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Anarquía en UK

  • Anarquía en UK
15 de agosto de 2011
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La sociedad postindustrial, cuyos duros recortes debió afrontar Margaret Thatcher, dejó a buena parte de una generación, la de los hijos d e los mineros y obreros de la siderurgia, entre otras profesiones ligadas a las centenarias factorías británicas, ante un futuro incierto.

La Dama de Hierro aplicó con tan feroz precisión quirúrgica su plan de modernización de la industria del Reino Unido que los chicos de los suburbios de Birmingham, Manchester, Liverpool y de la práctica totalidad de Gales y del norte de Inglaterra sintieron que su país les sacrificaba como al ganado para poder competir en un mundo que comenzaba el incipiente proceso de globalización.

De aquella época, finales de los 70 y comienzos de los 80 del pasado siglo, surgió el nihilismo y la rabia de una juventud hastiada que en parte se canalizó en el movimiento punk, cuyo grupo bandera The Sex Pistols , engendró un álbum totémico lleno de ira y descontento.

El título, "Never Mind the Bollocks" , contenía su primer single, "Anarchy in the UK", toda una declaración de intenciones. Si las primeras revueltas juveniles habían enfrentado a rockersy mods en la turística ciudad sureña de Brixton, arrasada tras un fin de semana de disturbios, un hecho tan significativo que fue incluso llevado al cine en "QuaDROP          henia", la nueva tribu punk desafiaba constantemente al orden y al decoro mofándose incluso de la sacrosanta reina Isabel II.

El lastre de la desindustrialización se arrastró hasta bien entrados los 90, con fenómenos como las bandas de skin heads o el hooliganismo , que dejó centenares de muertos en los campos de fútbol de Inglaterra y del continente europeo.

Nadie comprendía muy bien entonces de dónde nacía tanta violencia. Después de dos décadas en calma, las que coinciden con las generaciones que crecieron en los nuevos tiempos de bonanza, la violencia ha regresado a Reino Unido de la mano de otra crisis que fuerza nuevos y dolorosos ajustes.

La incesante deslocalización industrial ha dejado sin trabajo a miles de jóvenes británicos, cuya deficiente formación no les permite adaptarse a los constantes vaivenes de los mercados.

Muchos de ellos, criados en familias desestructuradas cuyos padres son hijos de la anterior sacudida, sólo pueden optar a empleos temporales de poca monta sin ninguna posibilidad de desarrollo personal ni profesional. Amparados por una sociedad de consumo masivo que banaliza todo y donde sólo importa el dinero venga de donde venga, vagan encapuchados por los centros comerciales de sus barrios, a un paso de caer en la delincuencia a gran escala.

No es un fenómeno aislado, se da en toda Europa y en cualquier ghetto , sea de mayoría blanca, negra, latina o magrebí. En Marsella, Rotterdam, Barcelona o Roma.

Son la generación que creció sin referencias, sin autoridad. La de los planes de estudio que convirtieron a los maestros en peleles y al conocimiento y el esfuerzo en proscritos. La generación a la que sentamos a ver chorradas frente a un televisor para que no molestara. La que no respeta nada porque nadie se ha atrevido a inculcarles el valor de la contención.

Esa que nos ha visto relativizarlo todo y que es un reflejo deformado de la anterior, réplicas de lo que han visto o hemos querido que vieran.

Sumen a eso la interminable crisis que les ha dejado sin ayudas y tendrán la explicación. No representan más que una pequeña porción de los jóvenes (vean si no las jornadas que celebra la Iglesia Católica estos días en España), pero creen que les debemos algo y en cuanto nos descuidemos lo tomarán. Por la fuerza, si es necesario.

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