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BAILANDO AL SON DE “FRITANGAS”

  • ANA CRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE | ANA CRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE
    ANA CRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE | ANA CRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE
16 de julio de 2012
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No hemos aprendido las lecciones que en los últimos 25 años nos ha dejado el narcotráfico, que sigue imponiendo los antivalores de la diversión desbocada, el gasto desmesurado, la apariencia externa como lo más importante, la ambición exagerada por ostentar poder: para que otros vean cuánta plata tengo, cómo soy capaz de derrocharla, cómo impongo mi ley, cómo la gente me rinde pleitesía por lo que tengo sin importar lo que soy.

Algunos menores de 30 años, por falta de referentes, no alcanzan a notar la diferencia entre la sociedad de hoy y la que había antes de la era del narco; al fin y al cabo se criaron en el contexto de los antivalores que el narcotráfico está imponiendo a sangre y fuego, derroche y excesos. Hacer ver la diferencia es la responsabilidad que tenemos los adultos.

Aunque no tengo el espacio suficiente para hablar de los tres ejes más importantes en la formación ética de las nuevas generaciones (familia, escuela, medios audiovisuales, léase televisión), por lo menos quiero referirme a un aspecto: hasta dónde y cómo hacer series de televisión que muestran personas de ética distorsionada muy atractivas para cierta parte de la población, ni mucho menos que estas series sean vistas por menores sin orientación de adultos responsables (solo que escasean los “adultos responsables”).

No podemos seguir jugando al balón con la responsabilidad: los de la televisión dicen que ellos solo retratan la realidad, sin medir consecuencias. En muchas casas “sueltan” los menores a la televisión, sin medir consecuencias. Y la escuela dice que a ella no le corresponde lo que debería hacer la familia, sin medir consecuencias.

De esta manera va creciendo una generación tras otra: sin entender lo que está pasando, conociendo por televisión personajes que se les convierten en héroes para imitar y finalmente aceptando unos antivalores que entre narcos reales, mulas agrandadas, contenidos televisivos y adultos sin criterios, se imponen con tal fuerza que asfixian el presente y desesperanzan el futuro.

Todos aquellos adultos con alguna capacidad de decisión (los que trabajan en la televisión, los que trabajan en el sistema educativo, los que tienen hijos o niños para criar) deben tomar las riendas éticas del país: analizar consecuencias para saber cómo mostrar y qué mostrar; tratar de entender, documentarse para saber explicar y poder contextualizar. Ni la familia ni la escuela pueden permitir que esos contenidos mediáticos sean deglutidos por los jóvenes, así no más.

Y eso que, por encima de todo lo anterior, los adultos deben enseñar con el ejemplo. De lo contrario….

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