La novela negra es uno de los fenómenos más recientes de la literatura contemporánea. Uno de sus exponentes más sobresalientes es el escritor francés Bernard Minier. Generación habló con él sobre la relación del protagonista de sus novelas con la paz; también sobre la perspectiva que tiene del género literario en el que se desenvuelve.
¿Por qué cautiva tanto la novela negra?
“Es una pregunta que se le hace frecuentemente a autores como yo y la verdad no tengo respuesta, pero me parece que la novela negra es una de las más adecuadas para hablar de las locuras y los peligros de estos tiempos, por supuesto de su violencia, que hay en todos los continentes. Así como en Francia estamos enfrentando el terrorismo, en Colombia hay otra forma de violencia, esta es omnipresente y la novela negra es una de las más idóneas de describirla, y de mostrar las emociones que despierta en la sociedad actual. Es una literatura muy contemporánea y muy en contacto con las diferentes realidades. Es un trabajo que agrega a la verdad y a través de los personajes se habla de la sociedad en la cual vivimos, sus evoluciones y los peligros que enfrentan”.
¿Por qué es tan importante el detalle en la construcción de los personajes y los espacios para su obra?
“Vladimir Nabokov dijo ‘un libro es primero detalles’, esa frase nunca la he olvidado y me parece muy cierta, como lector, no como autor. Cuando estoy leyendo una novela miro primero los detalles instintivamente y es lo que Nabokov decía, cuando uno se acerca a una novela hay que saborear primero los detalles antes de mirar las ideas generales, él hablaba de los mil soles que son los detalles y el claro de luna que son las ideas generales. Por ejemplo, no hay nada peor que empezar a leer Madame Bovary con la idea preconcebida de que es una denuncia a la burguesía, es una forma fatal de leer, primero hay que saborear la escritura de Flaubert, su genio, su talento para las pequeñas cosas. Eso me interesa como lector y como autor, por supuesto quiero darle carne a mis novelas, no se trata solo de contar una historia, tal vez es lo que menos me interesa, tal vez lo que más me interesa como lector y como autor es todo lo que la novela me va a permitir decir, todo lo que está alrededor del esqueleto”.
En el libro No apagues la luz hay un enfoque de género, ¿cree que hacía falta en la novela negra hablar más desde la mujer?
“No puedo hablar por otros autores, pero es algo que he tratado de hacer desde Bajo el hielo donde había muchas mujeres con papeles importantes, fuera de Servaz estaba Diane Berg, que trabajaba en un instituto psiquiátrico y era un personaje principal, e Irène Ziegler, la otra policía. Siempre me ha interesado el papel de las mujeres, su hija Margot también está muy presente, pero es verdad que en No apagues la luz Servaz está un poco aparte y el personaje principal es una mujer víctima de acoso, que es el tema del libro. La violencia de género es muy contemporánea, en Francia, por ejemplo, cada año hay entre 50.000 y 90.000 mujeres violadas, aunque hay que tomar las estadísticas con cautela, sabiendo que solo una de cada diez mujeres violadas presenta denuncia. Por otro lado una mujer muere por los golpes de su compañero cada tres días, es decir, que es un fenómeno muy importante.
La idea surgió en un viaje a Argentina, era un vuelo largo y me habían dado un libro de Marie-France Hirigoyen, especialista en acoso, con testimonios de mujeres víctimas de violencia familiar y de género, inmediatamente supe que tenía que hablar de eso porque es uno de los asuntos más importantes hoy en día en Francia, y solo con leer estos testimonios ya tenía casi clara la historia que es en crescendo, de pequeñas cosas al principio del libro, insultos o mensajes extraños, etc., hasta una violencia tremenda al final. Todo esto a través de Christine Steinmeyer que habla de otro personaje que está en la sombra y al principio no conocemos”.
¿Cómo llegó a la novela negra?
“La verdad es que soy un joven autor de cincuenta y pico de años. Publiqué mi primera novela negra, que se llama Bajo el hielo, a los cincuenta, así que pasé muchos años escribiendo otras cosas. Esta primera obra fue una especie de ejercicio y algo bastante nuevo para mí, no era un especialista del género, era un desafío. Con suerte encontré editoriales interesadas enseguida y sobre todo un público, lo que me ha permitido seguir con la novela negra. Ya he publicado cinco libros y el sexto saldrá en 2018”.
El detective Servaz es un personaje que lleva varios años acompañándolo, ¿seguirá con él?
“Tengo cuatro novelas con este personaje recurrente, que en Francia es muy popular y todos los lectores siempre me hablan de él, y tengo una novela sin él, que se llama Une putain d’histoire, que se traducirá pronto al español. Al acabar Nuit, protagonizada por Servaz, que se publicó en Francia en febrero, me pregunté si seguiría con él, al principio pensaba que no, pero la idea más brillante que me surgió lo necesitaba, así que la próxima novela será la quinta con este personaje que aprecio mucho”.
¿Cómo es su relación con Servaz? ¿Qué tiene él de usted?
“Flaubert solía decir ‘Madame Bovary soy yo’ y yo siempre digo ‘no soy Martin Servaz’. Tengo algunos aspectos de él, tal vez sus defectos, pero no sus cualidades. Por ejemplo, tengo muchas dificultades con las nuevas tecnologías, los teléfonos móviles y todas esas cosas del siglo XXI, soy más un hombre del siglo XX, como Servaz, pero hay otros aspectos de él que no comparto en absoluto, es decir, que es una creación literaria, como tiene que ser todo personaje de ficción. Le di rasgos de personalidad que tomé de personas que encontré o de mí mismo, pero es una creación de ficción”.
¿Hirtmann [el asesino antagonista de Servaz] tiene algo suyo?
“Espero que no. Hirtmann acompaña a Servaz, pero no tanto. Está muy presente en mi libro Bajo el hielo, pero luego no tanto en El círculo, donde Hirtmann tiene mucha importancia para el final de la novela pero se queda un poco en la sombra, ya en la tercera, No apagues la luz, Hirtmann casi no aparece, solo en el epílogo y en el prólogo. En cambio en Nuit, que se publicó este año, está otra vez muy presente como estuvo en Bajo el hielo, ha vuelto al escenario y se enfrentan los dos. De Hirtmann no tengo nada, salvo tal vez lo que comparte con Servaz, porque tienen unos rasgos comunes, por ejemplo, la dificultad con el mundo moderno, son tipos old school, que pertenecen al pasado, y este aspecto, como ya lo he dicho, sí lo compartimos. Ambos son apasionados por la música de Gustav Mahler, lo que también comparto, pero no tengo nada más de Hirtmann, por suerte”.
La música es muy importante en su obra, ¿cómo la trabaja?
“La música me permite atribuirles cualidades a mis personajes, cada uno escucha un tipo de música diferente. Hirtmann y Servaz comparten el gusto por Gustav Mahler, pero Espérandieu, el ayudante de Servaz, escucha rock indie y pop, la hija de Servaz escucha metal, esto me permite decir algo de estos personajes sin necesidad de gastar muchas páginas describiéndolos, ya escuchar metal o Mahler dice algo de ti. También uso la música porque me he dado cuenta de que vivimos en una época donde la imagen y el sonido están muy presentes, mis amigos pueden hablar horas de gustos musicales que comparten, de conciertos que han visto, de películas, pero es bastante raro que hablen de lecturas comunes, y me doy cuenta que, como decía George Steiner, estamos en la época de la imagen y el sonido, es decir, que hemos dejado atrás la época de la palabra escrita”.
Sin embargo, sus novelas son extensas y tiene un público cautivo.
“No sé por qué mis novelas son tan largas, empecé en la escritura con relatos cortos y ahora estoy escribiendo novelas de 600 o 700 páginas, tal vez porque quiero decir muchas cosas y el público me lo agradece, nunca las encuentran demasiado largas y quieren quedarse más con los personajes, lo que es muy agradable para mí”.