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Colombia y la aldea Chelm

28 de octubre de 2009
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Isaac Bashevis, el escritor judío que ganó el Nobel de Literatura en 1978, escribió un cuento para niños que tituló: " El concejo Chelm y la llave de Genendel ". En él explica que ese pueblo llamado Chelm era gobernado por Gronam Buey y por los concejales Lelo Lekisch, Zeinvel Corto, Treitel Tonto, Sender Asno, Shmendrick Necio y Feivel Obtuso. Todos dueños de una característica única para ese cargo: eran tontos.

Mientras leía esas cuatro páginas, pensé en los apelativos que las personas emplean cuando se refieren, por ejemplo, a los congresistas, concejales, diputados y politiqueros en general, a quienes en muchos espacios también han llamado al principio o al final: "lelos", "tontos", "asnos", "obtusos"? No incluyo aquí otros insultos más agudos que se volvieron sinónimos al evocar esos cargos.

En nuestro país, lastimosamente, son muchas las instituciones y los grupos que toman "decisiones" que han perdido credibilidad ante los ciudadanos, y es por eso que cada vez más nos parecemos a la aldea Chelm donde un grupo de "sabios" soberbios no se percatan de que ya poco les creen, así muchos repitan como en el cuento: "Nada escapa a nuestra sabiduría". ¿Sabiduría? Casi la misma que utilizan los "sabios" de Chelm para decidir ante la ausencia de crema agria y ante la abundancia de agua que lo mejor es decretar por Ley que a partir de la fecha se llamará al agua crema agria y a la crema agria, agua. Fácil.

Ahora que pienso creo que un esfuerzo semejante se hizo hace un tiempo en Medellín cuando un acuerdo del Concejo hizo que varias calles de la ciudad pasaran a tener nombres de mujeres; o como ese proyecto de ley que desde el año pasado ronda el Senado de la República que busca que los colombianos se pongan firmes cuando escuchen el Himno Nacional. Ni qué decir de la propuesta de un grupo de senadores que quieren aumentar por más de cinco millones de pesos sus pensiones cuando ahora que se empieza a discutir el salario mínimo de los colombianos, con seguridad, no subirá ni siquiera 50 mil pesos.

Lo interesante en la historia es que al parecer la esposa de Groman Buey es la única sensata, porque cuando se marchan los concejales, ella le reprocha las tonterías que ha dicho por largas horas y las decisiones tan pobres que han tomado. Por eso acuerdan que la próxima vez cuando él empiece a decir estupideces, ella entre con la llave de la caja fuerte y se la entregue para hacerlo caer en cuenta. El asunto es que un día, cuando ella le entrega la llave ante los demás miembros, Groman reacciona porque confiaba que en aquella ocasión sólo había dicho palabras inteligentes. Enfadado, interroga a su grupo de "sabios": "Decidme, ¿qué tonterías he dicho para que mi mujer me traiga la llave de la caja fuerte?" Desde luego ellos tampoco se percataron de que habló como un idiota y por lo tanto, furiosos, censuraron a la esposa del líder. ¿Cuántas veces pasa lo mismo en esta aldea colombiana que se parece tanto a Chelm?, ¿cuántas llaves serían necesarias para callar las sandeces de tanto grupo obtuso? Juzguen ustedes porque todo tiende a empeorar y más cuando la tontería parece contagiosa.

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