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Por Nelson Matta Colorado
Enviado especial a Mocoa*
Entre las 20 personas que se agolpaban en la terraza del vecino, unas pedían ayuda a gritos; otras comenzaron a despedirse de sus seres amados; y las demás, se arrodillaron para orar. A Marcela Mora Córdoba no le salía ni un Padrenuestro, mientras veía cómo una avalancha se devoraba el barrio Los Pinos.
De repente murió la electricidad y todo quedó a oscuras. La casa se mecía como una hamaca, hasta que los ladrillos crujieron y se vino abajo en un remolino de agua, piedras filudas, árboles y gente luchando por su vida.
Fue apenas un parpadeo. Cuando Marcela reaccionó, estaba sepultada por escombros, siendo engullida por el barro. Tragó agua de río y dejó de sentir las piernas. Solo podía mover...
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