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Mejía lleva a Bogotá la quinta edición de El cine

Juan Diego Mejía muestra la 5a. edición de la obra que fue Premio Nacional de Novela en 1996.

  • En la nueva edición hay sutiles cambios de forma. No cambia el destino de ninguno de los personajes. FOTO Donaldo Zuluaga
    En la nueva edición hay sutiles cambios de forma. No cambia el destino de ninguno de los personajes. FOTO Donaldo Zuluaga
  • Mejía lleva a Bogotá la quinta edición de El cine
  • Mejía lleva a Bogotá la quinta edición de El cine
28 de abril de 2015
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El cine era mejor que la vida, ese libro de título seductor del escritor Juan Diego Mejía, vuelve a ser nuevo: llega a su quinta edición.

La primera fue la de Colcultura, en 1996; la segunda, de Editorial Universidad de Antioquia; la tercera, de Editorial Norma; la cuarta, de Editorial Pluma de Mompox, para bibliotecas, y ahora, la Universidad de Caldas se ocupa de volverla a publicar.

Esta obra, ganadora del Premio Nacional de Novela Colcultura en el año de su publicación, es, según su autor, un “libro inocente, que no tiene la intención de mostrar sabiduría”. Y añade: “Pero fue salvador”.

Comenta que se sumergió en un desasosiego por casi dos años. Algo parecido a lo que los españoles llaman el Demonio del Mediodía.

Se fue de casa a un apartamento, con el álbum familiar. Pegó las fotos en las paredes y las iba mirando y escribiendo.

“Quería descubrir quién diablos era yo”. E iba escribiendo, no en forma de novela, sino de recuerdos.

Veía en unas imágenes a su papá, de pelo lacio engominado, cuando estaba joven, dueño de una sonrisa bonita. Era un borracho o, mejor, un hombre que mantenía a media caña como suele decirse. Era eufórico. Cantaba y era amoroso.

“La sorpresa fue que cuando terminé, vi que tenía visos de novela. Bastaba darle un toque de ficción”.

Narrado por un hombre de cuarenta años, el relato tiene el punto de vista del niño que este hombre fue. Y el toque de ficción aparece cuando, según el niño, él y su padre, Mejía, comparten una complicidad: que el papá está enamorado de las mujeres que oye cantar en la radio y él, de las mujeres que ve en el cine. Y que, como cómplices, ambos se guardan el secreto.

Por aquellos días, Mejía y yo estábamos unidos por el cine. Empecé a entenderlo esa tarde cuando fuimos a ver El gran escape en el Junín, y ahora, tanto tiempo después, pienso en él sentado en la sala del teatro, preocupado, simulando estar conmigo, sonriendo a veces, y sacando como un mago de sus bolsillos colombinas y otros dulces que me mantenían ocupado.

La voz propia

Esta novela fue salvadora porque le sirvió de laboratorio de escritura.

“Me di cuenta de que cuando un escritor se oye su propia voz, el texto funciona. Si, en cambio, oye una voz extraña o da concesiones a otras personas, se enreda. Debe hallarse esa voz auténtica”.

En cuanto al título, como para todas sus obras, Juan Diego pegó papelitos por todas partes en la casa; hasta en la nevera. Para que al pasar, de tanto verlo se fuera descifrando. Uno de los títulos era esa frase de François Truffaut, “El cine es superior a la vida, porque en aquel no hay embotellamientos ni tiempos muertos... y todo fluye como trenes en la noche”.

La cambió a pasado para que reflejara la voz en que está narrada la historia: la de un hombre que recuerda una etapa de su niñez.

“A veces me llaman o escriben estudiantes para preguntarme sobre cine, porque el título de la novela les hace pensar que en la obra hay un tratado sobre cine. Les contesto: están equivocados: en esta novela, el cine es una metáfora. Solo menciono tres películas: El gran escape, El circo de tres pistas y La novicia rebelde”.

Recuerdo a Judith estallando en risotadas de pánico donde el abuelo Juan, reconstruyo el último recuerdo agradable de Mejía, cuando fuimos a ver El gran escape, y el sueño termina por espantárseme, entonces de nuevo el cuerpo empieza a cansarse por sectores.

Volvamos al principio: Juan Diego dice que este fue un libro salvador. ¿Sí le sirvió para darle indicios de quién diablos era él?

“En ella, a veces, hablando de Mejía, siento que estoy hablando de mí. Me retrató”.

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