Fue triste el final de Jesús Ángel Zapata Herrera, tal como fue su vida.
Tan triste, que ni su velación fue respetada por algunos habitantes de La Iguaná, el barrio donde creció y sufrió, que no permitieron que el acto se realizara en la sede de la Acción Comunal y el ritual tuvo que cumplirse en la calle.
Jesús Ángel falleció el viernes de manera repentina. Era un muchacho de la calle y no tenía familia de sangre visible. A los seis años, él y su hermanita quedaron huérfanos y entonces cada uno fue a dar a una familia distinta.
A Jesús Ángel lo acogió Julieth Herrera Arango, una señora que lo crió como si fuera su hijo. Por cosas de la vida, el joven fue a parar a las calles. La señora lo siguió alimentando y abriéndole las puertas de su casa. Allí iba, comía, se bañaba, se vestía y compartía con las otras personas. Pero su mundo eran las calles. En ellas duró hasta el viernes, cuando murió a la edad de 22 años.
Doña Julieth le tenía pago el servicio funerario. Y la funeraria cumplió. Hasta ofreció sala de velación, pero Julieth y los conocidos prefirieron que se velara en el salón comunal del barrio, "porque a la sala de velación iban a ir sus amigos de la calle y no era bueno", comentó Alexandra Henao, una amiga.
La presidenta de la JAC prestó el local y todo estaba listo para la velación, pero al lugar se presentaron otros miembros de la junta y personas del barrio que impidieron la ceremonia.
"Yo alisté el salón, pero llegó esa gente y no dejaron, es triste porque ahí han velado mucha gente y lo prestan para bailes y shows, fue indignante", apuntó Alexandra. Lo mismo dijo doña Julieth, que vía tip también nos presentó la queja.
Al final, ni el nombre de Jesús Ángel conmovió a los oponentes y el ritual se hizo entre la noche del viernes y el sábado en la tarde en una carpa improvisada en la calle 65 con carrera 69. Hoy descansa en la paz del Señor, muy a pesar de quienes impidieron que tuviera un velorio digno.
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viernes
3 y 4
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