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Así es el rumbo que Rafael Tamayo Franco le quiere dar al Mamm

El nuevo director asumió funciones el pasado primero de diciembre. Viene de ser gerente de la Bienal Internacional de Arte de Antioquia y Medellín.

  • Rafael Tamayo, el nuevo director del Museo de Arte Moderno de Medellín, gerenció la reciente Bienal Internacional de Arte de Antioquia y de Medellín (BIAM). FOTO: Julio Herrera
    Rafael Tamayo, el nuevo director del Museo de Arte Moderno de Medellín, gerenció la reciente Bienal Internacional de Arte de Antioquia y de Medellín (BIAM). FOTO: Julio Herrera
Sara Kapkin

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hace 1 hora
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Rafael Tamayo Franco es abogado y teólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana, doctor en Historia por la Universidad Nacional y magíster en Derecho Internacional por la Université Paris II Panthéon Assas y especialista en Derecho de los Negocios de la Universidad Externado. Ha pasado por instituciones como el Museo de Memoria de Colombia, la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá (BibloRed), el Ministerio de Cultura y la Unesco, y fue gerente de la Bienal Internacional de Arte de Antioquia y Medellín 2025.

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El pasado 31 de octubre, el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) anunció a través de redes sociales el nombramiento de Tamayo Franco como su nuevo director: “Con este nombramiento, el Museo de Arte Moderno de Medellín reafirma su compromiso con el arte contemporáneo, el pensamiento crítico y la cultura como motor de transformación social, y da la bienvenida a Rafael Tamayo Franco confiando en que su experiencia y visión seguirán consolidando al MAMM como un referente cultural en Colombia y la región”.

El pasado primero de diciembre, Tamayo asumió oficialmente el cargo de director en reemplazo de María Mercedes González, quien estuvo 13 años al frente de la institución y a quien se le reconoce un gran trabajo: bajo su dirección el museo creció –en espacios públicos y programas, con nuevas salas para el arte y el cine–, pero sobre todo se internacionalizó.

Rafael Tamayo Franco llega para sostener ese crecimiento y para seguir internacionalizando el museo, que quiere consolidarse como referente cultura no solo de Colombia, sino de América Latina. EL COLOMBIANO habló con él.

Usted es abogado, teólogo y se ha especializado en derecho, ¿cómo entra el arte en su vida?

“El arte siempre ha estado muy presente en mi vida. Soy magíster en Derecho Internacional, mi institución de trabajo, con la que he hecho consultorías y demás, es la Unesco, que es la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura; allí hay dos grandes áreas: cultura y educación, y siempre he estado apoyando procesos de cultura, donde hay principalmente museos, bibliotecas, patrimonio mundial y archivos, que son las cuatro áreas de enfoque. Entonces siempre he estado como conectado un poco con la administración y la parte jurídica como del área cultural”.

Viene de ser gerente de la Bienal, ¿qué le quedó de ahí? ¿Cómo entender la relación de la ciudad con el arte?

“La Bienal fue sin duda un gran aprendizaje y hacerla después de tantos años fue un gran reto; ninguno de los que participamos alcanzábamos a dimensionar la Bienal hasta que la tuvimos encima. Creo que uno de los grandes aprendizajes para la ciudad es que realmente hay un profundo interés en el arte. Es decir, este dicho que remarca que el arte es para una élite y que hay unos grupos poblacionales a los que no le interesa porque tienen otras preocupaciones, porque no tienen sus circunstancias básicas cubiertas, se desmontó con la Bienal. Es un mito totalmente falso. A la Bienal fueron 450 mil personas de todos los niveles sociales, culturales y educativos. Incluso algunos pudieron decir ‘no entiendo, no me gusta, o me gusta’, pero solo el proceso de interacción fue profundamente enriquecedor. También siento que la gente está buscando espacios para ver arte, para escuchar a los artistas, para tratar de entender, para encontrarse y conversar.

Los distintos espacios fueron algo muy bello de la Bienal, la gente disfruta un montón la programación cultural, los conciertos, la música, la danza, la gente podía tener mayor o menor interés en las salas, pero solo encontrarse en torno a la cultura es una cosa increíble. Realmente nuestra sociabilidad hoy pasa principalmente por los centros comerciales, entonces, comprobar que espacios como los museos y las bibliotecas son espacios donde la gente se encuentra para hablar de muchas cosas, es muy bello. Quiero decir entonces que la Bienal fue una gran experiencia y creo que la ciudad se lo merecía”.

¿Qué traer de esa experiencia al museo?

“No solo por mi trabajo en la Bienal, sino por mi experiencia previa en educación, traería esta idea de complementar todo el programa expositivo con los procesos de educación, de formación de públicos, con capacitación y educación no formal. En cuánto a perspectivas de futuro, es un poquito temprano para decirlo, pero sin duda, después de trabajar con el equipo, hay algo importante y es que necesitamos seguir creciendo. Tal vez el MAMM es uno de los museos que ha tenido uno de los crecimientos más rápidos en el sector, lo reconocen muchas otras instituciones, valoran que para ser un museo privado es fundamental el rol que juega no solamente en la ciudad sino en la región y en el país. Ese crecimiento necesita también otros procesos que lo acompañen, un crecimiento en el equipo, en la misma formación del equipo, en los retos que vienen, en las exposiciones.

Llega un proceso de fortalecimiento en general. También quisiéramos, y en eso seguramente vamos a necesitar mucha ayuda del sector privado, un proceso de internacionalización del museo, que las exposiciones, los artistas y nuestra colección circulen. Ya hay unas alianzas muy consolidadas, el museo ha hecho un gran trabajo en sus 47 años de existencia, pero vienen nuevas alianzas, con instituciones interesadas como la Fundación Louis Vuitton y la Embajada de Francia”.

Su llegada se da poco después de toda la discusión que suscitó el intento de vender las obras de Débora Arango, ¿cómo asumir eso?

“Yo creo que hay varios asuntos para analizar. Lo primero es que vemos una gran apropiación del museo por parte de la comunidad, es decir, la gente siente, y eso está muy bien, que a pesar de ser un museo privado, hay la posibilidad de llamar la atención y pedir artistas, obras específicas; ese es un elemento de capitalización, o sea, podemos contar con nuestro público, sabemos que están atentos a lo que sucede y eso es muy importante.

En particular con la colección de Débora, que es una colección fundamental, hay que tener en cuenta que aunque el museo tuvo una ampliación en el 2015, es un museo pequeño, no tenemos tantas salas, nuestro compromiso como museo es que la exposición y las obras de Débora circulen, de hecho, la primera exposición que inauguramos es una de Débora en el museo Santa Clara, en Bogotá, aunque yo no la gestioné, el mérito es sin duda de la exdirectora y del equipo de trabajo en alianza con el Ministerio de Cultura.

Creo que hay un gran potencial en el tema de Débora para todo lo que viene, precisamente el equipo de educación está trabajando, estamos terminando de diseñar el fondo de obra para que la gente que quiere que las exposiciones de Débora sucedan en el país y en el resto del mundo nos ayuden a que efectivamente eso suceda”.

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¿Como una forma de participación económica?

“Sí, nosotros somos una institución sin ánimo de lucro. Las instituciones tenemos muchas maneras de financiarnos, para el museo es muy importante la taquilla, las alianzas interinstitucionales, pero el aporte de la comunidad también, entonces hay unos retos importantes que tenemos y estamos evaluando nuevas líneas de oportunidades financieras para hacer el museo todavía más sostenible de lo que ya es”.

¿Qué quiere para el museo en relación a la ciudad?

“Siempre hay una población que es particularmente difícil de cautivar: los jóvenes, y ese es un público que sueño con que se conecte todavía muchísimo más con el museo, sería maravilloso sentir que están muchísimo más, que hacen un ejercicio de curaduría participativa, que construyan, que ayuden a llevar al museo a superar sus límites, porque nosotros estamos rodeados por estas montañas, que son al mismo tiempo una riqueza y un límite, entonces el museo debería convertirse en un espacio que supera esas barreras.

Esta idea de internacionalización no se trata solamente de llevar las colecciones más importantes a otros lugares, sino que seamos una ventana al mundo”.

¿Qué sueña con el museo?

“Me parecería maravilloso en algún momento hacer ciclos de los grandes artistas del siglo XX, que pudiéramos tener en préstamo sus colecciones, que nunca han estado en Colombia, en ningún museo del país. Hay unas relaciones por construir, una confianza por generar para que esas colecciones puedan llegar”.

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