En el estadio Fiscal de Talca, el reloj marcaba los 63 minutos cuando un relámpago vestido de amarillo encendió la ilusión de toda una nación. Óscar Perea, delantero de 20 años formado en Atlético Nacional y hoy aventurero en el fútbol europeo, apareció en el área para firmar el tanto de la victoria 1-0 sobre Arabia Saudita en el debut de la Selección Colombia en el Mundial Sub-20 de 2025.
Ese gol no fue uno más. Fue el que abrió el camino del equipo en el torneo y, al mismo tiempo, reafirmó la identidad de un muchacho acostumbrado a responder en las noches grandes. No era la primera vez que Perea vestía de héroe con la camiseta nacional: en el Sudamericano ya había marcado frente a Argentina y Chile. Ahora, con tres gritos oficiales en su cuenta, lo suyo deja de ser casualidad para convertirse en tendencia: el chico de La Virginia siempre aparece en los momentos de verdad.
La historia de Óscar Andrés Perea Abonce es tan dura como inspiradora. Nació en La Virginia, Risaralda, pero a los cinco años su vida cambió para siempre: la tragedia tocó a su puerta cuando su padre, Óscar Antonio, falleció en un accidente laboral. Fue un golpe devastador para la familia, en especial para Adriana, su madre, quien se aferró a la fe y a su hijo para salir adelante.
Ese dolor los llevó a mudarse a Santa Cecilia, un corregimiento de Pueblo Rico (Risaralda). Allí, entre calles empinadas y tardes de sol interminables, Óscar encontró en un balón la manera de sanar. En la escuela Benkos Biohó empezó a destacarse, siempre bajo la mirada atenta de un tío que convenció a su madre de llevarlo a una escuela de fútbol en Palmira, Valle.
Adriana no dudó: apostó todo a los sueños de su hijo. El club Envigado de Palmira fue su primera casa futbolística, pero la historia lo devolvió a Pereira, donde el destino parecía tener mejores planes.
En 2018, con apenas 12 años, Óscar se presentó a una prueba en el club La Cantera. Jorge Iván Montoya, formador del equipo, quedó deslumbrado por su talento y lo becó de inmediato. Allí, Perea fue figura, llevó al club al subcampeonato de la Liga de Risaralda y conquistó dos títulos Telecafé.
Los goles llovían: más de 70 en apenas dos años. Daniel Bedoya, otro de sus entrenadores, aún lo recuerda con asombro: “En un solo torneo marcó 14, pero su cifra total superaba los 70. Y apenas tenía 13 años”, contó.
Ese brillo lo llevó a la Selección Risaralda, donde el técnico Diego Pava lo puso en la vitrina. “Uno le veía madera de profesional desde el primer entrenamiento”, recuerda el estratega.
El sueño verde y el salto profesional
En 2020, Atlético Nacional apareció en su vida. Era el club de sus amores, aquel al que seguía desde niño. La pandemia retrasó un año su llegada, pero en 2021 finalmente se enfundó la camiseta verde en la categoría sub-17. Pronto destacó: siete goles en el campeonato nacional, incluido uno en la final. Aunque su posición natural era la de delantero centro, en Nacional jugó como extremo, compartiendo incluso camerino con Emilio Aristizábal, hijo del histórico Víctor Hugo.
El 14 de mayo de 2022 se convirtió en fecha imborrable: Hernán Darío Herrera lo hizo debutar en el profesionalismo ante La Equidad. Su madre Adriana lo vivió como un nuevo nacimiento: “La felicidad que sentí ese día solo se compara con el día en que él nació”, confesó.
En Nacional disputó 54 partidos, anotó 8 goles y entregó 4 asistencias. Fue parte de un ciclo exitoso en el que celebró tres títulos. “Yo pensé que iba a debutar a los 18 años, pero llegó antes. El fútbol era mi vida y luché hasta lograrlo”, declaró entonces el jugador.
Su talento llamó la atención en el extranjero. En 2024 dio el salto al Racing de Estrasburgo de la Ligue 1 de Francia. La adaptación, sin embargo, no fue fácil: apenas 4 partidos oficiales, solo 2 con el primer equipo. La falta de minutos lo obligó a tomar otro rumbo, convencido de que el camino hacia la élite debía construirse paso a paso.
Un año más tarde, fichó por AFS de la Primera División de Portugal. Allí, poco a poco, comienza a encontrar su lugar. Dos titularidades en el arranque de la temporada, nada menos que contra Estoril Praia y Benfica, muestran que la confianza del cuerpo técnico crece. Aún no anota, pero cada minuto en cancha es un ladrillo más en su consolidación.
Hoy, con 20 años, Óscar Perea representa mucho más que un delantero en la Selección Sub-20. Es símbolo de resiliencia, de lucha contra la adversidad, de sueños que resisten cualquier obstáculo. Su gol en Talca no solo significó tres puntos, significó también un mensaje: Colombia tiene en él a un futbolista capaz de encender la chispa en los partidos donde más se necesita.
Mientras Adriana lo acompaña desde la distancia, y mientras La Virginia y Santa Cecilia celebran como propias sus conquistas, Perea sigue escribiendo su historia con humildad y ambición.
En un Mundial que apenas comienza, la Tricolor encontró en su joven atacante un héroe silencioso, de esos que no necesitan mucho ruido para dejar huella. Óscar Perea ya está en la lista de los nombres que ilusionan a todo un país, y su camino, apenas comienza.