Lo que para las Farc son actos de "ingenio" y, por lo tanto, se vanaglorian con los resultados de esas infamias, para la jurisprudencia nacional e internacional, algunas de las acciones de esta organización armada no son otra cosa que flagrantes y sistemáticas violaciones del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y son atentados contra derechos humanos elementales como la vida.
Qué otro calificativo puede merecer lo sucedido en Guapi, Cauca, donde esa guerrilla engañó a un indigente de 48 años de edad, para que transportara explosivos rumbo a una unidad policial de ese municipio, en pleno parque central.
Este año, el 25 de marzo, las Farc ya habían engañado a un niño de 12 años, de nombre Heriberto, hijo de una familia desplazada, quien se dedicaba a la mensajería para ayudar con los gastos de la casa. También lo convirtieron en una bomba humana. El episodio fue en El Charco, Nariño.
Qué podemos decir de esas acciones que aplastan y despedazan la vida de inocentes, la vida de humildes, la vida de gente de un pueblo al que la guerrilla dice defender bajo el lema: EP, Ejército del Pueblo.
Están fantaseando estos señores, están caminando muy de prisa a estrellarse contra el muro de su propia destrucción.
Estas manías del terrorismo con explosivos, estas acciones carentes de honor militar acrecientan su desprestigio internacional y, sobre todo, nacional. ¿Quién puede respaldar a una organización que se llama así misma Ejército, cuando combate amparada en métodos tan cobardes como inhumanos?
La muerte de esta nueva víctima, en Guapi, es otro paso que las Farc dan con firmeza hacia su desprestigio y su desconexión de los colombianos. Ya lo verán.
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