A Arles Giraldo, un hombre fornido y de voz gruesa como el trueno, se le escuchaba decir que el San Juan no es peligroso sino la imprudencia de quienes se meten en él sin protección alguna. Por eso siempre se le vio con arnés, flotador y casco. Quienes lo conocían certifican que nunca hizo un recorrido río abajo sin estos implementos.
"Listos para la gran aventura", gritaba antes de zarpar en las balsas de fibra de vidrio que tenía para recrear a la gente en una experiencia llamada rafting.
El domingo, sin embargo, algo ocurrió, y en medio de la borrasca del San Juan, Arles murió mientras realizaba uno de esos recorridos que conocía y dominaba como la palma de su mano, entre El Barroso y Peñalisa, sobre una distancia de 13 kilómetros.
El río lo arrastró hacia el fondo tal como el secreto de lo que pudo ocurrir. Lo cierto es que a lo largo del San Juan rondan las piedras gigantes, a veces difíciles de esquivar, incluso para los más avezados.
Y además, se llevó un aventurero, después de las desapariciones del parapentista Jorge Hernán Abad Barón -Techos- y del experto en travesías Wilmar Henao -Reno-. Ambos, como en el caso de Arles, murieron en su salsa: el aire y la carretera, respectivamente.
Giraldo, un bombero de profesión, amaba tanto el río que montó su propio negocio: los balseros de San Juan, cuya actividad compartía con su socio, Juan Pablo Patiño, cuenta Ricardo Vélez. "Era todo un experto en canotaje, tenía una fuerza descomunal, pero lo llamaron del otro lado y ese llamado, no hay forma de evadirlo, por más bueno y fuerte que sea uno", señala, con nostalgia, Ricardo Vélez, uno de los alumnos, porque "se puede decir que nos enseñó a casi todos los equipos, la técnica del remo y a sacarle gusto a esa actividad".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6