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Espectáculos sin público en directo, profesores que enseñan en un monitor, actores que ensayan a través de WhatsApp, maquillaje a distancia, escenarios improvisados en las casas. El cierre de las salas por la pandemia obligó a los colectivos de las artes escénicas a buscar soluciones en el mundo digital, donde no es su campo de acción natural.
Todos los días se reúnen los del Matacandelas a través de plataformas virtuales. Con La Pascasia y la corporación Otraparte están haciendo un montaje sobre Los Panidas (grupo de intelectuales antioqueños de principios del siglo XX). Los actores desde sus casas hacen videos de un minuto, el director los revisa y les reenvía acotaciones. “Es lento, agotador, hay que ver el video 20 veces”, dice su director y dramaturgo, Cristóbal Peláez.
No cree que la distancia sea un impedimento para hacer teatro, porque sigue habiendo representación, los actores interpretan personajes, sin embargo siente que se pierde el ritual, la comunicación es distante y la creación se vuelve algo más fría.
La mera expresión “teatro virtual” aterroriza a dramaturgos y espanta a actores: “El teatro es vivo, presente, directo, efímero (se hace una vez y nunca va a ser igual)”, dice Fabio Rubiano, director de Petra de Bogotá. “Placebos, sucedáneos, formas parateatrales, adyacentes”, se refiere Cristóbal. Ambos plantean que se puede crear obras y verlas en la distancia, pero se estaría dejando a un lado la esencia escénica, que es el contacto del público con el actor.
Desde la palabra, explica el dramaturgo y docente Mario Sánchez el teatro exige presencia física, pero no es la única opción. “¿Te imaginas que en la época de Shakespeare hubiera luz led? El diálogo con la tecnología hay que asumirlo en este momento”.
Para el profesor, ahora no existen escenarios sino espacios virtuales que se pueden usar para la representación. Al igual a como los creadores eligen un escenario (tablas, calle, plazas), se puede elegir un espacio virtual a condición de que sea representado en vivo.
Un pionero en este campo es la compañía catalana La Fura del Baus. En 1995 presentó una experiencia en el que el que trasladó el escenario físico, a través de internet, a diferentes ciudades en “un espectáculo planetario”, como se anunció entonces en El País de España.
25 años después, la pandemia por coronavirus obligó a que el experimento fuera una necesidad. La compañía realizó una adaptación de “Macbeth”, el clásico de Shakespeare, con treinta artistas a distancia durante dos semanas (se puede ver en YouTube).
Mario Sánchez también es uno de los gestores de SalaVirtual, un formato que aprovecha las pantallas como medio para que “tele-espectadores” puedan ver propuestas de narración oral, danza, teatro, clown, títeres y circo. La plataforma virtual ha sido un medio para que obras tradicionales se presenten en edición digital. “El concepto es ‘remediación’, se cambia el medio a través del cual se hace la expresión artística”, comenta.
Sin hacer defensa del teatro clásico, el dramaturgo Fabio Rubiano propone un ejercicio para cualquier espectador: “Traslademos la pregunta a la música. ¿Usted iría a un concierto o preferiría comprar el CD, así sea de la mejor calidad? ¿O le gustaría ver el partido en el estadio o en su casa tranquilo con su gaseosa y sus papitas? Obvio la gente va al estadio, así haya frío o lo empujen. Esto es porque el ser humano prefiere la acción viva, de eso se trata la vida, es real, como el teatro”, comenta el creador.
“La virtualidad no es nada para el teatro”, resalta el dramaturgo. “Si fuera así las tablas se hubieran acabado cuando apareció el cine. Si algo ha superado todo es el teatro: pandemias, guerras, censuras; hasta las malas obras”.
El momento actual, señala, es ideal para investigar nuevos formatos. “Hay mucha creatividad, exploración; de pronto algunas fallas técnicas porque es un tema nuevo. De resto, todo esto se hace mientras tanto”.
Otras organizaciones adelantan soluciones diferentes. El Pequeño Teatro, el Pablo Tobón Uribe, el Águila Descalza y el Porfirio Barba Jacob preparan un protocolo de bioseguridad para salas de mediano y gran formato. A través de una encuesta en sus redes a finales de abril, el 83 % de sus seguidores (1.123 votantes) dijeron que les gustaría que las salas ofrecieran programación con medidas de protección y distanciamiento social.
“Queremos apostarle a una idea que ha funcionado en Alemania y está empezando a funcionar en España: en lugar de estímulos, los dineros de la cultura deberían ser para implementar protocolos que ayuden a abrir en algún momento”, explica Mauricio Turriago, comunicador del Pequeño Teatro. Es aún preliminar, pero quieren plantear la idea de destinar ese dinero para aspersores, cabinas y otros elementos sanitarios.