Amiga, has tenido la osadía (o la humildad) de mostrarme tus poemas. Tu dulce adolescencia se ruborizó de timideces y, como unas alas plegadas, tus párpados se cerraron para oír la lectura en voz alta que yo hacía de tus versos. La poesía se declama, se canta, se llora, se grita, se susurra. Hay que oírla. Parecías una gacela herida, ahí en el rincón de la soledad que creaban tus poemas. En ese momento tú misma eras poesía. Tus pestañas temblorosas fueron tus mejores versos.
Fuiste valiente cuando te dije que tenías que recorrer todavía mucho camino. Que no basta el sentimiento. Que hay que iniciar una aventura de amor con la palabra. Que tenías que escribir y romper y volver a escribir para volver a romper. Que no te preñaría la simple emoción.
Me sentí viejo, tú allí, remansada en un silencio tenue, casi como una flor, yo ridículamente maestro. Que la poesía es algo que viene de dentro, por la sangre. Que hay que sufrir. Que todo poema es desgarramiento. Que hay que luchar contra la facilidad, que hay que perderse por entre los árboles estremecidos… Entonces recordé un párrafo de García Lorca.
Regresaste sonreída de tu tímido silencio. Silencio que sí olía a poema y que yo profanaba con mis consejos. Aceptaste que te leyera los que dio Federico en una conferencia sobre Góngora:
"El poeta que va a hacer un poema tiene la sensación vaga de que va a cacería nocturna en un bosque lejanísimo. Un miedo inexplicable rumorea en el corazón. Para serenarse, siempre es conveniente beber un vaso de agua fresca y hacer con la pluma negros rasgos sin sentido. Va el poeta a una cacería…"
"El poeta debe llevar un plano de los sitios que va a recorrer y debe estar sereno frente a las mil bellezas y las mil fealdades disfrazadas de bellas sirenas, y debe lanzar sus flechas sobre metáforas vivas y no figuradas o falsas, que lo van acompañando. Momento peligroso si el poeta se entrega, porque como lo haga, no podrá nunca levantar su obra. El poeta debe ir a la cacería limpio y sereno, hasta disfrazado… Hay a veces que dar gritos en la soledad poética para ahuyentar los malos espíritus fáciles que quieren llevarnos a los halagos populares sin sentido estético y sin orden ni belleza."
Amiga: no sé si volverás a mostrarme tus poemas. No sé si ese brillo último en tus ojos reflejaba sorpresa, burla o ternura. O decepción. No sé si escribirás más versos. Quizás no te hagan falta. Tú ya eres en ti misma poesía. Porque eres mujer. Porque eres joven. Porque eres bella. Te lo dice un cazador nocturno.
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