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Anécdotas de un desfile que se convirtió en herencia

La tradición silletera ajusta 65 años. Con el regreso del desfile a la calle, le contamos lo que ha cambiado.

  • 1) Desfile de 1957. 2) Transporte de silletas ese año, en camiones. 3) Recorrido 2021, en plena pandemia por el covid-19. 4) Por primera vez, solo se desfiló en el Atanasio Girardot. FOTOS el colombiano
    1) Desfile de 1957. 2) Transporte de silletas ese año, en camiones. 3) Recorrido 2021, en plena pandemia por el covid-19. 4) Por primera vez, solo se desfiló en el Atanasio Girardot. FOTOS el colombiano
Anécdotas de un desfile que se convirtió en herencia
15 de agosto de 2022
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Lo único que no ha cambiado en los 65 años que hoy cumple el Desfile de Silleteros es el anhelo con el que se preparan los que se echan al hombro las flores y la alegría con la que los reciben quienes se amontonan en las calles a ver pasar la tradición.

Otras cosas sí han cambiado: el número de hombres y mujeres que desfilan, la mecánica para llegar desde Santa Elena y hasta las condiciones de salud pública: los pioneros de esta fiesta no imaginaron nunca que una pandemia pondría contra las cuerdas el oficio que se convirtió en herencia.

Todo comenzó un 29 de abril de 1957, año en que Israel retiró sus tropas de la Península del Sinaí, Ghana se independizó del imperio Británico, Egipto reabrió el Canal del Suez y Roma inauguró su primera semana del cine español. En ese diario de hechos, Medellín escribió una de sus más coloridas y esperanzadoras fiestas: la de los campesinos que bajan hasta la ciudad para recorrerla y, en su peregrinación, ofrecerle flores.

Una nota publicada el 13 de agosto de 1977 reseña cómo nació el desfile: en el cierre de la década del 50, la ciudad celebraba la fiesta de la Libertad y las Flores. Esta tenía lugar, por lo general, en el mes de mayo. En una ausencia, de esas propiciadas por el destino, Arturo Uribe asumió la Oficina de Turismo local. Era el año 57. En asocio con el Club de Jardinería, planeó traer 40 silleteros de Santa Elena para que le dieran colorido a las fiestas.

El pueblo antioqueño se maravilló con la iniciativa: nunca antes se había celebrado un evento con flores que fuera popular, abierto, y no encerrado en los centros sociales de la época. Pero en este punto aún no había nacido el desfile. Lo que tenía deslumbrados a los paisas era una vasta exposición que se apoderó del Parque de Bolívar.

Un cruce de llamadas entre un personaje de entonces y el funcionario Uribe resultó en la idea de poner a los silleteros a desfilar por el pasaje Junín, en el centro de la ciudad. Ese, según reseñan los diarios, fue el momento instituyente de una tradición que no se ha quedado quieta, pese a las más paradójicas anécdotas.

Hablan los protagonistas

Joaquín Emilio Zapata, un hombre de 63 años que se ha dedicado la mayor parte de su vida a ser silletero, recuerda que la bajada desde Santa Elena al casco urbano era uno de los más grandes desafíos para cumplirle a la ciudad. Se transportaban en volquetas de obras públicas, apeñuscados, y hasta en camiones de ganado.

“Le tocaba a uno luchar con el estiércol para que no se dañaran las silletas”, cuenta Alexander Nieto Marín, silletero de 45 años, quien además apunta que esa realidad cambió hace pocos años: “Ahora nos envían camionetas a recogernos. Se volvió más cómodo el transporte”.

Los recorridos, agregan Joaquín y Alexander, han cambiado. La ruta de las flores, la primera que alegró a la ciudad, comenzaba en el Pablo Tobón Uribe y llegaba hasta el Estadio: se recorría la avenida La Playa, buscando la avenida Colombia. Luego, dicen, se pasó a la Oriental, empezando justo en el edificio de Los Espejos, con llegada en La Alpujarra.

Primero fueron 40 silleteros, que aumentaron paulatinamente. “Hasta hace 15 años éramos poco más de 400. Ahora, con los nuevos cupos que abrieron para los más jóvenes, somos más de 500”, detalla Alexander, quien agrega que otro cambio visible ha sido la participación femenina en el desfile: “El aumento ha sido por ahí del 30%. Muchas han ganado premios. Los pioneros les están cediendo la tradición a las nietas”.

En los 45 y 26 años que Joaquín y Alexander llevan como silleteros, respectivamente, han tenido lugar anécdotas más que pintorescas. Al primero, en una de las ediciones, se le olvidaron las alpargatas y tuvo que devolverse hasta Santa Elena. Al segundo le tocó un conductor extranjero, que se perdió en la ciudad y le impidió llegar al juzgamiento de su silleta. El destino luego lo premió con una travesía por Washington, en donde compartió la tradición silletera.

La época de la violencia, los tiempos de ‘vacas flacas’ económicas y hasta una pandemia, que los puso a desfilar con tapabocas y encerrados en un estadio, se cuentan entre las vivencias. Este año el desfile vuelve a la calle, con flores que sobrevivieron a las heladas del clima y con silleteros —pioneros y nuevos— que buscan mantener con vida el oficio que se convirtió en herencia

Infográfico

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