Aunque Carmen Julia Guevara todavía no sabe el lugar exacto en donde quedará su casa, hoy está ilusionada pensando en que la próxima Navidad tendrá una casa nueva allá en Gramalote, en Norte de Santander. Y todo porque las máquinas, las excavaciones y la llegada de trabajadores le han dado confianza.
Al cumplirse cinco años de la destrucción de Gramalote, a Carmen ese 19 de diciembre no se le olvidará aunque dice que hoy espera una vida nueva y por eso no quiere quedarse recordando la tragedia en el que lo perdió todo.
“El proceso para mí y para mi familia fue duro, quedamos sin nada, sin nada. Nos tocó empezar una vida nueva en Cúcuta, pero luego nos devolvimos a vivir a Gramalote en una vereda que se llama Valderrama, aquí hice una casita junto con una amiga”, cuenta Carmen.
Recuerda que efectivamente recibieron ayudas y luego llegó un subsidio y mercados. “Debo confesarle que al principio estaba muy decepcionada porque pensé que no nos iban a cumplir, que el pueblo nunca sería una realidad. Siempre escuchaba cosas como que la carretera la iban a empezar el jueves y pasaba el jueves y no veía que empezaran. Pero hoy estoy feliz, ya veo la carretera y el parque”.
Más allá de la construcción de un pueblo, Carmen anhela volver a recuperar la rutina, asuntos sencillos de la vida en comunidad. “Quiero volver a ver a mis vecinos, recuperar las tradiciones como las comparsas del 6 de enero. Volver a tener una Semana Santa en familia y gozarnos el día de los locos en el que pueblo todo se disfrazaba y salíamos a la calle los 29 de diciembre”.
Y por eso, aunque Carmen relata sin asomo de tristeza lo que vivió aquella noche de diciembre repitiendo que quiere concentrarse en el futuro, recuerda por ejemplo, que varios líderes del pueblo le dijeron que se metiera debajo de una mesa si la tierra se movía, sí, repite, debajo de una mesa.
“Lo que me ha pasado es que en estos cinco años los recuerdos se me han ido olvidando. Tengo las imágenes fragmentadas, no recuerdo mucho del pueblo, es que fue muy duro, muy duro”, dice.