Además de ofensiva es de mal gusto. Por supuesto hablamos de la fatal portada del semanario New Yorker que presenta a Barack Obama como un islamista radical y a su esposa, Michelle, como una guerrillera con un fusil, festejando la victoria en el Salón Oval de la Casa Blanca.
Dicen los lectores que leen detalles gráficos que en la caricatura, el candidato demócrata y su esposa chocan sus puños en gesto de complicidad y revancha. Mientras en la pared del despacho presidencial hay un retrato de Osama Bin Laden y una bandera de Estados Unidos arde en la chimenea.
Lo que faltaba es que el semanario caiga tan bajo en lo periodístico y que deje atrás su tradicional objetividad y buen contenido, a cambio de una sátira burda e inapropiada en estos momentos.
Ojalá el despiste de New Yorker sea rectificado para bien de Obama y de la misma revista.
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