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Parecía a momentos una escena de la película El gran hotel Budapest, donde todo transcurría en un edificio detenido en el tiempo, memoria de la majestuosidad de una vieja Medellín. Este fin de semana sus portones, galerías y habitaciones recibieron un encuentro artístico en el que se reflexionó sobre turismo, drogas, emprendimiento, cultura e identidad.
Durante tres días más de 65 artistas fueron invitados a habitar el Hotel Nutibara para la quinta edición del Timebag. 17 habitaciones, un piso completo, se adecuaron para hacer charlas, performances, instalaciones y diversas propuestas estéticas divididas en tres exposiciones.
Cerca de 2.000 personas, entre turistas y espectadores de la ciudad, pasaron por el emblemático hotel Nutibara del Centro. No fue solo un evento de entretenimiento sino que se intervino el espacio a través del arte.
Entre los pasillos del edificio, el público se tomaba selfies desde los balcones, terrazas y ventanas. Estaban viendo la ciudad desde su corazón.
Al sector de la Plaza Botero lo rodean tres edificios patrimoniales: el Museo de Antioquia, el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe y el hotel Nutibara, edificaciones que hablan de la gloria de un sector que ha ido perdiendo su luz.
“Sabemos que las ciudades no tienen un crecimiento infinito. A nivel arquitectónico y patrimonial uno se da cuenta de que Medellín está en el Centro, y que si no lo habitamos está destinado a morir”, dice Paula Andrea Sierra, accionista del hotel.
La idea de recibir un evento de arte en sus habitaciones iba de la mano de lo que quería la administración actual: abrirle las puertas a la ciudad.
Paula anota que la situación del Nutibara se volvió paradójica. Para unos era un edificio muy elegante y veían que no les pertenecía, y para otros como una vieja gloria del pasado y olvidada.
“Dejamos de ser de allí y de allá. Por eso nos gustó la idea de los organizadores de Timebag, de incomodar a Medellín a través del encuentro, de atreverse a volver al Centro”.
Entre las ideas “incómodas” que planteó el evento fue la pregunta sobre el narcotráfico. La muestra Una línea de polvo, arte y drogas en Colombia revisó el fenómeno y le hizo cuestionamientos al espectador sobre la realidad de la droga en el país a partir del arte.
“Desde hace 30 años el narcotráfico define nuestra realidad política, por lo que no es un tema ajeno”, comenta Santiago Rueda, curador e investigador de la muestra.
También se tocaron temas más locales. El propósito del evento no fue solo decirle al espectador que la ciudad le pertenecía sino que hacía parte del problema.
“Esto no le está pasando solo al Nutibara sino en muchos territorios y con muchos actores de la ciudad”, comenta Harold Ortiz, director del encuentro.
A partir de la experiencia del Timebag, efímera y pasajera, sirvió para recordarle al espectador que temas como la prostitución, el narcotráfico o las mujeres víctimas del conflicto “no son problema solo del arte ni de este evento, sino de la ciudad”.
Desde cualquier lado del hotel el público veía esa realidad insoslayable. La ciudad que incomoda estaba ante sus ojos