A medida que transcurren los días de pandemia, la advertencia de que la crisis afectaría en mayor medida la situación laboral de las mujeres empieza a ser una realidad amarga si se tienen en cuenta los reportes más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que destacan la pérdida del empleo femenino en Colombia.
Isabel Cristina, una tecnóloga en salud ocupacional, es una de esas mujeres que dejaron de percibir ingresos tan pronto empezó la cuarentena y aunque hace unos días la volvieron a llamar de la empresa a la que prestaba servicios de asesorías por horas, tuvo que echar mano de un préstamo que había adquirido para comprar una moto. “Con esa plata pagué arriendo y servicios, y comí, aunque me cortaron el teléfono. Imagínate, tres millones de pesos para vivir casi cuatro meses”, cuenta.
Estrella Naranjo no ha corrido con la misma suerte de Isabel. Ella tenía un pequeño emprendimiento informal en su barrio, por medio del cual proveía almuerzos para trabajadores de peluquerías y transportadores de alimentos, pero sus clientes cerraron los negocios o están cocinando en la casa para ahorrar. “Aunque mi esposo paga las cuentas, yo era la encargada de los servicios públicos, de pagar deudas y de mis gastos personales. He intentado vendiendo unas faldas, pero las ventas también están quietas”, explica.
Los testimonios de ellas no contradicen las cifras del mercado laboral de mayo divulgadas por el Dane. Aunque la tasa histórica de desempleo en 21,4 % muestra que tanto hombres como mujeres se enfrentaron a la disminución de unos 4,9 millones de puestos de trabajo por las medidas de confinamiento adoptadas durante la pandemia, la desocupación femenina tuvo un incremento mayor; pues pasó de 13,4 % en 2019 a 25,4 %; la de los hombres saltó de 8,3 % a 18,6 %.
Del grueso de las colombianas que se quedaron sin trabajo en dicho mes, unas 2,27 millones, el dato que genera más inquietudes hoy para quienes deben resolver el problema del empleo en el país, y que puede ser desesperanzador para quienes pretenden volver a trabajar, es el desempleo de las jóvenes entre los 14 y los 28 años, que se elevó a 35,6 %.
La población masculina en ese mismo rango de edad registró una desocupación de 25,6 %. Al comparar ambas cifras se evidencia una brecha de 10 puntos porcentuales en la tasa de desempleo, cuando hace un año era de 8,2.
El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, quien reveló la cifra hace unos días durante un conversatorio sobre la situación de las mujeres de cara a la Agenda 2030, que apunta al desarrollo sostenible, señaló que “esas brechas, cuando las vemos en el marco del covid-19, nos empiezan a generar unas preocupaciones muy importantes”.
En el mismo evento, Ana Güezmes García, representante de ONU Mujeres en Colombia, destacó la importancia de poner el tema del desempleo de las jóvenes y de la situación laboral de las mujeres en la conversación pública, de cara a encontrar soluciones.
Salidas que también espera Tatiana Vásquez Gaviria, una habitante de Yarumal, de 25 años, a quien el restaurante para el que trabajó durante casi un año solo le pudo sostener el empleo hasta abril, pero que no pudo recuperar las ventas con domicilios. “Me dijeron que ya no me necesitaban más”. Hoy está a cargo de sus hijos, pero quiere regresar a trabajar. Le prometieron que pronto la llamarán.
A las que han perdido el empleo, también se suman las jóvenes nini —que no estudian ni tienen empleo— y que según datos de la OIT y el Dane en 2018 representaban el 31,1 % de la población entre los 14 y 28 años, mientras que el promedio de los hombres solo alcanzaba el 14,1 %.
OIT habla sobre Colombia
Pero el desempleo y la inactividad de las jóvenes no es el único aspecto del trabajo de las mujeres que preocupa con relación a llegada del covid-19.
La brecha de desocupación también se ha ampliado en otros rangos de edades y muchas de ellas también han entrado a engrosar las tasas de inactividad, mientras ha bajado su participación en el total del empleo generado. Una situación que la OIT destacó en su más reciente informe, en el que advirtió que la incidencia de la crisis ha sido “desproporcionada” en la mujer.
“En los países para los que se dispone de datos relativos a abril y mayo de 2020, la disminución interanual del empleo ha sido mayor en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Por ejemplo, en Canadá, Colombia y Estados Unidos, el mercado laboral femenino disminuyó en más de 16 por ciento de abril de 2019 a abril de 2020. Esa disminución siguió produciéndose en mayo”, señala el análisis.
Entre las razones que esgrime el organismo para explicar este fenómeno se encuentra la gran proporción de mujeres que trabaja en sectores económicos más afectados por la crisis; tales como turismo, comercio, servicios, hoteles y restaurantes. Casi todos, en que también se presentan altos niveles de informalidad, están entre los que ha estimado el observatorio de brechas de género en el mercado laboral, del Dane y la Universidad Javeriana, como importantes en la generación de empleo femenino y con dificultades para mantener puestos durante la crisis en el país.
“Encontramos 31 sectores en donde labora el 56 % del total de las mujeres ocupadas que se pueden ver muy afectados por su imposibilidad de teletrabajo y dadas sus características los hacen poco necesarios para operar durante la crisis de salud”, destaca el informe.
De igual forma, la OIT advierte que el sector con más afectaciones por las medidas de contención, como las cuarentenas, es el del servicio doméstico. Sus estimaciones hablan de que a junio por lo menos el 72,3 % de los trabajadores de este ramo en el mundo, unos 55 millones, corría el riesgo de perder su puesto. Y, entre estos, casi 37 millones eran mujeres.
Sobre el cuidado
Pero la pérdida del trabajo no es la única situación que vulnera a las mujeres con la crisis. También se destaca que estas representan el 70 % de las actividades de asistencia y de salud, que las hace más vulnerables al nuevo coronavirus, pese a que la brecha de ingresos frente a los hombres calculada por la OIT es de 26 %.
De igual forma, los confinamientos las han obligado a asumir más tareas de atención social y actividades del hogar, lo que sugiere un retroceso en la distribución del trabajo no remunerado.
“A diferencia de los hombres, nosotras tenemos una mayor carga de cuidados. Negociar, hacer acuerdos de hasta qué horas, quiénes, cuándo se encargan de las actividades de lo doméstico y del cuidado no remunerado es un asunto para resolver y que pone en riesgo su salud mental, su bienestar y su productividad”, asegura la secretaria de las Mujeres de Medellín, Juliana Martínez Londoño.
En 2019, por ejemplo, las mujeres aportaron el 78,4 % de las horas dedicadas al trabajo doméstico y al cuidado no remunerado en Colombia.
De acuerdo con la economista y exministra Cecilia López Montaño, esta es una situación paradójica, pues las que más han puesto para afrontar la crisis son las que más están perdiendo.
“Lo contradictorio es que el mayor aporte en términos de fuerza laboral a la pandemia lo están haciendo las mujeres. El cuidado remunerado y no remunerado, junto con la agricultura, fueron las únicas actividades que no pararon cuando todo el mundo estaba confinado. Al cuidado le debemos que no tengamos más muertos y que no se haya parado más la economía en el mundo”.
Las alternativas
Aunque en países como Colombia se han adoptado medidas para contener la pérdida de empleos, tanto de hombres como de mujeres, la OIT apunta que la limitación de recursos hizo que estas solo prestaran apoyos a empresas vulnerables, financiaran el aplazamiento de pagos y asistencia urgente a grupos vulnerables, pero han tenido menos cobertura en planes de protección social que mitiguen los efectos en trabajadores y hogares que dependen de la economía informal, que también tienen una gran proporción de mujeres.
La exministra López cuestiona si los recursos destinados para contener la pérdida de empleo llegaron a tiempo y a los sectores que realmente lo necesitan, por lo que indica que la situación “es para repensar qué errores estamos cometiendo en la política. Porque el empleo es el cruce de la política económica con la política social”.
La tarea también convoca a las empresas que, para el caso de Medellín, ya empezaron un trabajo el año pasado en buenas prácticas de género que la actual administración quiere retomar. Además, este año buscará que en dos o tres sectores se adopten acciones concretas en cuanto a la identificación de sesgos que dificulten el acceso, la promoción y ascenso de las mujeres.
De acuerdo con Martínez, el plan de desarrollo se propuso reforzar las acciones que buscan la autonomía económica, sobre todo haciendo énfasis en que se identifique, reconozca y desarrolle un sistema para comprender cómo funciona la economía del cuidado y que se entienda el porqué es esencial para la sociedad. “En nuestros programas queremos priorizar a las mujeres más afectadas por la covid-19”, puntualiza.
Específicamente para fomentar la creación de empleo formal y el cierre de las brechas de género, probablemente profundizadas por la crisis actual, la Secretaría de Desarrollo Económico tiene a cargo garantizar que las mujeres ocupen el 46 % de los 12.000 puestos de trabajo que se buscan generar con un programa de inserción laboral; y que alcancen a representar el 74 %, de las 9.000 personas que se formarán en competencias laborales.
Así mismo, lograr que el 35 % de los 25.000 medellinenses que recibirán formación y reentrenamiento para la industria 4.0 también pertenezca a esta población. Y, finalmente, le apunta a que 1.500 madres cabeza de familia accedan a una línea de microcrédito individual a través del Banco de las Oportunidades, que beneficia, sobre todo, a sectores más informales.
El desafío de mediano plazo para ayudar a recomponer la situación social de quienes como Estrella, Isabel Cristina, Tatiana y al resto de las que anhelan recuperar su trabajo es convencer a la sociedad de que las dificultades que enfrentan las mujeres cuando acceden al mercado laboral son reales y que tienden a profundizarse con la crisis actual.