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Aportes al proyecto de Ley de Paz

  • Francisco Galán | Francisco Galán
    Francisco Galán | Francisco Galán
08 de junio de 2011
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"No hay ningún país que se haya beneficiado por guerras prolongadas". Sun Tzu.

El conflicto armado colombiano posee ciertas particularidades que lo hacen diferente a otros que se han presentado en la región.

Una de ellas, quizá la más importante, es que se está en presencia de una guerra irregular, de larga duración y baja intensidad militar, sin olvidar que sus diferentes actores se encuentran involucrados en las dinámicas que fue imponiendo el fenómeno del narcotráfico.

Aspectos que se deben tener en cuenta al momento de pensar y construir una estrategia de desmovilización y de transición de la violencia a la paz.

Cincuenta años de conflicto armado colombiano, también han estado acompañados de otros 50 años de intentos infructuosos, incompletos o fallidos de búsquedas de paz, y así se ha procedido desde la conformación del Frente Nacional hasta la última desmovilización de un guerrillero o de un miembro de una banda en la ciudad de Medellín.

Estos procesos o acercamientos de paz no han sido continuos, al contrario, son interrumpidos y mal acabados.

Las lógicas que guían las estrategias de combate tampoco se han cumplido. Cuando la guerrilla ha mantenido la ofensiva militar no ha podido forzar un verdadero pacto de paz, pero de igual manera esto se ha presentado cuando la correlación de fuerzas ha estado a favor del Estado. Y esto se debe a una sola cosa: este tipo de conflictos no terminan por la vía militar, sino por la concertación.

Tenemos que reconocer que todavía no hemos encontrado la solución estratégica pertinente y adecuada que nos muestre la salida del círculo vicioso del conflicto.

En Colombia la cuestión del territorio no se ha tenido en cuenta para la solución definitiva del conflicto. Por el contrario, se ha utilizado más como escenario de negociación y verificación de ceses de fuego, que como espacio propicio para la desmovilización definitiva y la conciliación nacional.

Cualquier solución concertada con los grupos al margen de la ley, debe considerar la cuestión del territorio. Como lo afirman Castillo y Salazar (2003): "Toda guerra irregular transforma el espacio en el que ocurre. Lo hace en su dimensión física: paisajes, territorios, economías, ciudades, poblados, veredas y corregimientos son transformados a velocidades diversas".

El territorio que ayer y hoy ha sido escenario de combate, de disputa o de asentamiento de las fuerzas enfrentadas, hay que convertirlo en zonas de desmovilización, de legalización, de redención de pena, de seguridad personal, de reparación y reconciliación, de participación en la democracia y concreción puntual de los cambios exigidos, por parte de quienes abandonan la violencia.

Solo así un proceso puede convertirse en cuota para la democracia y ruta para la pacificación del país.

Es por tanto pertinente plantearse hoy en el marco de una Ley de Paz, la desmovilización in situ , la cual se definiría como "El acto individual o colectivo que les permita a los combatientes renunciar a la guerra y dejar las armas, permaneciendo en el territorio donde haya tenido presencia activa el grupo armado ilegal, además como territorio delimitado donde tenga lugar la aplicación de la justicia y la posibilidad real de la reparación, y como espacios donde la sociedad también participe en el plan de la consolidación de los procesos de paz ".

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