A los villanos del cine no los quiere el público, excepto Alan Rickman. Él era distinto. Con esa voz profunda y pausada oscurecía a los personajes, muy a su estilo.
El crítico de cine Jason Solomons señaló, por ejemplo, que en Duro de matar, frente a Bruce Willis, era un villano tan gracioso que cambió la forma en que se interpretan los malos en Hollywood.
Luego estaba Snape, su personaje de los últimos años que lo dejó en la memoria de los seguidores de Harry Potter. Era un villano, pero la maldad iba escondida entre la toga negra y un secreto de toda la vida del personaje, que solo se revela al final, y que J.K. Rowling compartió con Alan desde el principio, cuando apenas había tres libros y aunque muchos de la producción solo lo supieron después.
Rickman murió a los 69 años, cuatro días después del cantante David Bowie, los dos londinenses, los dos de la misma edad, los dos por cáncer. Todavía tenía dos películas por estrenar: Eye in the sky y Alicia a través del espejo (hizo la voz de la oruga azul).
Ni media vida
Rickman estuvo en más de 40 películas, en 28 años que estuvo en escena. Empezó como actor cuando ya tenía 41 años. Primero estudió diseño gráfico. A los 26 años decidió estudiar actuación en Rada (Royal Academy of Dramatic Art).
Dos días después de llegar a Los Ángeles obtuvo su primer papel, para su primer película: German Hans Gruber, el villano de Duro de matar. Desde entonces se hizo un espacio en el cine y, sobre todo, entre sus amigos. Lo describen generoso, muy amable y divertido.
Estaba ahí siempre, escribió Daniel Radcliffe, incluso si estaba muy ocupado o en un lugar muy lejos.
Para Rickman, los actores eran agentes de cambio. “Una película, una obra de teatro, de música o un libro puede hacer la diferencia. Puede cambiar el mundo”.
No tenía afán. Con Rima Horton, su esposa, se casó en 2012, después de vivir 50 años juntos. Se habían conocido cuando él tenía 19 años y ella 18. Paciente, le dijo él a ella.
Cuando se despidió en 2011 de Snape, su personaje, escribió una carta para una edición de Empire: “Una vida parece haber pasado en minutos (...). Es una antigua necesidad escuchar historias, pero la historia necesita un gran contador”. Rickman supo contar, y escribir la suya.