<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Tunubala, el único Misak que atraviesa la selva para vacunar

En Silvia, Cauca, un indígena recorre los resguardos promoviendo la vacunación contra el covid-19.

  • Tunubala, el único Misak que atraviesa la selva para vacunar
15 de noviembre de 2021
bookmark

Por los caminos ancestrales de las montañas de Silvia, en el Cauca, se han despeñado tantas bestias que cuando los indígenas Misak ven un animal de esos rodarse ya no corren tras él, solo esperan a que termine la caída por esos cañones para ir a recoger los restos y devolverlos a la madre tierra.

En esos abismos, cuentan algunos comuneros, acechan serpientes y fieras; pero el indígena Anselmo Tunubala no se detiene a pensar en los peligros escondidos en esas sendas fangosas, todo por cumplir la promesa de vacunar contra la covid-19 a todos los indígenas guambianos de su territorio, promesa que hizo cuando llegaron las primeras dosis a su resguardo, hace poco menos de un año.

En las caminatas entre el hospital indígena Mamá Dominga y los resguardos, Tunubala puede tardar entre cinco y ocho horas con un morral al hombro en el que lleva las vacunas, los guantes y las jeringas, pero dice estar acostumbrado a devorarse todos esos kilómetros desde que era un niño y se dirigía a la escuela, por eso siente que “todo está cerca, a la vera del camino”.

“Yo voy a cada una de las casas y les digo que hay que vacunarse, que es necesario para no enfermarnos y no enfermar a los demás”, dice Tunubala mientras reconoce que persuadir a sus compañeros indígenas de vacunarse ha sido lo más complicado debido a sus fieles creencias en la medicina tradicional.

Una larga jornada

A las 5:00 de la madrugada la temperatura en el resguardo de Tunubala es tan fría que el indígena lo primero que hace es envolverse en su turi —una angosta ruana azul tejida por sus ancestros en el telar manual—, se pone su faldilla, también azul, y la aprieta con el chumbe (correa tejida). Luego, se toma una taza de café cerrero, se pone su pequeño sombrero oscuro de fieltro y se dirige al hospital.

No tiene que caminar mucho entre su casa y el centro médico indígena. Aún así, prefiere hacerlo de prisa, porque dice que desde el momento en el que juró salvar vidas, cada minuto cuenta.

“Llegamos a la IPS a las 7:50 de la mañana. Lo primero que hacemos es clasificar las vacunas para meterlas en la maleta y decidimos cuál de las 36 veredas vamos a visitar”, dice Tunubala.

Después de la clasificación de las dosis, Tunubala prepara los termos, una especie de tubos en los que lleva las vacunas a bajas temperaturas para su conservación, y los mete en el morral. Tras el ritual, enciende su moto y sale a vacunar casa por casa en los resguardos guambianos.

“En este momento él es el único que nos ayuda en esas zonas con la vacunación. A veces le toca muy duro porque hay casos en los que le toca caminar hasta una hora. Además, no solo se dedica a la vacunación, también a la promoción y prevención de otros temas de salud en los resguardos”, explica Ascensión Velasco, directora del hospital indígena Mamá Dominga.

Como todo un guardián Misak, Tunubala cuida de las vacunas que lleva en su espalda. Se aferra a ese morral cargado de inyecciones y jeringas como se aferra a su concha un caracol. Camina a paso firme, pero lento. Es así como en el camino se le ve con su tapabocas, su bufanda roja y su carné presto a vacunar. Al pasar por las veredas es saludado desde cada una de las casas y él, con la amabilidad de un mayor Misak, levanta la mano en señal de agradecimiento.

Además no teme que se le pierdan las dosis cuando camina solo por esos parajes, o a que, como sucede en otras partes del país, como en Arauca, los grupos armados ilegales intenten robarse las vacunas. Ahí en Silvia, en los territorios sagrados, la guerra parece haberse ido y aún así, hay más de 14.000 guardianes y 167 gobernadores que cuidan que las dosis lleguen hasta los rincones más lejanos de los resguardos.

Como dice Velasco, a Tunubala a veces le toca dejar su moto a la vera del camino y echarse a andar. En su recorrido en cada casa del resguardo, el indígena Misak intenta convencer a los mayores de 70 años para vacunarse, y no ha sido una tarea fácil. Muchos de estos mayores (como les dicen en la comunidad indígena) prefieren su medicina ancestral y sus creencias religiosas, pero Tunubala, con el poder de la palabra los convence de que vacunarse contra la covid-19 es la mejor opción.

Unas manos de ángel

Dicen los comuneros y los médicos que han recibido la vacuna de manos del indígena Anselmo Tunubala, que sus dedos son como de un ángel.

Y es que sus manos morenas, renegridas por el sol bajo tantas caminatas pero recubiertas por los guantes blancos de látex, a la hora de aplicar la vacuna tienen la delicadeza adquirida durante más de 15 años de ejercer como auxiliar de enfermería.

Recuerda Tunubala que hasta antes de 2004, las mismas manos que hoy aplican las vacunas araban la tierra. Su jornada, en ese entonces a diferencia de las de hoy, eran más largas porque la vida en el campo comienza a las 4:30 de la mañana y se extiende hasta las 6:00 de la tarde.

“Pero yo quise hacer un esfuerzo y quería ayudar de otra forma a mi comunidad. Fue así como decidí estudiar para ser auxiliar de enfermería y desde el 2006 estoy ejerciendo”, cuenta Tunubala.

La doctora Sara Saltaren, quien recorrió los caminos de los resguardos con el guardián Misak, dice que fue él quien la vacunó y no sintió algún padecimiento, solo el chuzón.

“Dicen que don Anselmo tiene muy buena mano para poner vacunas, de hecho el me las puso a mí y yo no sentí nada. Cuando empezó la vacunación allá en Silvia, en el resguardo Guambia, llegaron 16 dosis y yo fui de las primeras personas que se vacunaron y de hecho no sentí nada”, plantea la doctora Sara.

Cuenta Tunubala que recorrer los caminos de su resguardo –a veces a pie o a veces en moto– para vacunar contra la covid-19 a los integrantes de su comunidad lo hace un guardián de sus costumbres y sus ancestros, más aún cuando en cada dosis siente que les inyecta vida a sus comunidades

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD