Leyendo sobre la escritora española Ana María Matute, Premio Cervantes, me encontré un dato interesante. Su primer contrato con una editorial lo firmó su padre y el siguiente, su marido, ya que ella, por ser mujer, no tenía derecho a firmar contratos en la España de la posguerra, algo normal en esa época.
Las mujeres fueron tratadas como niños incapaces de pensar y tomar decisiones hasta muy entrado el siglo XX. Por este motivo, un hombre debía pensar y decidir, y muchas veces actuar por ellas.
No solo no tenían derechos como ciudadanas, o sea, no podían votar, elegir o ser elegidas, sino que tampoco se reconocía su capacidad para decidir sobre su persona, sus bienes, ni siquiera sobre sus hijos.
A las jóvenes les sorprende oírme contar cómo en Colombia las mujeres que iban a viajar sin sus maridos, tenían que presentar un permiso firmado por ellos para poder salir del país. Es vergonzoso que esto aun suceda en algunos países árabes, donde la mujer no solo debe presentar permiso del marido para viajar, sino que debe hacerlo acompañada de un hombre, así sea un niño.
En 1946, cuando mi padre fue electo Presidente, mi madre, la aguerrida política Doña Bertha, no pudo votar por él, pues aún no se había aprobado el voto de la mujer en Colombia, lo que solo ocurrió en 1958.
Por esos años, la patria potestad sobre los hijos era exclusivamente del padre. Si una mujer, por cualquier motivo, era considerada por su marido una mala madre, este podía quitarle los hijos y hasta botarla de la casa.
Las propiedades heredadas por la mujer pasaban a ser administradas por el esposo, quien podía disponer de ellas sin consultarla. Quién no ha oído de maridos abusivos que despilfarraron grandes fortunas jugando cartas, tomando trago, o visitando prostitutas a las que les pagaban con el dinero heredado por su mujer. Hoy es fácil olvidar que la educación era otra área vedada a las mujeres.
Golpear a una mujer era perfectamente aceptable y en algunos casos también lo era matarla. En Francia, los crímenes pasionales fueron aceptados por la ley hasta hace unas décadas. La justificación era muy sencilla: para un hombre era imposible contener su furia si encontraba a su mujer en el lecho con otro.
Este tipo de crimen aun sucede en algunos países musulmanes, donde por adulterio se condena a las mujeres a ser lapidadas y cualquier hombre puede participar tirándole piedras a la condenada.
Es importante no olvidar el pasado de abusos que la mujer vivió. Hemos ganado mucho en las últimas décadas pero aún nos falta camino por recorrer; es por eso trascendental participar activamente en el debate político y en todos los espacios civiles.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6