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Yuri Buenaventura sueña con sus raíces

  • Yuri Buenaventura. FOTO cortesía hay-daniel mordzinski
    Yuri Buenaventura. FOTO cortesía hay-daniel mordzinski
27 de enero de 2017
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Yuri Buenaventura no es músico. Nunca estudió, aprendió solo y descubrió su amor por la música llegando a los veinte años. Su infancia no fue entre tambores ni heredó la pasión familiar, fue la necesidad la que lo empujó a buscar su suerte de cualquier manera, con lo único que tenía para valerse: su voz.

Esa misma que se quiebra al recordar los años felices en Buenaventura, cuando no sabía que era pobre, y que le pesa al contar los días sin sol en el metro de París cantando en vagones y pasillos, primero con una guacharaca y luego con un bongó que se rompía cada semana. Yuri es más bien un contador de historias, eso es lo que mostró en su charla con Roberto Pombo en uno de los primeros eventos del Hay Festival de Cartagena.

En 2014, Francia lo nombró Caballero de las Artes y las Letras y hoy es un embajador del cruce cultural que se celebra este año con el país galo, por lo que también fue el encargado del concierto inaugural del evento. Luego de que pasara la era dorada de la salsa, cuando la idea de la música latina estaba más cercana a Ricky Martín que a Héctor Lavoe, en París sonaba salsa, las notas tercas de un hombre que a fuerza de perseverancia la puso de moda.

“Los primeros en escuchar mi música no fueron los franceses, sino los francoparlantes africanos que sentían en mi sonido los tambores africanos, pero les hablaba en francés [...] Íbamos de bar en bar tejiendo una red de intercambio cultural, de conversación, hasta que se puso de moda”, cuenta como si él y sus compañeros de orquesta no hubieran sido los artífices de todo un fenómeno cultural. Yuri no solo se encargó de llevar la música que conocía como suya, la música que había nacido de sus ancestros, a otro continente; sino que se interesó por rescatar la canción francesa y llevarla a otro nivel.

Uno de sus primeros éxitos fue un cover de Ne me quittes pas de Jacques Brel y uno de sus últimos fue Je me suis fait tout petit de Georges Brassens a dúo con Zaz.

Buenaventura fue el nombre que se puso porque quería hablar de su origen, sin embargo, no se quedó ahí, sus canciones tienen referencias a la mitología con la que creció, como Vuelo, que está inspirada en “un mito del Pacífico de un hombre que vuela sobre una sierpe por la selva multidimensional hacia la luz, esa luz es la puerta de entrada a la misma selva y el hombre hace un viaje cíclico, vuelve y empieza”.

Un mito lo acompañó por veinte años en sus sueños hasta que lo convirtió en canción. “Cuando se habla de un hombre negro, se habla de una etnia, de una cosmovisión, para mí Barack Obama no es negro, puede ser el presidente de los Estados Unidos pero eso no me garantiza su pensamiento”, definió antes de dar cuenta de toda la herencia musical que ha producido su etnia, el jazz, la salsa y hasta el tango.

Aunque se enorgullece de ser negro, Buenaventura no echa por tierra otro de los legados culturales que le dan valor a la tierra donde nació. “Ahí está la sabia de nuestra tierra, en el indígena, el origen mismo. Eso va todavía más lejos que la memoria que tenemos con el tema negro [...] Hay que sacar tiempito para hablar con los indígenas en Colombia”, afirmó. Tal vez no inspiraron su música, pero sí son parte importante de la cosmovisión que arrastra en sus letras..

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