El placer de escribir, de comunicar un pensamiento, de opinar sobre la cotidianidad o sobre algo que nos duele o nos anima, tiene adicionalmente la satisfacción que se experimenta al recibir los comentarios de los lectores que saltan el puente de la indiferencia y les dan valor agregado a las ideas.
Aprecio el tiempo, la sinceridad y el afecto de quienes reaccionan a mis columnas y me envían correos con sus valoraciones. Ellas me hacen falta y en parte por ello lamenté estar ausente hace quince días. Me encontraba en Dakar participando en el congreso internacional "Fuerzas de defensa y seguridad en el corazón de la seguridad humana", dentro del contexto del diálogo Europa-África y con ocasión de la celebración de los 50 años de independencia de la República de Senegal.
El congreso contó con cerca de 250 participantes entre los cuales se encontraban la institucionalidad de Senegal, militares de los países del oeste africano, de las fuerzas militares de Francia, Alemania, el Reino Unido, Estados Unidos de América y Brasil. Mi tarea principal era mostrar en tal contexto el modelo, los esquemas y los logros de la "Acción Integral" con los cuales el Gobierno nacional y en particular las Fuerzas Militares de Colombia, vienen comprometidos. La intención es que ellos puedan ser un buen referente para los países africanos.
Las reflexiones personales que allí surgieron giraron alrededor de la evidencia de un mundo cada vez más globalizado, de las similitudes en el pensamiento militar de todas las latitudes y de la creciente injerencia e importancia del pensamiento militar en temas de índole política y socioeconómica.
Llama la atención la deferencia, aprecio y comprensión con que el militar europeo trata a los militares de sus antiguas colonias. Pareciera que ambos tienen suficientemente claro que la búsqueda de complementariedades resulta más rentable que actuar recordando un triste pasado de exclusión y oprobios: Durante cerca de 200 años, más de 10 millones de esclavos salieron de las costas occidentales de África (especialmente de la isla de Gorée) para el continente americano.
Otras conclusiones personales de lo allí tratado, en tal ambiente académico y cosmopolita, se enfocan a los siguientes aspectos:
El rol de los ejércitos no debe ser manipulado por las tradiciones internas. Su compromiso debe ser con una ética mundial. Desde este enfoque amplio, la ética no tiene que ver con un país, una raza o una situación económica en particular. La ética es un concepto universal.
El estadista, el líder militar o los hacedores de las políticas de Estado, cuando se hagan la pregunta sobre el ejército que el país quiere y necesita, la repuesta debe estar ligada a las precisiones sobre la clase de ser humano que debe ser el Oficial y la educación que debe recibir en las escuelas de formación; pero más importante, en la educación que el aspirante recibió de niño en su hogar. De ello se deduce que los procesos de selección deben ser muy cuidadosos y no estar centrados en aliviar situaciones de desempleo en la juventud del país.
Napoleón decía que los ejércitos caminan sobre los estómagos. Me llamó la atención oír de un conferenciante, parodiando al Emperador, que la seguridad interna de los países en desarrollo camina sobre los estómagos, para indicar la gran incidencia de los factores sociales en la seguridad humana.
Tenía para comentar una decena más de aspectos a los cuales los colombianos no somos extraños, pero el espacio se me acaba. Me veo obligado a finalizar comentando lo que el general jefe del Estado Mayor de la Defensa de Senegal definió como principios fundamentales para el ejercicio de la autoridad: conocimiento, responsabilidad, justicia, fuerza, coraje intelectual, temperancia y buen ejemplo. Algunos de estos conceptos en español pueden resultar sinónimos o unos contener a otros, pero en la generalidad me pareció claro que los militares del occidente de África, que afrontan mayores problemas que los nuestros, están también comprometidos con las soluciones y encontrando un buen camino.
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