Medellín será en diciembre la primera ciudad del país en tener un completo sistema de transporte público de pasajeros, conformado por el metro y sus cables, metroplús, y en un futuro inmediato el tranvía, a lo que se suma el gran conglomerado de buses y taxis.
Para que opere realmente como sistema tiene que estar integrado. O sea que los diferentes actores se complementen entre sí. Por eso no tiene lógica que cuando entre en servicio metroplús, sigan operando las mismas rutas de buses, en los mismos sectores. Tiene más beneficios además que se conviertan en las alimentadoras de las estaciones de los buses articulados y que no sigan ingresando todas al centro de la ciudad.
El anuncio de que las rutas de buses serán reestructuradas, al entrar en servicio metroplús, puso en alerta a los transportadores. Además de acciones legales están dispuestos a una confrontación en las calles. Hasta ahora no hay argumentos que permitan asegurar que les están confiscando derechos adquiridos.
El transporte público de pasajeros constituye sin duda un gremio poderoso, tiene representación, actúa de consuno y en defensa de sus intereses, y como tal es respetable. Aunque es deseable que pensaran también en el interés colectivo y en la importancia de decisiones que benefician a la comunidad.
En el proceso de la puesta en marcha de metroplús, que tras incontables aplazamientos ojalá sí se concrete el 22 de diciembre, los transportadores fueron tenidos en cuenta. Con ellos se conversó durante tres años. El acuerdo se frustró por no cumplir las condiciones que fueron establecidas, por exigencias de ley, para la contratación con el Metro. En particular por las pólizas y la condición de incorporar un 40 por ciento de los pequeños transportadores en cada una de las empresas que operarían metroplús.
Por no llegar a un acuerdo, metroplús se verá obligado a prestar el servicio en el corredor de 12 kilómetros entre la Universidad de Medellín y Aranjuez con la misma tarifa del metro y sin buses alimentadores. Estas rutas serán adjudicadas luego mediante licitación. Y es obvio que los transportadores podrán participar.
En Medellín y su área metropolitana operan unas 250 rutas, que agrupan alrededor de 7 mil buses y microbuses, que movilizan a un millón y medio de personas, a lo que se suman 25 mil taxis en el Valle de Aburrá. Estas cifras muestran la importancia nada despreciable del sector, pero también el reto que implica racionalizar el uso de las vías. Si las rutas de buses no operan de forma integrada con el metro y metroplús todo el sistema puede colapsar, generando un mayor caos en la movilidad de la ciudad.
En la historia de las obras públicas en la ciudad es imposible encontrar un camino más tortuoso como el que han atravesado el metro y el metroplús. El primero por decisiones de la Nación, el segundo por la improvisación local. Lo cierto es que Medellín puede tener ahora una gran ventaja competitiva si el transporte de pasajeros opera como un sistema integrado. Tenemos que apostarle a la integración sin reversas. Sin indecisiones que no hacen sino aplazar la necesidad de encarar a un gremio como el transportador, cuya fortaleza hay que aprovechar para ponerla al servicio de la ciudad y no como una fuerza que marcha en contravía de su futuro.
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