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La Pascasia, una casa central para encontrarse

Este nuevo lugar para la música, la literatura y el arte se ubica en el Centro de Medellín. Una idea para habitarlo.

  • La Pascasia tiene un sitio para conciertos, al fondo de la casa. La literatura y otras artes también tienen su espacio en este lugar cultural que empezó a funcionar en abril. FOTO julio césar herrera
    La Pascasia tiene un sitio para conciertos, al fondo de la casa. La literatura y otras artes también tienen su espacio en este lugar cultural que empezó a funcionar en abril. FOTO julio césar herrera
  • La Pascasia, una casa central para encontrarse
26 de mayo de 2016
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La Pascasia tiene una puerta y dos ventanas de madera café. Al lado del timbre dice que no es buena idea timbrar por ahora, que están grabando. Tres golpes, abren la puerta y la casa vieja que se ve desde antes, con esas paredes de bahareque –de eso parecen hechas–, está igual de vieja.

Los cálculos de construcción son de más de cien años, y está intacta, o casi: antes vivía gente, ahora es un universo –así la describen sus dueños– donde habitan la música, la literatura y el arte plástico. Además cualquiera que quiera pasarse por ahí a escuchar, a ver, a leer, a tomarse un café o una cerveza.

La Pascasia se abrió en el Centro de Medellín, bajando por la calle Pascasio Uribe, entre Maturín y Bomboná.

Primero fue una idea de la Corporación Música Corriente, a la que luego se sumó Universo Centro y después Hangar Musical. Detrás hay unas 20 personas, con la idea de darle vida a una casa en donde las piezas conectadas son sala de arte, la cocina es el bar, el patio de la mitad está lleno de plantas que le dan el toque natural, el fondo tiene una sala de conciertos con las condiciones adecuadas, que puede ser sala de ensayo. Porque La Pascasia se acomoda a otros proyectos: el miércoles estaba de set de grabación, por eso lo del timbre.

Pablo Ángel, que hace parte del equipo de Música Corriente, dice que en Medellín faltaba un lugar que no fuera ni muy pequeño ni muy grande para la música. Ahí está.

El espacio llegó por unos amigos músicos, los Henao, que vivieron allí toda la vida, pero que por crecer, por tener otras ideas, ya no estaban y se resistían a venderla para que fuera tumbada y construyeran un edificio. Conversaron, se las alquilaron en condiciones favorables, se metieron de cabezas, la adecuaron desde principio de año y la abrieron en abril.

La estructura no la cambiaron y no necesitaron tumbar ni construir nada. Se adaptaron al lugar y hasta las plantas que estaban en el patio central les parecieron tan bien que ya tienen una comisionada de jardines.

De La Pascasia, tal vez, eso es lo más interesante: que no ha dejado de ser una casa del Centro, vieja, que después de que se pasa la puerta sigue siendo una casa de familia. Eso les gusta, precisa Pablo.

Alejandro Bernal, igual de Música Corriente, explica que les ha ido tan bien que han tenido hasta 500 personas en una noche. Pura emoción, porque están en una zona que hay que conquistar culturalmente.

Saben que en el Centro no todo es bueno, que hay problemáticas tensas, pero que la solución no está en llenarlo de seguridad, de policías. Se trata de habitarlo, y La Pascasia tiene eso: es una casa para habitar.

La programación

El lugar se abre de miércoles a sábado. El bar es para ayudar al sostenimiento y los viernes y los sábados, aunque no se vaya el arte y la literatura, es más para la música.

La primera exposición fue sobre la historia de la zona, que era el Callejón de Guanteros, el primer barrio de invasión de Medellín, precisa Alejandro. A ellos les interesaba saber del pasado, tanto que llevaron a un historiador del Centro para que les contara de la calle y del sector. De ahí también llegó el nombre, que no fue fácil de descubrir, pese a que estaba en la misma calle.

Ahora hay una muestra de escultura de José Fernando Ángel: Riocedro. Trazos de fuego. En la pared de la que fue la sala alguna vez, es decir muy al principio, se lee sobre ella: “La obra en su relación con la naturaleza puede hacer referencia a los problemas ambientales de la sociedad actual”.

Cada mes se cambia la exposición, eso quieren. Cada semana hay música distinta, literatura distinta, conversatorios con distintas personas, películas distintas en el cineclub. La casa se llena de distintas maneras y gente, que es lo importante.

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