Se acerca la época más esperada. Llega el mes de la alegría, la parranda y la animación. Ya están a la venta toda clase de luces y adornos, huele a natilla, buñuelo y percibo en mi boca un pedazo de chicharrón recién rostizado.
A la vuelta de la esquina está diciembre.
Es tiempo de que cambie mi foto de perfil en Facebook y que ponga la del Grinch, porque al igual que ese duende verde y arrugado, yo también odio la Navidad. O por lo menos la que esta cultura del Sagrado Corazón se ha inventado en las últimas décadas.
Una de las razones por la que detesto este mes es por la lucha intervecinal por tener la casa mejor alumbrada. Incluso hay concursos que premian la mejor cuadra de la ciudad.
¿Tantas luces y arandelas para qué? Si las familias por dentro mueren en oscuridad y el caos reina en los hogares de nuestra amada patria.
La Navidad es una de las principales festividades del cristianismo, pues se conmemora el nacimiento de Jesús.
¿Acaso alguien se acuerda de Dios en diciembre? Jesús no está invitado a ninguna de esas fiestas donde lo que se hace es comer, beber, bailar, más tarde pelear, mandar dormir a la novia para acostarse con la mejor amiga, tirar pólvora, abarrotar los pabellones de quemados y dejar huérfanos o peor aún, padres sin sus pequeños, porque a un desgraciado con una arma le dio por hacer tiros al aire.
Ni hablar de los niños de ahora. En mi época todos salíamos de casa en casa con maracas hechas con alambre y tapas de gaseosa a rezar y cantar villancicos. Ahora esos muchachitos no saben qué es una maraca porque los pesebres están en vía de extinción. Los villancicos los cambiaron por el reguetón y “el choque”.
¡Sí señores! Va llegando la hora de que esas cuatro paredes que ustedes maquillan cual payaso de feria, las tiren por las ventanas. Que se gasten tres de los dos pesos que se ganan para renovar los electrodomésticos que en enero tendrán que empeñar y se la podrán pasar todo el próximo año fiando en la tienda de don Chucho lo del diario, quejándose de que la situación del país es muy dura, que la plata no alcanza para nada, que este gobierno es muy malo.
Diciembre está a la vuelta de la esquina y yo no quiero ni arrimarme por allá .
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