. Las cenizas de Emiro yacen bajo ese mismo árbol que cuidó de él, tal como Emiro una vez lo hizo. Hace muy poco tiempo ese aguacate empezó a perder fuerzas y también partió, no sin antes cumplir un propósito: ser la Casa de Emiro.