Con el propósito de responder a la pregunta de cómo afectará la actual crisis mundial a los sectores rurales de América Latina y, en particular, a los grupos más pobres de dicha población, en el marco del estudio realizado por el IEP de Perú, y que fue reseñado en una anterior columna, se adelantó el caso de Colombia.
El estudio para Colombia indica que la pobreza rural era, en el año 2006, del 62,1%, en tanto que para el total nacional era de sólo el 45%. Según esto, la pobreza rural había caído en 8 puntos porcentuales con respecto al nivel que se tenía en 2002. En 2006 la pobreza extrema rural era de 21,5% y había caído 13 puntos con respecto al año 2002.
A nivel nacional, la brecha total era de 20,2%, mientras que a nivel rural dicha brecha era de 29,6%; la severidad total era de 12,2%, en tanto que la rural era de 18,5%. Todo esto muestra cómo el problema de la pobreza en Colombia continúa teniendo un marcado carácter rural. Pero la situación es aún más grave: los diversos estudios han enfatizado el carácter estructural del problema y la presencia de "trampas de pobreza".
Según el estudio, "si bien el grupo de productos agropecuarios exportables puede acusar el efecto más agudo de la crisis, expresado en la reducción de empleos de calidad y, por ende, en el aumento del nivel de desempleo rural, el grupo de pequeños productores es el más afectado socialmente". Esto se explica por el gran número de personas que se desempeña en este rubro y que se verían perjudicadas, lo que, muy probablemente, aumentará la pobreza rural y la vulnerabilidad. Esta compleja situación de los productores de bienes agropecuarios no transables y de sus hogares podría incidir en un retroceso de los logros obtenidos en materia laboral en el sector campesino. En particular, se puede esperar un aumento de los trabajadores por cuenta propia y de los familiares en puestos de trabajo, al mismo tiempo que una reducción de los jornaleros o peones. A su vez, el aumento del número de mano de obra disponible en el campo puede suponer una probable disminución del salario rural. Lo anterior aumenta el riesgo de que los hogares que actualmente se encuentran en el límite con la línea de pobreza caigan en ella.
Señala el estudio que "la desaceleración económica que implica la crisis, representará un freno y un retroceso de las posibilidades de diversificación de los ingresos y del empleo rural, además de aumentar los niveles de desempleo, reducir los ingresos de los hogares y aumentar el riesgo de caer en la pobreza".
Dados los niveles de pobreza rural, que se han mantenido altos por varias décadas y que descienden lentamente, y considerando que el principal efecto de la crisis estará en el grupo de pequeños productores, donde se halla el mayor número de pobres rurales, se estima que "la pobreza rural alcanzará el 70% o 75% y que aumentará el número de hogares por debajo de la línea de indigencia".
Aunque no se espera que se registren los altos índices de pobreza de la crisis de finales de los años noventa, que fue del 80%, lo más probable es que se frene y se revierta la tendencia actual de disminuir los índices de vulnerabilidad socioeconómica.
En cuanto a las medidas para aminorar los efectos de la crisis se considera necesario generar empleos rurales a través de la construcción de vías locales y que el programa Familias en Acción entre con mayor fuerza en las zonas rurales, sin que la condicionalidad esté ligada únicamente a la educación de los hijos.
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