“Rodrigo, Miguel Ángel, voy cogido pa´l trabajo. Me van a echar por venir a verlos”, soltó un aficionado, minutos antes de marcharse sonriente con un saludo de pulgar de Supermán López y la respuesta de Rodrigo Contreras: “A todos nos han regañado por andar embobados en bicicleta”.
Y eso que aunque el gran contrarrelojero cundinamarqués sabía de la ligazón que tiene Medellín con el ciclismo, no sabía que precisamente en las calles de esta ciudad que vibra con las bielas, y que estaba a punto de recorrer con el emblemático equipo Astana, el retratista del pedal colombiano, Horacio Gil Ochoa, inmortalizó hace 50 años una de las fotos más famosas que ha hecho parte de incontables exposiciones alrededor del mundo.
En ella se muestra al ciclista Jairo González botando dos dientes por la brutal caída en una etapa de la Vuelta a Colombia tras arrollar a un pequeño travieso a quien la mamá mandó a misa, pero que no pudo evitar la tentación de disfrutar de la caravana, y cuyo infortunio quedó para la posteridad en los periódicos del día siguiente.
Medellín está llena de historias como estas alrededor del ciclismo. Y el Tour que comenzó ayer en la capital antioqueña tras varios meses de espera ayudó a recuperar ese fervor colectivo del público paisa.
Probablemente esta ciudad se demore para volver a ver a familias compartiendo el fiambre en plena orilla de la avenida Ferrocarril al mediodía. Con el agite y afán que envuelve a Medellín lo que logró el Tour Colombia es un pequeño milagro citadino.