Pasó un nuevo Día del Trabajo, otra vez opacado por las infiltraciones de desadaptados, que convirtieron las marchas en verdaderos campos de batalla contra la fuerza pública.
Se volvió a repetir el mismo modus operandi de versiones anteriores cuando, en medio de la protesta pacífica, aparecieron encapuchados a agredir violentamente a las autoridades y a destruir todo lo que se les atraviesa. Como lo dijeron los dirigentes de las centrales obreras, que censuraron esta actitud, se deben reclamar los derechos, pero nunca con violencia.
Más que ser solidarios con la clase obrera, estos actos vandálicos la perjudican. La Policía debe seguir atenta a combatir estos revoltosos que aprovechan cualquier manifestación para crear el caos.
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