Uno de los creadores más influyentes del siglo veinte, Andy Warhol, dejó huella honda en el arte del mundo y, por supuesto, en el de Colombia.
Al observar el Gardel en llamas de Dora Ramírez, el carro amarillo de Javier Restrepo Cuartas, el cómic de Álvaro Barrios, llegan corriendo a la mente los signos de ese artista de cuya muerte se conmemoran hoy treinta años.
Nacido en Pittsburh, Pensilvania, Estados Unidos, en 1928, contribuyó al nacimiento y desarrollo del Arte Pop. Este, para definirlo en dos pinceladas, puede entenderse como el que emplea imágenes populares, tomadas de los medios de comunicación, los anuncios publicitarios, los comics...
Para la curadora Lucrecia Piedrahíta, Andy Warhol es un artista grande que murió sin herederos, pero con una obra replicada en el mundo. Para el curador Óscar Roldán, la última luz que se encendió fuerte en el arte universal.
Lucrecia sustenta su concepto diciendo que elevó a la categoría de arte los objetos de la cultura popular y fue un artista polifacético, porque además de pintor, fue también fotógrafo, editor, ilustrador, documentalista.
“Eran los años sesenta y setenta del siglo veinte —comenta ella—, los medios de comunicación estaban en su esplendor y él dijo: ellos, los medios, van a ser mi paleta de colores y mi soporte”.
El argumento de Óscar para defender su comentario es que Warhol “mundanizó el hasta entonces mistificado ámbito del arte, le dio un lenguaje de a pie y le puso sandalias para hacerlo callejero. Lo vulgarizó, en el sentido en el que lo hizo llegar al vulgo”.
Por su estudio, que llamó Factoría, pasaron intelectuales, actores, músicos, modelos y celebridades, de quienes “produjo” algunos retratos.
Produjo; no creó. En esto enfatiza Óscar Roldán. Para el artista recordado en estas líneas y con las imágenes de esta página, el arte era una fabricación, una cosa que se hace. Un producto.
Lucrecia Piedrahíta sostiene que no tiene herederos, porque “se trata de un artista de fina factura y de fácil lectura”, que se ha copiado mucho.
Valoran las obras en las que repite latas de sopas Cambells o botellas de Coca-Cola, con las cuales indicaba que eran símbolos de su país y su cultura, pero también, como señala Óscar Roldán, lanzaba una crítica a las ideas comerciales de posguerra, la de happy family y del American dreams. La primera, que los medios se solazaban exaltando la sensación fascinante de emprender un proyecto familiar, representado en escenas en las que no faltaban electrodomésticos; la segunda, la reintegración de los soldados al hogar y la reconstrucción social en la vida moderna.
Sus retratos, resalta Lucrecia, demuestran que era conocedor de la tradición del arte, lo bizantino, la Edad Media... Logró crear atmósfera y darles profundidad.
En cuanto a la influencia que ha ejercido en otros artistas, ambos curadores sostienen que ha sido copiosa y dan ejemplos en el mundo. En el caso colombiano, coinciden en mencionar a los artistas del segundo párrafo, a Óscar Jaramillo y a Juan Camilo Uribe.
Lucrecia pone en primer lugar a Dora Ramírez, con sus retratos de figuras mediáticas representadas de un modo casi religioso, acudiendo a colores primarios.
Marta Traba, en comentarios de 1965, señalaba que Beatriz González era una representante del Arte Pop.
Interrogada sobre la influencia de Warhol en su obra, González contestó: “es una equivocación reiterada asociar mi obra con la de ese artista.
“Cuando comencé —dijo— no lo conocía o si lo conocía no me interesaba. No lo miré. La similitud de mi obra con la de Warhol fue una coincidencia feliz”.