La última noticia que se tuvo del cabo Luis Hernando Peña fue que la guerrilla lo habría fusilado en 2003 porque perdió la razón. Testimonios de desmovilizados dijeron que "las Farc lo arrodillaron y lo fusilaron encadenado" (...) Sintió el terror de la muerte y la impotencia de no saber por qué lo estaban amenazando. En un diario que le dejó a su familia, Peña narró cómo se fue alejando de este mundo.
A falta de alas para saltar las cercas del campamento guerrillero en el que se encontraba, el cabo Luis Hernando Peña Bonilla dejó volar el espíritu y se iba por ahí, quizá hasta su amado Monguí (Boyacá), donde se dibujó entrando en un caballo como Simón Bolívar, en el primer diario que envió como prueba de supervivencia en 2001.
La historia está en ese cuaderno que la familia Peña Bonilla conserva, que con una gran ironía dice en la tapa con letra mayúscula sostenida: "Tus derechos son los más importantes".
"Pensar en mi bella región aún del todo no es la solución. Permanecer por un tiempo indefinido. Bellas y hermosas aventuras, escribir una obra, un libro he querido", relató el Cabo en la tercera página del diario.
En esas primeras hojas describía el entorno y se aferraba a la esperanza todavía sólida y ciega de la liberación, de volver a Boyacá y encontrar una mujer para amar y darle todo. Estaba aferrado a las intenciones que manifestaban las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana , de llegar a la paz en cuya ruta estaba el intercambio humanitario. Siendo candidato presidencial, Pastrana se reunió por primera vez con "Manuel Marulanda Vélez", el entonces jefe de las Farc, el 9 de junio de 1998. Ya el 14 de octubre del mismo año se estableció la zona de distensión, pese a ese paso que parecía de paz, la guerrilla arreció.
El primero de noviembre de 1998 a las 4:45 de la mañana cerca de 1.900 guerrilleros sitiaron Mitú, capital de Vaupés, custodiada por 120 policías que se atrincheraron en el comando, en el aeropuerto y en un colegio, a gastar las balas que a todas luces no superaban las de los hombres de las Farc. Entre los uniformados estaba el cabo Luis Hernando Peña , con sus 25 años de edad, aguantando hasta que lo capturaron con otros 60 compañeros. Se los llevaron por el río Vaupés rumbo a la incertidumbre del secuestro y a la espesura de la manigua.
Con eventos como esos el proceso de paz tenía crisis cada tanto y una de las partes, según el momento, anunciaba el congelamiento de los diálogos y los secuestrados sabían que la ausencia de buenas intenciones dilataba su libertad. Esa zozobra la dejó ver entrelíneas el cabo Peña.
"Muchas profecías llegan, líderes se equivocan o evaden alguna verdad desconocida en el medio de mi hábitat. Sediento, el camino sigue, aunque las huellas borradas por el ocaso del tiempo no encuentran orientación de una flecha o un vector que dé en la esperanza o un punto al blanco y hallar lo que verdaderamente me pertenece y más aún lo creía perdido para siempre, 'un derecho universal'", narró el uniformado.
La ansiada libertad
Después del tire y afloje, 2001 fue el año para el intercambio humanitario, como lo previó el cabo Peña en su diario, donde dibujó una botella de champaña acompañada de su sueño justo para el año nuevo, "el mundo no se acaba. El Papa está muy bien. La comisión está terminando. El canje se acerca". Pues en junio de ese año se dio el acuerdo humanitario y la guerrilla liberó a cerca de 350 militares y policías que estaban en su poder. El gobierno de Pastrana dejó libres 14 subversivos aunque el cabo Peña no contó con buena suerte.
"Ha pasado demasiado tiempo y aún no encuentro las huellas del límite que en la distancia resplandece y luego se apaga proyectándose a otros tiempos, que aún remotos, conservan la esperanza de encontrarse uno en el apocalipsis".
Pero seguía cumpliendo la promesa que se había hecho en las primeras líneas de su diario: "Yo colmaré mi tiempo de recuerdos gratos". Sin embargo sus compañeros lo llamaban al orden, preocupados por su ensimismamiento.
Francisco Javier Tapiero Zanabria , que fue liberado entre los otros 350 uniformados de 2001, le escribió el 7 de octubre de 2000 a "Peboni", como le decían al cabo Peña: "Sabe mi cabo, al final el mundo está hecho de locos. ¿Si o no?".
También Freddy Ómar Ortega Becerra , que compartió la misma suerte que Tapiero, le escribió: "Cabo Peña deje de hacerse el loco, esas son güevonadas que usted se inventa, deje de actuar de esa forma para que su estadía acá sea más amena o al menos usted encuentre esa paz interior". Contó ya en libertad el general Luis Mendieta , que en la lista de uniformados enfermos que él propuso en 2001 para ser liberados, estaba el cabo pero su petición fue desoída.
Delirio en la selva
Mónica María Fernández , sicóloga con experiencia en atención a secuestrados, aseguró que en las letras del cabo se vislumbra un aislamiento natural "porque a él se le nota que le encantaba escribir". Afirmó que en cautiverio un hombre se puede pasar horas mirando el camino que traza una hormiga, y quedarse en ese seguimiento, "porque en algo hay que ocupar la mente".
Pero el cabo Peña no solo se gastaba las horas escribiendo de la necesidad que tenía de esperanza, de acirse a la fortaleza del espíritu, también dibujaba animales y sembradíos e imaginaba que saltaba los cercos "no lo intento ni lo hago aunque es fácil". Decía:
-"Como pájaro copetón esperando canje".
-"Voy a calentar las alas porque esto se aproxima y me voy a comer maíz de la Rita Álvarez en Sogamoso".
-"Como un oso esperando el canje".
Pero también sacaba tiempo para otras cosas que igualmente ilustraba con detalle:
-"Me pongo como un tomate cuando veo una fariana. Son hermosas".
-"Como pato donde no me pertenece, molestando las combatientes farianas".
Dibujaba a los guerrilleros con cara de lobos, con cuerpo de perros y él se veía como un pájaro, listo para volar.
Cada vez más, decía el Cabo, se le hacía más duro vivir con el enemigo y escuchaba por la emisora de las Farc que el alias el "Mono Jojoy" "va a recibirnos otra vez para darnos una conferencia" y él quería tener su camuflado bien puesto cuando le tocara hablar con el comandante guerrillero, hecho que nunca se presentó.
Inquietudes de su salud
Al parecer, sí lo cuestionaba que sus compañeros de cautiverio pusieran en entredicho su salud mental, así que tras el aval de los médicos se sintió mejor. "Me han revisado médicos farianos y el último me dijo en tono aceptable y dinámico que yo me encontraba en perfecto estado. Es más, no hubo necesidad de diagnosticar droga y yo me sentí contento".
A mitad del cuaderno, el cabo Peña abandonó los relatos oníricos y describió los días en los que estaba más tranquilo. La letra ya era cursiva y estilizada, mientras que en la primera parte era despegada y geométrica. En los primeros relatos hay repetitivas faltas de ortografía, pero en los segundos hay más limpieza, incluso hay partes en inglés como en una suerte de juego literario. Pese a las diferencias, que hacen pensar a la sicóloga Mónica María Fernández , que son personas diferentes, para Elsa Peña , su hermana, es el mismo.
Llegaron noches en vela
"A través de la música me elevaba como a un estado diferente del cuerpo(...), cuando yo desperté dentro del sueño sentí que en mi interior una voz extraña hablaba, parecía una conversación. Noté que mis propios pensamientos eran reflejados a los demás".
En varios párrafos explicaba que estaba dormido y se escuchaba hablar, pero recalcaba que sus cinco sentidos andaban bien. "Empiezo mi nuevo recorrido a través de una cápsula del tiempo y a través del cuerpo. Son 7 niveles del cuerpo y desliza uno y al llegar de la misma forma tiene que encajar aprox 10 nivel para que en el 7". Con una nota aclaratoria, después de la narración que dura más de una página, el cabo Peña relató que esos hechos eran reales y reiteró que estaba en sus cinco sentidos.
Y continúa: "Cuando regresa al original segmento 1 rompe y a través de sueño, porque sino, este baja al primer nivel y toma la posición y extensión del intestino o sea un largo trayecto".
La sicóloga indicó que al llegar la narración del cabo Peña a este punto, "se ve la construcción de una idea de delirio. Ya es muy diferente a todo lo que ha escrito. Es un delirio que ha construido durante mucho tiempo".
Por su parte, Elsa recordó que su hermano pasó todo el bachillerato becado y que en la familia siempre han tenido la facultad de cambiar la caligrafía con facilidad y que su hermano tuvo un gusto por la proyección astral.
El mañana que no llegó
En la penúltima hoja de su segundo cuaderno, el cabo Peña dijo: "Mañana habré vivido aquellas épocas y mejor aún no he pisado las huellas, aunque pasé muy cerca. Mañana habré corregido los errores, habré vivido; he llenado un mundo de expectativas, habré triunfado". Ese mañana al que se aferró es solo tinieblas.
El pasado marzo, con la liberación de los últimos uniformados en poder de las Farc, Leonor Bonilla , madre del Cabo, se quedó con la misma zozobra de hace 14 años, "siento alegría por esas familias. Es un milagro que vuelan con vida después de tantos años. Y a la vez es triste que uno de los liberados no sea mi hijo querido".
Se sabe poco de la suerte del cabo Peña. En 2008 el subintendente de la Policía Armando Castellanos dijo que durante la zona de distensión alias "Martín Sombra" y el "Mono Jojoy" ordenaron su fusilamiento "porque era un peligro para los propósitos de las Farc". "Martín Sombra" nunca confirmó el hecho.
"Que más quisiera que todo fuera mentira, pero todo indica que así pasó. Cuando me enteré de que había muerto, me lo imaginaba diciendo 'no me maten, ¿qué va a decir mi mamá y mis hermanos?'. Me imaginé como le dispararon, como cayó", recordó Elsa mientras lloraba, lamentándose que "él quedó solito por allá", que "lo enfermaron y fuera de eso lo mataron".
Jorge Luis Borges dijo alguna vez que la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido. El cabo Peña dirigió las letras de su diario a la esperanza de libertad, aunque estas solo lograran convocar al espíritu.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4