Nada de exageraciones, lo escrito en el título de esta nota es la verdad y nada más que la verdad, como dicen sin sonrojarse los testigos falsos en los más sonados casos delincuenciales de este país deshilachado, por decir algo suave al oído. Pero no hablo de nuestra patria chica, Colombia, sino de la grande que es el planeta tierra. Y lo del infierno, lo del infierno es verdad con su corte de satanases en cada continente.
Partamos del infierno americano y digamos el número de ojivas atómicas que tiene en sus almacenes de muerte, vigilados por el mismísimo diablo encargado de mantener en orden estos artefactos capaces de acabar con la tierra en fracciones de segundo. Bien, las ojivas gringas suman 8000 y cada una de ellas puede pulverizar por lo menos media ciudad enemiga.
La contraparte que parece ser la Rusia de Putin, tiene en sus arsenales siete mil ojivas a la orden del día del botón que inicie su partida hacia el escenario de la muerte. Quince mil bombas atómicas en manos de dos países, sin contar los otros que conforman el club del infierno: China, India, Inglaterra, Francia, Pakistán y Corea del Norte, aparte de Irán que quiere matricularse en esa escuela de la destrucción.
PAUSA. "Nunca el hombre es tan grande como cuando está de rodillas". Albert Einstein.
MÁS BOMBAS. Pero el infierno apenas comienza en su "guardería" nuclear con el aula marcada con la letra A, de Atómica. La parte gruesa, los cursos de avanzada que permanecen bajo un secreto endiablado se conocen porque usan la letra H con la cual bautizan ese monstruo de terror y espanto con una capacidad destructiva igual, cada una de ellas, al poder de dos mil quinientas bombas de las llamadas regulares y que ya parecen que se pueden conseguir por internet. La llevan en bicicleta hasta su casa.
Podemos imaginar lo que pueda suceder a una ciudad convertida en blanco de una bomba de Hidrógeno. Y si varias de las llamadas potencias la tienen, vamos entendiendo el afán de algunos para conocer a Marte en sus más íntimos secretos. Cuando prendan la mecha hay que abordar el cohete hacia el planeta rojo para no quedar en esta tierra convertidos en una raza que podría terminar como una fiesta de insectos a la parrilla.
Esperemos una buena fiesta para comenzar la pachanga. Hay que bailar sobre el infierno.
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