En la jerigonza urbana contemporánea, estar desparchado es no tener programa, no saber qué hacer con el tiempo libre. En el año se atraviesan unos diez puentes festivos. Para las familias es costosísima la solución periódica de este dilema: ¿Y esta vez con qué y para dónde nos vamos con los hijos? ¿Mejor nos quedamos viendo la programación festiva de TeleAntioquia o nos recorremos aquel centro comercial que todavía está de moda?
El tertuliano Juan de la Ermita detesta los puentes desde la época en que se debatía la ley Emiliani que reformó la legislación laboral con la bondadosa intención de fomentar el turismo e incrementar la productividad. Con motivo de la secuencia insólita de los tres puentes de junio cuya primera etapa concluye hoy lunes, ha escrito una carta contentiva de sus apreciaciones sobre el asunto y de una sugerencia que al menos puede servir de tema de conversación para más de un ocioso desparchado:
"Debería discutirse si en las circunstancias socioeconómicas de hoy sigue siendo pertinente sostener el régimen de los puentes Emiliani. Pongo en duda que se haya hecho siquiera una mínima evaluación de lo que han representado en materia de productividad y estímulo al turismo. Creo que por el contrario se alcahuetea la indisciplina social y se altera el ritmo de trabajo cada vez que se acorta la semana laboral y que la rebaja del consumo, verificable a partir de la virtual reducción del índice inflacionario, también comporta una disminución de la capacidad de invertir en viajes y en actividades recreativas".
"Más razonable sería eliminar los diez puentes y cambiarlos por medias jornadas quincenales de descanso remunerado. El viernes, como preámbulo del fin de semana, tiene otro son y otro color diferentes de los cuatro días laborales anteriores. En empresas y universidades la gente se viste de viernes, utiliza atuendos informales. Y es casi inevitable que en las tardes de viernes se reduzcan las tareas regulares. El ejemplo lo marcan las oficinas públicas. Los centros comerciales se colman de familias. La atmósfera invita al descanso y la distracción, al goce del tiempo de ocio. Muy poco falta para que llegue a calificarse de psicorrígido a quien planee actividades serias en esas horas de transición hacia las jornadas culminantes de la semana".
"En otros términos, la tarde del viernes está incorporándose al tiempo de asueto, por fuerza de la costumbre, es decir del derecho consuetudinario. ¿Qué tal si se actualizan las normas laborales, se suprimen los puentes actuales y se autorizan dos tardes de viernes por mes (repartidas de modo conveniente) unidas al descanso de fin de semana?" Hasta aquí la fórmula del tertuliano Juan de la Ermita para aliviar el desparche de los lunes festivos.
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viernes
3 y 4
3 y 4